Le sonríe al mundo diciendo que es valiente y sus noches son eternas, ahí, envuelta en una cobija llora por que la valentía se ha quedado en la puerta. Porque es cobarde y él otra vez rompe su espíritu. Y él vuelve a romperla.
Sara gimió haciéndose un ovillo en la cama, trató de cerrar los ojos, de dormir, pero esa noche no podía, el corazón le latía con fuerza y aunque había logrado escapar de Eder, en los sueños la visitaba para robarle la valentía, o para asegurarse que ya no quedaba nada de la Sara que enamoró.
Las noches y las mañanas eran las más frías, y más esa noche que estaba lloviendo, sin electricidad y sin estufa. Había escuchado a Jimi llorar, pero ella no se había movido de la cama, no se había querido mover ni un solo centímetro, se odiaba, estaba odiando ser ese tipo de mujer q
Sara ahogó un gemido cuando lo sintió acostarse a su lado, pesado y oliendo a licor, seguramente había estado tomando, ella con cuidado se giró, abrazándose; rogando en silencio que él no despertara, que esa noche sea tranquila.Aunque deseo volver a dormir, aunque lo suplicó, ya no pudo, más cuando Jimi se levantó llorando, Eder se quejó y con dulzura, esa que casi no veía dijo en un murmuro:―Sigue durmiendo amor, iré yo ―Sara se sorprendió y lo vio ponerse de pie, ir al baño y mojarse el rostro, luego salir mientras despeinaba aún más su cabello color castaño. Ella, con cuidado se puso de pie y lo siguió, asustada de lo que pudiera hacerle algo a su bebé, pero no, esa noche parecía que él estaba sorprendiéndola de mil formas diferentes.Eder sostenía en sus enormes brazos al pequeño Jimi, tan c
Abraham con sumo cuidado abrochó los botones de la camisa celeste que Iván llevaba puesta, luego lo ayudó a sentarse para que pudiera atarle los zapatos lento, como si estuviera disfrutando el tiempo y tal vez era así. Él lo hacía. ― ¿Ya no podré verte más, Abraham? ―inquirió el pequeño con suma inocencia. El negro soltó el aire contenido y lo miró, sus ojitos bonitos, lo quería, desde que lo vio ingresar a la iglesia, desde que anduvo corriendo a su lado y desde que invadió su casa con gritos, risas y dibujos animados, ahora que se iba solo estaba dejando un hueco en su corazón. ¿Era justo? No, pero ahora todos buscaban el bienestar del niño, y como le dijo su madre, en algún momento él podría tener su familia. Sara. Cuando se mencionaba la palabra familia él solo podía pensar en e
― ¿Cómo te sientes, Sara? ―la doctora preguntó. Era un pequeño salón pintado de blanco, dos sillones de color gris, una mesita blanca donde estaba la laptop de la doctora y al costado varios cuadernos. Ella tomó uno de color azul cielo, lo abrió y esperó pacientemente a que la mujer contestaba. Ahora las citas médicas eran semanales, las primeras semanas habían sido acompañada por familia, pero hoy todos habían tenido mucho que hacer, así que se había tenido que vestir rápido y venir en la camioneta ella sola, escuchando algo de música tratando de eliminar los nervios que estaban haciendo estragos con ella. ― ¿Hoy, o en general? ―Desde el jueves no nos vemos, dime, ¿Qué tal fue tu semana? ―Ah, sí, claro ―contestó con rapidez mordiendo su labio con nerviosismo. Tomó una respiración profunda y habló nuevamente―. Salí con mis hijos, Bianca le gusta mucho este lugar, está tomando danza y Jimi tiene amiguitos por aquí. Bianca siempre quis
