Emily tragó saliva con nerviosismo, sus ojos se entreabrieron cuando ese CEO alejó sus labios del hombro de ella. Ella intentó volver a ver hacia ese hombre… Pero no pudo, su rostro ardía de pena y se inclinó hacia adelante. —¿Ti… Tienes que hacer esto aquí…? —le preguntó Emily, sintiendo cómo su tanga negra se deslizó por sus pantorrillas, terminando en el suelo. —¿Hacer qué? —preguntó ese alto hombre tras de ella, como si no entendiera en lo absoluto a qué se refería la mujer pelirroja. Por supuesto, fingiendo ignorancia. Franklin se inclinó más hacia ella, de modo que Emily sintió un escalofríos recorrerla cuando él rozó su cuerpo contra el de ella. —Señor Robinson… No… Franklin… —susurró ella, sus ojos azules viendo el paisaje frontal de la lujosa propiedad y en la distancia, el océano. La mano izquierda de ese hombre se adentró en la entrepierna de Emily. Ella podía sentir la brisa marina acariciando su cuerpo, meciendo los mechones pelirrojos de su cabellera y filtrá
—Estás loco… No… No Fran… Um~ —gemía Emily con voz temblorosa, mientras él la acariciaba con intensidad. Ese hombre la encimaba, contra la gruesa barandilla de madera del balcón que producía un pequeño crujido ante los movimientos de ambos. El viento alborotaba la cabellera pelirroja de esa mujer, mientras él, levantando uno de los muslos de Emily, y apoyándolo a la altura de su cadera en el sector derecho. Comenzó a desaprovecharse el pantalón. —¡¿Aquí?! —preguntó Emily, avergonzada ante la vista erótica de ella frente a ese hombre, prácticamente desnuda, con solo la bata enrollada y atorada en su cintura. Sus muslos separados de una manera que toda su mojada feminidad quedaba expuesta para él. La mirada gris de ese CEO, la veía con un deseo implacable, mientras una sonrisita maliciosa curvaba sus sensuales labios. Emily bajó la mirada, tragando saliva con inquietud cuando miró el erecto miembro de su prometido. Él avanzó un paso más, pegándose a Emily, con la punta de su d
Scarlett se inclinó hacia su hijo y pasó una mano por su cabello mojado, en un gesto que parecía maternal, pero que Emily percibió como demasiado estudiado para ser genuino. —Freddy, cariño, ¿te estás divirtiendo? —preguntó Scarlett con una sonrisa dulce. Freddy asintió con entusiasmo, salpicando agua por todas partes. Scarlett se irguió y dirigió su atención a Emily. —Perdona la interrupción, Emily. Vine porque Freddy olvidó su jarabe para las alergias. Es importante que no se le pase ninguna dosis —dijo la ex-señora Robinson, sacando un pequeño frasco de su bolso. Emily parpadeó, desconcertada. Sus labios se torcieron en una mueca de confusión. —¿Jarabe para las alergias? —repitió, casi automáticamente. Desde la piscina, Freddy levantó la cabeza, con su cabello mojado pegado a su frente. Su voz infantil rompió la breve pausa. —Mamá, yo no tengo alergias. El comentario del niño cayó como una piedra en el agua, creando ondas de incomodidad. Scarlett dejó escapar una risa lige
✧✧✧ Una vez llegada la noche. ✧✧✧ La luna brillaba con intensidad sobre el lago, reflejando su luz en las tranquilas aguas. La mansión de verano del poderoso CEO Franklin Robinson, estaba iluminada con luces doradas que colgaban de los árboles cercanos y faroles flotantes que se movían suavemente sobre el agua. El muelle, que se adentraba majestuoso en el lago, estaba decorado con arreglos florales que emanaban un aroma dulce. Al final de este, una tarima enmarcada por mesas adornadas con velas y cristalería reluciente esperaba a los invitados. Emily Sinclair estaba en el piso superior de la mansión, intentando tranquilizarse. Frente al espejo, ajustó el escote recto de su vestido de cóctel color crema. El delicado vuelo de la falda acariciaba sus muslos. Sus hombros descubiertos temblaban ligeramente, más por el nerviosismo que por el aire fresco de la noche. Su cabellera pelirroja caía sobre su espalda y hasta su cintura, y sus ojos azules, reflejaban una mezcla de an
