Deuxiemè Château era un castillo lúgubre y laberíntico con paredes lisas de piedra y brillantes alfombras rojas con diseños dorados angelicales. Le dejaban recorrer las torres complicadas, hablar con todo el mundo y vagar por el patio desierto; pero nunca salir de las murallas. Se subía a las aspilleras, desde la cima de la colina se dominaba aquel pueblo rústico que parecía el diseño de un niño que jugaba con palos junto al río.
Estaban las inofensivas murallas de tierra y el lago Aguamiel que encerraban a las rudimentarias casas de barro y paja, los establos y las calles de grava más allá de las muros se alzaban las carpas entre los solitarios campos de trigo, cebada, judías y avena... Nada que ver con la ciudad. Allí, en aquel complicado rincón del mundo. Annie se sentía confinada a caminar por salones que no regalaban su gloria, contemplar pinturas de personas ya muertas que no le importaban y a inspeccionar en las cocinas. Siempre alguien la vigilaba. Había guardias por
Mia se veía tan hermosa que el mundo giraba a su alrededor, sus rizos negros le daban color al universo y sus ojos vibraban. El anciano Bael no estaba en casa y Niccolo se sentía más vivo que nunca. En uno de los bolsillos de su capa tenía extracto de Lujuria... Lo usaría. Hablaron de su encuentro mientras el agua hervía, se rieron de su travesía por el Bosque Espinoso antes de llegar a Rocca Helena... Sabía que lo bueno no duraba, ya se había acostumbrado a no conseguir a la chica. Aunque uno nunca se acostumbra al fracaso, por eso falla tanto.Sirvió el té, ¿algo estaba mal en él? ¿Iba a drogar a una mujer por amor? ¿Sólo para forzarla a llegar a la intimidad? No. No sería mejor que Louis si lo hiciera. Tenía que ser sincero, sus corazones no podían fusionarse de esa forma. Guardó el polvo y se sentó frente a ella.—Mia yo...—se inclinó, miraba con nerviosismo el suelo—... Desde que te quedaste esa noche a ver las estrellas con mi catalejo yo... No puedo seguir así.
Deuxiemè Château se convirtió en un caos, reinaba una atmósfera desesperada. Las lágrimas se le salían de los ojos cuando la negatividad viajaba por las paredes, cubría como polvo las alfombras... Miedo, angustia y... lágrimas bajo la cama. Todos lloraban porque sabían que atacarían el pueblo.Inclusive el espectro de Seth se había marchitado y se escondía en su rincón del mundo. Nadie quería hablar con ella, todos estaban frustrados; no hacía falta leer los pensamientos para saber que todos llegaban al final de su vida... Y no podían huir del pueblo porque había días de camino a través de la oscuridad antes de llegar a Pozo Obscuro. Los demonios poblaban el valle sombrío y siempre estaban hambrientos...<<Ninguno está listo para morir—pensó mientras leía el diario de Monet, había aprendido mucho sobre la peculiaridad de ionizar la energía del cuerpo—. Nadie nunca lo ha estado, por eso tienen tanto miedo>>.Eran días espantosos, veía a los criados oj
El bosque otoñal callaba en un sepulcral silencio. De vez en cuando se escuchaba el estruendo de la batalla en el valle sombrío... Cañonazos. Relinchos desesperados. Estallidos. Saetas atravesando la carne seguida de gritos. Una bestia de acero escupir fuego... Allí se dirigía Niccolo. Caminaba solo, la coraza que le habían puesto Camielle y Annie pesaba un poco. Tenía protecciones para el torso, los brazos y las piernas bajo la capa azul desgarrada y sucia.Seth Scrammer regresó al pueblo devastado escoltado por Lucca. El rey dirigió una ofensiva de un gran número de soldados contra un destacamento de alquimistas. Lord Verrochio había construido armas bélicas y estaban destrozando las escasas fuerzas del ejército rebelde dominando una colina. El reducido gremio de magos partió sobre caballos junto al rey y otros pocos soldados que podían pelear. Annie y Pavlov le colocaron pedazos de armaduras sueltos con ayuda de Camielle. Uno de los soldados heridos le prestó su espada, un