Fernanda se sumergió en el agua dejando atrás la voz ronca de Héctor, los tatuajes en su piel y la intensa mirada, dejó atrás haber sentido la suavidad de su boca en su mejilla, pero sus amigas no. Desde que se habían despedido porque lo habían llamado, no habían dejado de preguntar. ¿Quién fue Héctor en su vida? Fue su primer amor, su primer todo y ahora estaba ahí, viéndolo cambiado y sintiéndose miserable por irse sin dejarle una nota, sin decirle nada. ¿Aun la odiaba? Esperaba que no, porque ahora parecía alguien peligroso. — ¿Viste el aro en su nariz? ¡Joder! Ese tipo parece haber salido de la cárcel. —Y sin embargo nunca salió de aquí, con las justas llega a Piura por el cine o comprar cosas, nomás. Los tipos de pueblo o puerto son así —dijo Brisa restándole importancia, Fernanda la miró mal e igual Pierina—. ¿Qué? —Media creída eres, ¿no? aun dependiendo de tus padres —la señaló Pierina y Brisa se ofendió, tomó la revista y se fue de ahí,
Para el amor que me sonríe a la vuelta de la esquina. SINOPSISAbraham amó a Sara desde la primera vez que la vio, desde que la escuchó reír y la vio bailar en la fiesta del mes de Julio. Ella sabía del amor del joven, pero más de una vez se había burlado de sus sentimientos, ¿cómo es que un muchacho de quince años podía amarla? Ella era una joven que en menos de un año se casaría, y Abraham un niño que tal vez en la mañana de otoño, amaría a otra mujer.Años después, Abraham sigue esperándola, en la casa de la esquina y los domingos en la plaza donde juegan al bingo. No se ha casado, ni siquiera ha tenido una relación seria porque dice seguir amando a una mujer que solo lo miró c
EPÍGRAFELleva los pantalones rotos, el corazón a punto de explotar y el celular en la mano. Ella nunca lo llamó, pero él ha activado el mapa para ir en su búsqueda. El amor puede doler a veces, el amor puede romper corazones.Pero el amor trae felicidad, el amor trae esperanza y el amor es la luz entre tanta oscuridad.El canto del gallo de la vecina era su alarma cada mañana, aunque a diferencia de otros días; los fines de semana no trabajaban. Tiró de las cobijas y miró hacia un lado, viendo como el sol trataba de filtrarse entre las cortinas y quiso reír, hoy no amigo, hoy me quedo en casa. Sus ojos viajaron desde la ventana, al reloj y luego hasta la vieja fotografía que descansaba en la mesa de noche, se acomodó en la cama y tomó el retrato reconoci
A las cinco de la mañana Sara abrió los ojos por las pesadillas, por un momento creyó que seguía en el departamento, que a su lado estaba Eder aferrándose a cuerpo, con aquellos labios rosados entre abiertos y murmuraba un; vuelve a dormir amor, yo le cambiaré los pañales. Sí, eran pesadillas, porque nada de eso volvería; porque él era un espejismo.Sara se puso de pie, sus pies estaban fríos y terminó metiéndolos dentro de sus pantuflas negras que le había dado su mamá y encendió la estufa, era demasiado temprano provocando que las temperaturas fueran bajas, pasada de las nueve volvería a estar fresco o demasiado caliente, era un pueblo; ahí siempre parecía verano.Tiró de la chaqueta negra y se asomó por la ventana, vio los burros pasar y también las ovejas, los perros ladrando mientras los due&ntil
Eres tan maravillosa, ¿Qué hice en mi otra vida para merecerte?Por favor no vayas a huir, quédate y descubre que entre tanta oscuridad los luceros te van a encantar. Abraham se despidió y volvió aceptar la siguiente llamada, saludó y la voz lo hizo sentir inquieto, nervioso por alguna extraña razón. ―Hola, Abraham ―la forma en la que dijo su nombre solo hizo que se removiera en el asiento incomodo―. ¿Qué sucede cuando ese amor tan grande ya no es sano? Dices que el primer amor y tal vez el ultimo no se olvida; ¿tampoco se olvida las noches donde él estuvo ausente? ¿Las noches donde hizo llorar? ¿O las noches donde le dijo que era insuficiente? ¿Eso no se olvida?