—Se trata de Isabella. Antes Williams. Ahora, es la señora Howard —Randall, hizo una pausa, disfrutando el desconcierto de Gerald—. Fue una exnovia oculta y secretaria de Franklin en su época en Miami. Isabella es la razón por la que eligió a tu exesposa. Emily no es más que un capricho pasajero para Franklin. La tomará, la usará y, cuando se aburra, la tirará como basura. Gerald apretó las fotografías en sus manos, su rostro enrojeciendo por la ira. Aunque no era nadie para juzgar a Franklin o enfurecerse, y mucho menos reclamar como suya a Emily Sinclair, no pudo evitar que la ira estallara en su interior. —Maldito hijo de perra… —Gerald soltó una maldición entre dientes, su voz temblando de furia—. Ese bastardo no merece a Emily. No puedo permitir que le haga esto… Tengo que decirle la verdad. Iré a esa fiesta de compromiso. Ella tiene que saber con quién diablos está tratando. Randall observó a Gerald en silencio por un momento, su expresión inalterable. Pero en su mente
El rostro del pequeño se transformó por completo, pasando de la confusión al enojo, inflando sus mejillas, sus ojitos se llenaron de lágrimas y gritó: —¡NO! ¡Familia mía es: mamita, papito y yo! Franklin frunció el ceño, claramente irritado. —Freddy Robinson, cállate. No quiero escuchar más nada del tema. Siéntate y come. Pero el niño, herido y enfadado, se levantó de la mesa y salió corriendo hacia la playa, llorando desconsoladamente. Jack reaccionó al instante, persiguiéndolo. Emily, horrorizada, miró a Franklin con reproche. —¡Fuiste muy cruel con él! ¡Es solo un bebé! ¡No es la manera de decirle las cosas, no lo entiende! —dijo ella, sin poder ocultar su indignación. Franklin arqueó una ceja, claramente molesto por el comentario. —¿Pedí tu m@ldita opinión? Siéntate, cállate, y come conmigo. No eres nadie para alzarme la voz. Y para que te quede claro, quiero que te lleves bien con él, no que intentes ser su madre. Ya tiene una. Una madrastra nunca será igual. Las pala
✧✧✧ La tarde de ese mismo día. ✧✧✧ El vehículo se detuvo frente a la cochera de una glamurosa propiedad, y solo segundos después, el señor Robinson bajó con su porte imponente. Su figura destacaba bajo los últimos rayos del sol: alto, con su cabellera negra y rizada que parecía desordenada de forma intencional, y esos ojos grises que siempre parecían estar evaluándolo todo. Ese hombre sostenía su bastón con elegancia, como si el hecho de depender levemente de él no disminuyera su autoridad. Detrás de ese CEO, Emily Sinclair descendió del auto. Su cabello pelirrojo se mecía con la brisa marina, y por un momento, pareció mezclarse con los tonos del atardecer. —Es… increíble —susurró Emily, observando la casa frente a ellos. Sus ojos azules se abrieron de par en par al contemplar la propiedad. Si bien ella venía de una familia acaudalada, nunca antes había visto tanta elegancia en una casa de playa. "Los Robinson… Realmente están a otro nivel…" Pensó la mujer fugazmente. La cas
Emily tragó saliva con nerviosismo, sus ojos se entreabrieron cuando ese CEO alejó sus labios del hombro de ella. Ella intentó volver a ver hacia ese hombre… Pero no pudo, su rostro ardía de pena y se inclinó hacia adelante. —¿Ti… Tienes que hacer esto aquí…? —le preguntó Emily, sintiendo cómo su tanga negra se deslizó por sus pantorrillas, terminando en el suelo. —¿Hacer qué? —preguntó ese alto hombre tras de ella, como si no entendiera en lo absoluto a qué se refería la mujer pelirroja. Por supuesto, fingiendo ignorancia. Franklin se inclinó más hacia ella, de modo que Emily sintió un escalofríos recorrerla cuando él rozó su cuerpo contra el de ella. —Señor Robinson… No… Franklin… —susurró ella, sus ojos azules viendo el paisaje frontal de la lujosa propiedad y en la distancia, el océano. La mano izquierda de ese hombre se adentró en la entrepierna de Emily. Ella podía sentir la brisa marina acariciando su cuerpo, meciendo los mechones pelirrojos de su cabellera y filtrá
