Margaret se bajó del taxi y caminó hacia la entrada de su edificio con un suspiro de alivio. Había sido un día largo, lleno de reuniones interminables y un tráfico infernal. Todo lo que quería ahora era un baño caliente y una copa de vino. Sin embargo, justo antes de llegar al ascensor, sintió una presencia familiar detrás de ella. Se giró y ahí estaba Emiliano, mirándola con esos ojos oscuros y penetrantes.— ¿Qué haces aquí? — preguntó Margaret, tratando de mantener la calma.Emiliano no respondió. En lugar de eso, dio un paso hacia ella, sus labios curvándose en una sonrisa enigmática.— Te hice una pregunta — repitió Margaret, esta vez con más firmeza —. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás con... tu prometida?La sonrisa de Emiliano se ensanchó, y Margaret sintió un nudo de irritación formarse en su estómago. ¿Acaso disfrutaba viéndola molesta?— Te mudaste... — dijo él, observando el edificio —. Hace casi un mes.— Eso no responde a mi pregunta — respondió Margaret, cruzando los br
El sol de la mañana apenas comenzaba a iluminar la ciudad cuando Margaret salió de su apartamento. A su lado, su hijo pequeño iba con la niñera, quien sonreía amablemente mientras conversaba con el niño. Margaret, sin embargo, tenía la mente en otro lugar, perdida en los eventos de la noche anterior. Aún sentía el peso de la confrontación con Emiliano y las emociones que había despertado en ella.Mientras se acercaban al coche, Margaret notó un vehículo conocido estacionado frente a la entrada del edificio. El corazón le dio un vuelco al reconocer el coche de Emiliano. Él estaba ahí, y mientras ella procesaba su presencia, Emiliano bajó del coche y se dirigió hacia ella con pasos decididos.— ¿Qué estás haciendo? — preguntó Margaret, tratando de mantener la compostura.Emiliano sonrió, pero había algo en su mirada que revelaba una mezcla de determinación y vulnerabilidad. Él estaba loco por ella. Tardó en reconocerlo, pero lo hizo, y anoche, después de enfrentarse a Armando, entendió
Margaret dudó por un momento en estar en un lugar como ese, pero finalmente accedió. Conociendo a Armando y confiando en su juicio, decidió seguir adelante con la invitación. Salió de su oficina con Sofía y se dirigió al club.Al llegar, un asistente la condujo a una habitación privada en el segundo piso. El lugar era lujoso y discreto, diseñado para encuentros que requerían privacidad absoluta. Margaret se sentía cada vez más intrigada por la naturaleza de la sorpresa.Al entrar en la habitación, encontró a Armando y su asistente, ambos con expresiones serias.— ¿Qué hacemos en un lugar así? — preguntó Margaret, tratando de ocultar su nerviosismo.Armando la miró con calma y le indicó que se sentara.— Por favor, siéntate. Tenemos algo que mostrarte — dijo, entregándole una Tablet.Margaret tomó la Tablet, y al presionar el botón de reproducción, quedó en shock. La pantalla mostraba una grabación en tiempo real de Valeria y el abuelo de Emiliano en la habitación contigua. Estaban sen
Emiliano salió del club con el ceño fruncido y el paso decidido. La conversación con Armando había dejado un sabor amargo en su boca. No podía entender cómo alguien podía ayudar a Margaret sin ningún tipo de interés romántico. Era algo que necesitaba investigar.— Luis, necesito que investigues a Armando — dijo Emiliano con firmeza mientras se dirigían hacia el coche.— Sí, señor —respondió Luis sin titubear.Emiliano asintió y, después de un momento de silencio, añadió:— Quiero saber todo sobre él. Qué hace, con quién se relaciona, cuáles son sus verdaderas intenciones.Luis asintió nuevamente, entendiendo la seriedad de la situación.Después de salir del club, Emiliano decidió acompañar a Margaret hasta su empresa. Aunque sabía que ella era capaz de cuidar de sí misma, no podía evitar sentirse protector. La acompañó hasta su oficina, aprovechando la oportunidad para ver a su hijo, Emanuel.Margaret se sentó en su sillón y se concentró en el trabajo, mientras Emiliano observaba a Em