Apostaron a los heridos en maltrechas sábanas que cogieron de Deuxiemè Château a modo de camillas. Una larga hilera de moribundos se extendía en el campo de hierba mojada, los pocos ilesos estaban cansados mentalmente... Se disputaban bebidas alcohólicas para olvidar. Las esposas de los heridos que habían disparado flechas desde el Château lloraban desconsoladamente...Annie recorrió las hileras de sábanas manchadas de sangre... No sabía a quien buscaba. Pavlov, la esposa de un bardo, no dejaba de llorar recorriendo las casas destruidas y las murallas de tierra aferrada a una vieja lira. Annie encontró a un conocido.Elias se retorcía sobre una sábana ensangrentada, tenía un pedazo de madera clavada en el vientre... Bael, el anciano esquelético le gritaba a un soldado muy joven que lo sujetará mientras ensartaba el hilo de tripa por el ojo de la aguja. Sus gritos eran horrorosos... —¡Suéltalo! —Chilló Annie y de un empujón derribó al joven soldado.Elias
El salón del trono estaba repleto de nobles despreciables. Un millar de miradas inquisitivas lo perseguían mientras caminaba entre los susurros descarados y tomaba asiento en la larga mesa del consejo de guerra. Bel, su escolta, lo siguió como un autómata silenciando las bocas con su presencia de chirridos de acero. Los nobles lo miraban con sus ojos grasientos, ansiando. Se sentió asqueado, como si el salón estuviera lleno con estatuas de mierda. Una mano pequeña apretó la suya debajo de la mesa... Anaís le sonrió con confianza sentada al lado suyo, sus cabellos castaños crispados relucían junto a sus ojos castaños. La corona del difunto rey permanecía en el centro de la mesa, acaparando miradas obscenas como una puta cara fuera del alcance de los plebeyos.El funeral de Joel Sisley fue de siete días. Las campanas sonaron en toda la ciudad. El cuerpo del difunto recorrió las calles entre las multitudes de personas zarrapastrosas y nobles. El cuerpo presentaba un avanzado est
El invierno llegó y las nevadas se precipitaban violentas sobre todo el pueblo...Un manto blanco cubría al mundo mientras un frío cada vez mayor los hacía refugiarse. A pesar de todo, gran parte del ejército se movilizó como escolta cuando Seth Scrammer partió del pueblo en dirección al este. Cien soldados a caballo partieron bajo una tenue nevada.Mientras Camielle avanzaba en su caballo gris en medio de la columna, Annie no dejaba de tiritar.—Deja de moverte—exigió. La joven no dejaba de temblar pesé a llevar un grueso abrigo de lana y bufanda bajo la capa brillante de Niccolo—. Ambos nos caeremos.—Hace mucho frío—dijo mientras casteñeaba los dientes—... ¿Por qué tuvimos que venir?Aún nevaba, pero era una llovizna débil como las de principios de otoño. El rey Seth encabezaba la avanzadilla a través de la nieve y los árboles congelados sobre un esbelto corcel bayo de crines rojas. A su lado trotaba, orgullosa, Lucca della Robbia sobre una yegua clara y el c
Un animal se movió fuera del edificio, lo escuchó arrastrarse sobre la nieve. Frida se estremeció en sueños con el rostro pálido perlado de sudor, descansó finalmente muy entrada la noche. Damian se levantó de la cama y fue a asegurarse de que la puerta estuviera bien cerrada, últimamente estaba desapareciendo el ganado en el pueblo y los campesinos se lanzaban cizañas entre ellos. El cerrojo estaba trancado, una sombra cruzó la alfombra de luz que llegaba desde las lámparas de hierro en la calle. Se estremeció y fue a cerrar las cortinas, estaban sucediendo extraños acontecimientos en Puente Blanco. Su esposa seguía dormida, se alegró de que descansara, las fiebres habían bajado con mucho esfuerzo ya que Frida lo vomitaba todo. Estaba muy débil. Se pasó una mano por la barba negra y exhaló un vaho de aliento cálido.Damian Brunelleschi encendió una vela de cera perfumada. Las guardaba en un cofrecito de plata como un tesoro. Ya sólo quedaban tres velas, tendría que ir al Tem
El horror terminó... El pueblo los recibió con una lluvia de flores y gritos de regocijo. Pero agotados tras la marcha, la alfombra de flores de colores vivos quedó pisoteada y lúgubre bajo la columna estropeada de hombres, caballos y carros destartalados de madera chirriante. Todos aclamaban al caballero del Dragón Escarlata, pero bajo la zarrapastrosa cape rouge, Cedric Scrammer no se sentía triunfante, ni heroico. El último mes había sido una sucesión de horrores que habían arrastrado a los suyos a lentas y dolorosas muertes. Podía escuchar al duende masticando al ritmo del goteo de las tuberías oxidadas mientras una puerta crujía al abrirse…Bajo las botas altas de cuero negro, aún llevaba los restos de flores, sangre, suciedad, recuerdos… Miraba sin ver, cargando todo ese sufrimiento y pérdida. Los suyos tenían aquella expresión, hombres y mujeres en caballos desnutridos, personas a pie, heridos en carros agonizantes… pers