NARRADORAFiona no se podía creer cuando fue sacada de su habitación brutalmente por los guerreros del Concilio.Pero menos cuando vio al hombre que orquestaba toda esta detención en su contra.—Dime dónde está tu hijo y el barco —Harold le preguntó cuando se encerraron solos en el despacho del Alfa.Fiona, amarrada y de rodillas sobre la alfombra, lo miraba con odio.Él hablaba entre dientes, rabioso del dolor intenso, aguantado, sudando a raudales y resistiendo a duras penas.Todo por culpa del hijo de esta arpía.La mordaza de Fiona fue retirada a la fuerza, pero lo único que hizo fue escupirlo y gritarle atrocidades.Este malnacido traidor. No le diría nada de Nathan.—¡¿Cómo pudiste delatarme después de llenarte los bolsillos con mi magia…?!¡PAF!La bofetada de revés la arrojó sobre la alfombra, y un hilo de sangre bajaba de su labio partido.El odio florecía en las venas de Fiona Langford, y mientras más indignación sentía, más tóxica se volvía la magia en su sangre.—Llama a t
NARRADORASería fácil quitársela de encima, pero Fiona le acertó un golpe, justo en las costillas que Nathan casi le había fracturado.—¡Aaagggrr, maldit4 desgraciada! — lucharon encarnizadamente.El lobo del secretario iba a salir a desgarrarla, pero solo bastó que las manos de Fiona se aferraran a sus sienes.Harold miró hacia arriba con algo de terror en sus ojos.Vio una luz brillando desde las manos de la lupina y, lo que era peor, lágrimas, lágrimas cayendo de las pupilas lobunas encima de su rostro.Fiona siempre le daba el producto final en una botellita, un líquido raro que era la toxina para manipular las mentes y los lobos interiores.En dosis elevadas podía enloquecer a cualquiera.Todo una bendición mortal que ahora ella usaba contra él.Gritando y ambos rugiendo, Harold perdía la batalla y la conexión con su lobo era casi nula.Fiona estaba sobrecargando su poder.Movilizaba la magia a sus manos para aturdir la mente del enemigo y lágrimas caían sin cesar de sus ojos.Es
NARRADORASu corazón estaba demasiado pesado, su cuerpo más allá del cansancio, pero seguía perseverando porque la vida de muchas personas dependía de que esta embarcación llegara a tiempo.Miró las tablas bajo sus pies.Extrañaba tanto a Trinity y esos días en que solo tenía que ver la manera de seducir a la sexy secretaria pelirroja que lo encandiló en aquella empresa.—Nathan, ya todo está listo, podemos partir —la voz de William le llegó desde su espalda.Por suerte lo había dejado atrás; si no, su mejor amigo quizás habría muerto también.El paradero de su madre era incierto.No había muerto, sentía ese lazo de sangre, pero se enteró de que la manada Neira estaba rodeada por el Concilio y él era buscado como prófugo.Hoy se decidiría su destino, no tenía lugar seguro al cual escapar.—William, necesito pedirte el último favor, amigo mío —se giró para enfrentarlo, y a William no le gustó para nada la expresión de su cara.—No, Nathan, no —dio un paso atrás.—Tienes que quedarte, v
NARRADORALa inspiración fue generalizada en el salón, pero también los rostros de burla, menospreciando al joven Connor.No solo con bravuconería se llegaba al escaño que todos codiciaban, ni siquiera era un Anciano. ¿Cómo se atrevía a reclamar el derecho a sucesión?—Querido cachorro, creo que hablo por todos cuando te digo que aún eres muy joven para aspirar a tanto...—¡No soy ningún cachorro! ¡Mida sus palabras, Anciano en funciones! —Henry desplegó su aura de Alfa poderoso; sin embargo, era obvio que, al chocar contra la de Oliver, sintió el peso del poder.Apretó los dientes y cerró los puños; no demostraría debilidad bajo ningún concepto.Además, aún contaba con su haz bajo la manga, solo que no imaginó que sería la misma, de la que se apoderó Oliver.De hecho, esperaba enfrentarse más bien a su secretario, pero no estaba por ningún lado.—¡Tengo un aporte que puede cambiar las cosas para nuestra raza, hacernos más fuertes, sanar nuestros problemas! —se giró para hablar con el
