El magician moribundo había llegado sobre un caballo reventado que botaba espuma por la boca...
O eso le dijeron...
El maître guérisseur Marcel también le dijo que debido a sus heridas, el magician no volvería a caminar. Condujo a Friedrich hasta el aposento en donde habían alojado al único superviviente del asalto al Deuxiemè Château. Marcel Brosse se pasó una mano por la espesa barba blanca, recorrió el anillo de oro con los dedos.
—Pensé que moriría—sus ojos cobrizos denotaban sabiduría—. Tenía un cuchillo en los omóplatos y otro en la cadera, sangraba como un cerdo cuando lo trajeron.
El homme estaba sentado en la cama, mudo; sus ojos miraban algo, a la distancia. Parecía roto, deshecho, su barba negra estaba salpicada de canas, su cabello era largo y enmarañado. Sus ojos no brillaban. Friedrich no pudo evitar verse reflejado en aquel homme... con el alma rota al perder el amor de su vida. No había nada que hacer, y el llanto en sus ojos no se podía d
El bosque la acechaba, pronunciaba un millar de oscuros susurros... Las sombras la miraban y cuando ella se volteaba a verlas, se ocultaban... El viento aullaba en una lengua indescifrable. Cuando se cansó de correr, ya estaba amaneciendo. Las ramas le habían arañado el rostro y la ropa se le pegaba a la piel, empapada. Además le dolía la espalda de cargar la pesada bolsa de viaje.Y así cayó en la cuenta del hambre y el cansancio que tenía... Intentó reclinarse en un sauce y descansar bajo la capa, pero descubrió que una rama se la había arrancado durante el trayecto... Annie estaba tiritando, sola. Era la niña que nadie quería, una niña pérdida en un bosque infinito... Pensó en la posibilidad de regresar, pero no sabía por dónde volver. El cielo estaba nublado y no se podría guiar siguiendo las estrellas... La oscuridad bailaba alrededor de ella como un grupo de macabros bailarines. Estuvo allí reclinada hasta que el cielo se cubrió de los colores del alba y el día se transf
En la celda contigua el bardo acarició las melodiosas cuerdas del arpa, arrancó notas tristes que llegaron hasta los oídos de Niccolo en su propia oscuridad.Señor, ¿ha visto usted a mí hijo?Era una canción triste sobre una madre que va a buscar a su hijo después de una sangrienta batalla... El bardo cantaba y lloraba:Por favor señor, dígame: es un joven amable y sincero como ningún otro.Su padre lo espera en casa, me dijo que está orgulloso.No era la primera vez que el bardo lo hacía llorar, tenía una voz melancólica y cantaba como si hubiera visto a aquella madre llorar entre las montañas de cadáveres mientras el comandante le narraba los hechos:Los cascos sonaron, mi señora, su hijo peleó a mí lado...Todos los siguieron hasta el final.Un hombre tan bueno no debería hacer a su madre llorar...Niccolo se limpió las lágrimas con la manga de la túnica, la boca le temblaba pero aún así no soltó el sollozo. Días atrás los
En los días siguientes, las sospechas de Friedrich contra Sam no pararon de crecer. No sólo había asesinado a un valioso informante, sino que también parecía albergar dudas sobre los métodos de Beret. Y pensar que muchas de las peores muertes orquestadas por la corona habían sido idea suya. Sam se paseaba por el Château du Coupe junto a su séquito de caballeros y aquella fille ciega... Cada vez que desaparecía del château algo malo ocurría. Quizás el hubiera secuestrado a Annie, o... peor. Nadie sabía que había perdido la redecilla de pelo... pero si Sam o Lord Beret lo descubrían podía darse por muerto.Lord Beret siempre escuchaba a Sam, pero Sam nunca escuchaba a Lord Beret.Sam había envenenado a sir Cedric...Sam había matado a los Scrammer tras sembrar la idea en la mente de Lord Beret sobre un posible levantamiento.San había matado a su informante, a Gene...Sam había matado a Annie, a su hija pequeña...Sam lo había matado a él. Hacié
El viento gritaba haciendo susurrar las hojas en las copas de los árboles...El mundo estaba inmerso en neblina, los envolvían en largos jirones blancos. El bosque aturdía los sentidos. Los hombres siguieron caminando, esa era la obligación de Niccolo. Caminaba hasta el anochecer, recogía montones de leña, vigilaba y... caminaba. Los pies nunca dejaban de dolerle, y cada vez que avanzaba, sentía que un par de clavos calientes se le incrustarse en sus talones... Sus zapatos de cuero viejo estaban tan rotos que no podía caminar sin mojarse los pies.El viento frío y el aguanieve se le calaban hasta los huesos... No recordaba la última vez que se cambió de ropa. Aún llevaba la túnica verde oscura del alicanto bordado en el pecho con que lo habían apresado. Ya muy sucia y gastada, sus pantalones estaban llenos de agujeros y quizás tuviera pulgas en el cabello cobrizo largo y sucio. Parecía un vagabundo. Hubiera preferido llevar una bolsa con algunas mudas, libros, una ja