Los aplausos resonaron mientras Emily subía al escenario, con una sonrisa que ocultaba su tormento interior. Franklin la tomó de la mano y la guió hacia el centro de la pista de baile. La orquesta comenzó a tocar una melodía elegante. Él la sostuvo firmemente, dejando su bastón a su asistente que se acercó, y finalmente, comenzaron a bailar a un ritmo apropiado para él. —Pensé que la hija de una buena familia como los Sinclair sabría bailar —murmuró él, con una ligera sonrisa—. ¿Cómo es posible que un discapacitado como yo, lo haga mejor? —la molestó en tono juguetón. —Sé bailar —respondió ella, aclarando su garganta—, solo estoy un poco nerviosa… Tú, ¿no te estás excediendo de la pierna? —susurró la mujer pelirroja, con preocupación en su voz. Franklin no dijo nada más, pero sus ojos parecían analizar cada movimiento de ella. Cuando terminaron, volvieron a la mesa asignada. Ese CEO se sentó, exhausto y ocultando el ligero dolor en su pierna. Por otro lado… Emily comenzó a
Franklin dejó caer su bastón al suelo, un gesto que pareció aumentar la tensión en el ambiente. Sus manos, firmes pero controladas, tomaron las muñecas de Emily, inmovilizándola contra la pared. La mirada gris de ese hombre estaba encendida, llena de furia contenida. —Te lo voy a dejar muy claro, Emily Sinclair —dijo ese atractivo CEO, su voz baja pero llena de amenaza—. No quiero que te acerques a Gerald de nuevo. No quiero que te dejes tocar o siquiera mirar de él. ¿Lo has entendido? Emily trató de apartarse, pero él no cedió. Su tono se endureció aún más. Y Emily exhaló, encontrándose con la mirada gris intensa de ese hombre tan cerca de ella. —¡TIENES PROHIBIDO ENGAÑARME! —continuó ese CEO, acercándose lo suficiente como para que ella pudiera sentir su aliento en la piel—. No olvides el maldito contrato. Ese papel dice que eres mía, y lo serás hasta que yo decida lo contrario. ¿Está claro?, MÍA, Emily. Los ojos de Emily se llenaron de lágrimas, pero no apartó la mirada de
Franklin sonrió con una malicia que parecía llenar la habitación. Sus ojos grises, fríos y penetrantes, se clavaron en Emily mientras tomaba su mano y la colocaba sobre la erección que marcaba su pantalón. Su gesto era firme, casi desafiante, y el calor que emanaba de su cuerpo parecía envolverla. —En ese caso, tendrás que ayudarme con esto, como yo te ayudé a ti. Hermosa Emily~ —le susurró él, claramente disfrutando de toda la situación. En su rostro era evidente lo excitado que estaba y cuánto la deseaba. Emily asintió, mientras con su mano libre se acomodaba la tanga, sintiendo aún cómo su entrepierna seguía pegajosa por sus fluidos. Intentó ignorar ese hecho. En ese momento, lo único que importaba era complacer al desgraciado para que la dejara en paz. Con un movimiento decidido, apartó su mano del bulto en la entrepierna de Franklin y entrelazó sus dedos con los de él, buscando un respiro, un momento para recuperar el control. —Puede ser cansado para usted, señor Robinson —
Las manos de Emily se aferraban al cabello rizado y oscuro de ese hombre. Sus piernas permanecían abiertas, dejándolo ingresar libremente a su interior, mientras sus labios se encontraban en besos húmedos y ardientes. Algunos eran lentos, mientras otros estallaban con una pasión descontrolada, imposible de contener para ambos. ¿La fiesta? Al diablo con la fiesta. Ninguno de los dos sabía cómo habían terminado en esa situación, entrelazados, perdiéndose en el calor del momento. Quizás la madre de Emily se encargó de los invitados, inventando alguna excusa conveniente. Después de todo, todos sabían que el CEO Robinson era discapacitado. Pero en ese instante nada importaba. Ni los invitados ni las apariencias. ……………… Más tarde esa noche, en la habitación de invitados. Emily respiraba con dificultad. Su cuerpo, cubierto de sudor, era un reflejo de la intensidad del encuentro sexual que acababan de compartir. Sus fluidos y los de Franklin se mezclaban en su piel desnuda. Su pecho s