Franklin sonrió con una malicia que parecía llenar la habitación. Sus ojos grises, fríos y penetrantes, se clavaron en Emily mientras tomaba su mano y la colocaba sobre la erección que marcaba su pantalón. Su gesto era firme, casi desafiante, y el calor que emanaba de su cuerpo parecía envolverla. —En ese caso, tendrás que ayudarme con esto, como yo te ayudé a ti. Hermosa Emily~ —le susurró él, claramente disfrutando de toda la situación. En su rostro era evidente lo excitado que estaba y cuánto la deseaba. Emily asintió, mientras con su mano libre se acomodaba la tanga, sintiendo aún cómo su entrepierna seguía pegajosa por sus fluidos. Intentó ignorar ese hecho. En ese momento, lo único que importaba era complacer al desgraciado para que la dejara en paz. Con un movimiento decidido, apartó su mano del bulto en la entrepierna de Franklin y entrelazó sus dedos con los de él, buscando un respiro, un momento para recuperar el control. —Puede ser cansado para usted, señor Robinson —
Las manos de Emily se aferraban al cabello rizado y oscuro de ese hombre. Sus piernas permanecían abiertas, dejándolo ingresar libremente a su interior, mientras sus labios se encontraban en besos húmedos y ardientes. Algunos eran lentos, mientras otros estallaban con una pasión descontrolada, imposible de contener para ambos. ¿La fiesta? Al diablo con la fiesta. Ninguno de los dos sabía cómo habían terminado en esa situación, entrelazados, perdiéndose en el calor del momento. Quizás la madre de Emily se encargó de los invitados, inventando alguna excusa conveniente. Después de todo, todos sabían que el CEO Robinson era discapacitado. Pero en ese instante nada importaba. Ni los invitados ni las apariencias. ……………… Más tarde esa noche, en la habitación de invitados. Emily respiraba con dificultad. Su cuerpo, cubierto de sudor, era un reflejo de la intensidad del encuentro sexual que acababan de compartir. Sus fluidos y los de Franklin se mezclaban en su piel desnuda. Su pecho s
La mujer pelirroja leyó el nombre que aparecía en la pantalla: Scarlett Evans. Su corazón dio un pequeño salto. Era Scarlett, la exesposa de Franklin y madre de su hijo. Sin pensarlo demasiado, deslizó el dedo por la pantalla y… COLGÓ. El teléfono volvió a sonar poco después. Tililing~ Emily apretó los labios, molesta, y volvió a colgar. "¿Por qué lo estoy haciendo?" Se preguntó, pero no encontró respuesta. Solo sabía que no quería que Scarlett lo contactara. No ahora. No mientras ella estaba ahí. Cuando el teléfono sonó por tercera vez, Emily intentó agarrarlo nuevamente, pero el aparato resbaló de sus manos… —¡AAAH! —gritó la mujer pelirroja. Hizo un torpe esfuerzo por atrapar el aparato en el aire, golpeándose el brazo contra el borde del escritorio. PUM~ —¡¡AY, MALDICIENDO!! —gritó Emily. El impacto hizo que un cajón se deslizara un poco hacia afuera. Emily dejó el teléfono sobre la mesa y se frotó el brazo, pero algo en el cajón llamó su atención. Había un destell
✧✧✧ Un día más tarde. ✧✧✧ Era un día soleado en la mansión Robinson, y el reloj marcaba las 8 de la mañana cuando Emily Sinclair bajó las escaleras. El sonido de sus tacones resonaba en el vestíbulo, y su cabello pelirrojo brillaba bajo la luz que se filtraba por las grandes ventanas. Pero a pesar de la belleza del día, su corazón latía inquieto, atrapado entre la ansiedad y el amargo recuerdo del día anterior, cuando fue echada de la oficina por su prometido. Al entrar al salón comedor, sus ojos se encontraron con la figura de Franklin. Estaba sentado a la mesa, su cabello negro rizado enmarcando un rostro que mostraba una frialdad que podría congelar a cualquiera que lo mirase. Sus fríos ojos grises estaban fijos en un punto lejano, y su expresión era tan distante que Emily se sintió como una intrusa en la mansión. A su lado, el pequeño Freddy, desayunaba con una sonrisa inocente sus frutas. —Buenos días, Franklin… —saludó Emily, esforzándose por sonar cálida mientras su