Los árboles duende pululaban en aquel rincón apartado... Sobre el suelo había una alfombra de hojas azules que olían a podrido. Elias se detuvo frente a un enorme árbol duende de tronco oscuro, sus ramas angulosas se exhibían, desnudas. Sacó su cuchillo de oxidiana e hizo una talla. A lo largo del trayecto había dejado ogham en los árboles mientras avanzaban al sur, a Pozo Obscuro.Los árboles duende eran muy curiosos a la vista: eran de madera oscura, sus ramas de retorcían donde llegará la luz de la luna y sus hojas azules parecían cuchillos serrados. Annie conocía las hojas secas por su uso, nunca había visto a un árbol duende, eran muy raros... Y allí dominaban el bosque. Ver tantos juntos era insólito pero no por menos surrealista.Louis le dijo una vez que las mujeres tomaban el té de sus hojas para no embarazarse. Ella también leyó que si se preparaba una pasta concentrada y se esparcía dentro de la vagina, la mujer podía acabar infertil o abortar... El ungüento l
El día de la declaración de guerra contra el Rey Dragón. Los nobles se reunieron en el amplio salón del trono. Los sirvientes habían limpiado las empolvadas hileras de sillas ante el trono de oro madera oscura y oro macizo. Se veían los nobles más importantes de Valle del Rey. Representantes de las rues de toda la ciudad.Anaís Ross, representante de la rue Mercure como heredera del fallecido Lord Milne su ilegítimo padre. Fue nombrada por Lord Beret como la nueva Supérieur du Garde de la Cité, remplazando a sir Erich, quién había desertado de la guardia y había desaparecido. Anaís ordenó su captura muy tarde después de su nombramiento. Lucía una reluciente capa azul, junto a otros que había ascendido como comandantes, una guardia azul de su propia escogida. La mujer estaba al fondo custodiando la entrada y sus prodigiosos guardias de azul vigilaban en cada rincón de la salle. Con permiso de Friedrich había escogido a unos cuantos magicians de confianza. También habí
Tomó una profunda bocanada de aire y una punzada caliente le recorrió el pecho, cada vez que respiraba la sangre se le escapaba. No sabía cuánto tiempo llevaban allí escondidos pero las extremidades se le habían entumecido del frío hacía ya muchas horas... Sam tosió y un dolor agudo lo dejó sin aliento, su herida sangró abundantemente y perdió sensibilidad en los dedos.<<Me estoy desangrando como un cordero sacrificado>> pensó, sus ojos empezaban a oscurecerse...Arlyn le apartó los mechones rojizos pegados al rostro, estaba tiritando y los temblores le arrancaban destellos de dolor... Sus dedos finos danzaban entre sus cabellos.—Lo siento—dijo asfixiado. Tenía la voz pastosa y la boca le sabía a sangre.—No—Arlyn portaba matices de llanto grabados en los labios.—Lamento haberte fallado. Les falle a todos... al final estamos solos.—Yo estoy aquí...Recordó a aquel caballero negro cortando el yelmo de sir Preston con
A cada uno lo asignaron a un sitio distinto en Rocca Helena. Había varios carros repletos de armas y armaduras saqueadas, les dejaron escoger lo que quisieran. Moverse dentro de aquellos enormes carros era como atravesar una selva.Niccolo y Trapo entraron en el tercer carramoto cargado. Trapo sacó un martillo más grande de lo normal con una púa en la cabeza, también se llevó un chaleco de anillas y un casco de bronce con los cuernos partidos. Niccolo pensando que en cualquier momento atacarían el campamento cogió una espada larga y mellada, recordó que peleó en el Fuerte de Ciervos pero se lo pensó mejor y la dejó. Encontró un yelmo un poco oxidado y se lo quedó al igual que unos guanteletes muy diferentes uno de otro, unas hombreras llenas de abolladuras, una malla gastada, una placa para el pecho y protección para las piernas. Pero sólo sacó del carramoto las hombreras y el peto... Consiguió un puñal sin filo con una empuñadura de cornamenta y se lo guardo el cinto en u