Margaret asintió, sintiéndose ligeramente aliviada, pero la preocupación no desaparecía. Pasaron el resto del día en silencio, esperando noticias.Horas más tarde, el teléfono sonó nuevamente. Esta vez, era el hospital. Margaret contestó con manos temblorosas.— ¿Hola? — dijo con voz temblorosa.— Señora Margaret, soy el Dr. Rodríguez. Quería informarle que Pablo está estable por ahora. Ha perdido mucha sangre y tiene varias heridas graves, pero creemos que va a salir adelante.Margaret sintió una oleada de alivio, aunque la preocupación persistía.— Gracias, doctor. ¿Puedo ir a verlo? — preguntó.— Sí, pero solo por un breve momento. Necesita descansar.Margaret asintió, aunque el doctor no podía verla.— Gracias. Iré de inmediato.Colgó el teléfono y miró a Emiliano, que la observaba con preocupación.— Pablo está estable. Voy a ir al hospital a verlo.Emiliano asintió.— Te acompañaré.Llegaron al hospital y fueron conducidos a la habitación de Pablo. Cuando Margaret lo vio, su cora
Valeria caminaba de un lado a otro en esa pequeña habitación de hospital, con sus tacones resonando sobre el mármol brillante. La desesperación se podía ver claramente en su rostro, sus manos temblaban ligeramente mientras trataba de controlar su respiración. Pablo estaba sentado en un sillón es esa cama, observándola con una mezcla de pena y determinación. Sabía que lo que estaba a punto de decir cambiaría todo.— No puedes hacerme esto, Pablo. No puedes arruinar todo por lo que he luchado para conseguir mi objetivo — dijo Valeria, su voz temblando mientras apretaba los puños —. Yo estuve antes. No puedes abandonarme.— Incluso aunque me lastimes a mí o te deshagas de Margaret, el peso de tus acciones caerá de manera brutal sobre ti. — Pablo se levantó con cuidado de no lastimarse con la vía, su mirada fija en Valeria. Sus ojos reflejaban una intensidad que Valeria nunca había visto antes —. Margaret me respalda, pero ¿has pensado quiénes son los que respaldan a ella? — continuó Pabl
Margaret rio suavemente, sintiendo una felicidad que no había sentido en mucho tiempo. Una vez fuera de la encimera, preparó las tazas de té, mientras Emiliano la observaba con una expresión de amor y devoción.Margaret y Emiliano se miraban en silencio, sus tazas de té medio vacías sobre la mesa del salón. La atmósfera estaba cargada de una electricidad palpable, una tensión que ambos sentían, pero ninguno se atrevía a mencionar. Emiliano se levantó del sofá y se acercó a Margaret, su mirada intensa y fija en ella. Margaret sintió su corazón acelerarse, su respiración volverse más pesada.— Margaret — dijo Emiliano en un susurro, su voz ronca y cargada de deseo.Antes de que Margaret pudiera responder, Emiliano se inclinó sobre ella, acorralándola contra el sofá. Sus manos firmes se posaron en los brazos del sofá, creando una barrera que la mantenía atrapada. Margaret sintió su cuerpo calentarse por la cercanía de Emiliano, cada centímetro de su piel vibrando con anticipación.El bes
Emiliano se levantó de un salto, su celular en la mano, los ojos abiertos de par en par mientras leía el contenido en la pantalla. Margaret, que estaba recostada en la cama, se incorporó rápidamente, cubriéndose con las sábanas y observando a Emiliano con una mezcla de preocupación y confusión.— ¿Está todo bien? ¿Pasó algo, Emiliano? — preguntó Margaret, su voz cargada de inquietud.Emiliano la miró con una expresión de incredulidad y molestia. La tensión en la habitación se hizo palpable.— ¿Tú hiciste esto? — preguntó Emiliano con un deje de molestia en su voz, extendiendo su celular hacia Margaret —. Esto puede arruinar a la familia De Lucca. Es demasiado... fuerte — susurró, casi sin poder creer lo que veía.Margaret tomó el celular de las manos de Emiliano y observó la pantalla. Lo que vio la dejó sin aliento. Eran las mismas imágenes que había visto en el video de seguridad del club, imágenes comprometedoras de Valeria y el abuelo de Emiliano.— Yo no publiqué esto — respondió