NARRADORA1 HORA ANTES DEL ENFRENTAMIENTO EN EL CONCILIO.Nathan miraba por los binoculares náuticos hacia la enorme barrera que cercaba el embarcadero del Concilio.Sus manos apretadas con fuerza sobre el plástico.—¡Maldición! —masculló enojado.Se debatía entre llamar a Henry o esperar, pero ya la luz del día lo delataba por completo.Vio incluso a lo lejos unas lanchas de patrullas del Concilio haciendo sus rondas.Cuando ya se disponía a realizar una locura, vio la señal en lo alto de una torre de vigilancia.El corazón de Nathan latió apresurado contra su pecho.Se cercioró de que las luces parpadearan según el código que se inventaron él y Henry.—Dos… una… tres y… ¡una! ¡Eso es! —palmeó con fuerza el timón. ¡El hombre de Henry lo había logrado!—Chicos, bájense en el bote, iré solo —les dijo a los guerreros de su tía y, a pesar de sus protestas, Nathan los despidió.Fuera lo que fuera, no metería a estos hombres inocentes dentro de esa fortaleza.Siempre existía la posibilidad
NARRADORADean se giró con los ojos muy abiertos, las manos le temblaban a pesar de quererse contener.—Se… Señoría, ¿usted? —¡Era Loran en persona, joder!, ¡¡¡Era el Anciano Mayor!!!¡¿QUÉ HACÍA VIVO?!—¿Qué? ¿Sorprendido? —Loran se acercó paso a paso.Todo este tiempo de cuidados y reposo lo habían llevado a filtrar el veneno en su sangre y recuperar su poder.Le debía más de lo que podía pagar a esas dos maravillosas pelirrojas.—Yo, yo no, Señoría, no tuve nada que ver con… —Dean dio un paso hacia atrás, casi al borde del muelle.En su nerviosismo se dio cuenta de que estaba admitiendo que sabía lo que le hicieron a Loran.—Claro que no tuviste que ver, tu cerebro de chorlito no te da para tanto, pero disfrutaste también de mi caída, ¿verdad? —Loran se acercaba más y más, su aura se iba haciendo pesada, asfixiante.Un manto dorado cubría su cuerpo, su lobo estaba por salir, sus caninos alargándose, la ira recorriendo sus poros.—¡NO! ¡Usted sabe que aunque quiera no puedo luchar c
NARRADORA“Loran, no sé qué te dijeron, qué puedes estar pensando, pero yo he hecho todo para buscarte, hermano, ¡me estás malinterpretando!”Oliver bajaba la escalera, ansioso, hablando en la mente del Anciano Mayor.El sudor frío le bajaba por la espalda, empapando su ropa.Esa mirada en los ojos de Loran… la había conocido desde que eran niños.Lo sabía muy bien, estaba acabado.“Ahorra fuerzas y saliva, Oliver, las vas a necesitar.”Loran le respondió observando a todas las personas que bajaban a tropel por los escalones.Sus rostros eran unos poemas.Sabía que más de la mitad de ellos lo odiaban por mantener el poder tantos años e incluso se alegraban de su caída.Ya ajustaría cuentas con cada uno de ellos poco a poco.Esta experiencia le abrió los ojos a muchas serpientes ocultas a su lado.Una lástima que el mayor traidor no haya llegado vivo a sus manos.—¡Anciano Mayor, qué bueno que está bien!—¡Anciano, le recé tanto a la Diosa porque pudiera regresar a casa!—¡Gracias, mis
NARRADORA—Nathan, ¿por qué tienes que ir tú? Tengo miedo —Trinity se aferraba a su camisa.Le habían dado privacidad en una de las salas del Concilio. Scarlett estaba pegada al “abuelito” como un chicle.—Nena, yo mejor que nadie conozco el Alondra, tengo que ir, es también por Scarlett —le dijo abrazándola fuerte contra su pecho.Diosa, se encontraron apenas hace unos momentos y ya se tenían que separar, pero esta travesía significaba mucho para ellos.Nathan tampoco quería dejarla, joder, algo inquietaba demasiado a su lobo. Pensó que quizás era el temor de fallar en esta aventura.—Todos hablan de la cura, la cura… ¿qué es exactamente la cura? —Trinity preguntó susurrando contra su cuello, dándole suaves besos, aspirando su aroma.No quería que Nathan se arriesgara así, se resistía con todo su ser.—Es una planta mágica, como un alga luminosa, eso es lo que está en los registros —le respondió.La verdad, ni siquiera lo tenía muy claro.Solo un hombre lobo logró regresar de la zona