—Estás loco… No… No Fran… Um~ —gemía Emily con voz temblorosa, mientras él la acariciaba con intensidad. Ese hombre la encimaba, contra la gruesa barandilla de madera del balcón que producía un pequeño crujido ante los movimientos de ambos. El viento alborotaba la cabellera pelirroja de esa mujer, mientras él, levantando uno de los muslos de Emily, y apoyándolo a la altura de su cadera en el sector derecho. Comenzó a desaprovecharse el pantalón. —¡¿Aquí?! —preguntó Emily, avergonzada ante la vista erótica de ella frente a ese hombre, prácticamente desnuda, con solo la bata enrollada y atorada en su cintura. Sus muslos separados de una manera que toda su mojada feminidad quedaba expuesta para él. La mirada gris de ese CEO, la veía con un deseo implacable, mientras una sonrisita maliciosa curvaba sus sensuales labios. Emily bajó la mirada, tragando saliva con inquietud cuando miró el erecto miembro de su prometido. Él avanzó un paso más, pegándose a Emily, con la punta de su d
Scarlett se inclinó hacia su hijo y pasó una mano por su cabello mojado, en un gesto que parecía maternal, pero que Emily percibió como demasiado estudiado para ser genuino. —Freddy, cariño, ¿te estás divirtiendo? —preguntó Scarlett con una sonrisa dulce. Freddy asintió con entusiasmo, salpicando agua por todas partes. Scarlett se irguió y dirigió su atención a Emily. —Perdona la interrupción, Emily. Vine porque Freddy olvidó su jarabe para las alergias. Es importante que no se le pase ninguna dosis —dijo la ex-señora Robinson, sacando un pequeño frasco de su bolso. Emily parpadeó, desconcertada. Sus labios se torcieron en una mueca de confusión. —¿Jarabe para las alergias? —repitió, casi automáticamente. Desde la piscina, Freddy levantó la cabeza, con su cabello mojado pegado a su frente. Su voz infantil rompió la breve pausa. —Mamá, yo no tengo alergias. El comentario del niño cayó como una piedra en el agua, creando ondas de incomodidad. Scarlett dejó escapar una risa lige
✧✧✧ Una vez llegada la noche. ✧✧✧ La luna brillaba con intensidad sobre el lago, reflejando su luz en las tranquilas aguas. La mansión de verano del poderoso CEO Franklin Robinson, estaba iluminada con luces doradas que colgaban de los árboles cercanos y faroles flotantes que se movían suavemente sobre el agua. El muelle, que se adentraba majestuoso en el lago, estaba decorado con arreglos florales que emanaban un aroma dulce. Al final de este, una tarima enmarcada por mesas adornadas con velas y cristalería reluciente esperaba a los invitados. Emily Sinclair estaba en el piso superior de la mansión, intentando tranquilizarse. Frente al espejo, ajustó el escote recto de su vestido de cóctel color crema. El delicado vuelo de la falda acariciaba sus muslos. Sus hombros descubiertos temblaban ligeramente, más por el nerviosismo que por el aire fresco de la noche. Su cabellera pelirroja caía sobre su espalda y hasta su cintura, y sus ojos azules, reflejaban una mezcla de an
Los aplausos resonaron mientras Emily subía al escenario, con una sonrisa que ocultaba su tormento interior. Franklin la tomó de la mano y la guió hacia el centro de la pista de baile. La orquesta comenzó a tocar una melodía elegante. Él la sostuvo firmemente, dejando su bastón a su asistente que se acercó, y finalmente, comenzaron a bailar a un ritmo apropiado para él. —Pensé que la hija de una buena familia como los Sinclair sabría bailar —murmuró él, con una ligera sonrisa—. ¿Cómo es posible que un discapacitado como yo, lo haga mejor? —la molestó en tono juguetón. —Sé bailar —respondió ella, aclarando su garganta—, solo estoy un poco nerviosa… Tú, ¿no te estás excediendo de la pierna? —susurró la mujer pelirroja, con preocupación en su voz. Franklin no dijo nada más, pero sus ojos parecían analizar cada movimiento de ella. Cuando terminaron, volvieron a la mesa asignada. Ese CEO se sentó, exhausto y ocultando el ligero dolor en su pierna. Por otro lado… Emily comenzó a