✧✧✧ Ese mismo día, en la tarde. ✧✧✧ El sol se escondía lentamente detrás de los rascacielos de Los Ángeles, pintando el cielo de un vibrante color naranja que se reflejaba en las paredes de cristal del Blue Wave Club. El CEO Franklin Robinson, llegó con la mente llena de inquietudes. Su mayordomo le había informado sobre una fuerte discusión entre su prometida, Emily, y la madre de esta, doña Ava, así como con su prima Abril. Al llegar al área de las piscinas, sus ojos se encontraron con la imagen de Emily flotando en el agua, vestida con un bikini naranja que resaltaba su cabello pelirrojo, que caía largo hasta su trasero extendiéndose en el agua, como si fuese una rosa al atardecer. Ella estaba ahí, con los ojos cerrados, disfrutando de un momento de paz. Franklin tomó una bocanada de aire, sintiendo cómo la tensión en su pecho se intensificaba. Con su voz grave, llamó a Emily. —Emily —dijo, tratando de mantener la calma en su tono. La mujer abrió los ojos de golpe,
El sonido de las puertas del ascensor cerrándose tras de Emily, anunció que había llegado al estacionamiento interno del club. Su mirada se posó en la limusina del Señor Franklin Robinson, ese hombre que había entrado en su vida como un huracán, haciendo un maldito desastre de ella. —No quiero subir —murmuró para sí misma, sintiendo cómo la frustración crecía en su interior. Recordaba el rechazo de Franklin en la piscina, su beso no correspondido, el momento que había esperado con ansias y que se había convertido en una amarga decepción. "Para empezar… ¿Por qué me atreví a buscar besarlo?, fui una estúpida…" La sensación de humillación la invadía mientras se acordaba de cómo él había apartado su rostro, como si su cercanía le resultara repulsiva. En ese instante, Jack, el asistente del CEO Robinson, salió de la limusina. Su expresión era seria, pero había un destello de preocupación en sus ojos, como si comprendiera la tormenta emocional que se desataba dentro de Emily. —Señ
Emily exhaló ante el comentario de ese CEO. Aún así, no iba a titubear. Caminó hasta el escritorio, posando suavemente una de sus manos en el mueble de caoba. —No eres tan malo —dijo ella, su tono de voz intentando sonar convencida y… seductora. Franklin se cruzó de brazos, su mirada engreída clavada en esa mujer. Su curiosidad por averiguar qué pretendía aumentaba. —Tienes mi atención. Habla. ¿Qué buscas conseguir al venir aquí? —preguntó ese hombre, totalmente directo. La mujer pelirroja jugueteó con uno de los mechones rojizos de su cabellera que caía sobre uno de sus hombros, en un gesto de coquetería. Sus ojos azules como el océano lo vieron fijamente, sin quitarle la vista a ese CEO. Ella continuó acercándose, rodeando el escritorio hasta quedar de pie en su costado izquierdo. "Solo lo haré arrepentirse. Voy a provocarlo, y cuando él no pueda más… me iré. No puede correr por su discapacidad, no podrá detenerme." Tras ese pensamiento malicioso de Emily, la mujer pelirroja
Una de las manos de Emily se aferraba al traje de Franklin, ligeramente temblorosa, se pegaba más al cuerpo de ese hombre que la mantenía sentada en su pierna derecha. Emily, continuaba dándole excitantes caricias al CEO Robinson, en su dura masculinidad. Hasta que él, apartó la mano de Emily. —Suficiente —susurró con voz ronca mientras besaba el cuello de Emily. "Esto es incómodo. M@ldita sea… No la puedo tocar como quiero" Pensó Franklin, frustrado porque su pierna lesionada no le permitía tener tanta movilidad como él quisiera. —Voltea —le ordenó ese hombre a Emily. ¡Ella se sorprendió por un instante!, su corazón latiendo aceleradamente. ¡NO SE SUPONÍA QUE TENÍA QUE SER ASÍ! Era el momento justo para levantarse e irse de la habitación… Pero Emily no lo hizo. Ella le dio la espalda a Franklin, aún sentada en su pierna, sentía cómo la pierna de ese hombre la rozaba por encima de la tanga, avergonzada por lo mojada que estaba bajo ese pequeño trozo de tela. Cuando el