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Anabella es rechazada

Era el día de la entrevista, la joven Anabella se encontraba ya en la oficina de recursos humanos de la empresa, en ese lugar el jefe del departamento le dio muchas explicaciones ,pero sobretodo disculpas del por lo cual no había aceptada, que la empresa no se encontraba contratanto, que todo había sido un error, que en cuanto las cosas mejoraran la volverían a buscar, pero ella sabía qu era mentira, una sucia y vulgar mentira.

Anabella salió del gran edificio de cristal con el rostro crispado entre en el enojo y la frustración, en la entrevista habían sido claros, no tenían trabajo para ella por el momento, era algo muy odioso para ella, días antes en la entrevista vía videollamada le habían casi asegurado que el puesto era para ella, lágrimas de enojo corrieron por sus mejillas, no quería que la gente la mirara llorar así que camino con rapidez con dirección a su automóvil. 

No, no me lo dieron — su voz se escuchaba claramente cansada y un tanto mortificada —me habían dicho que el trabajo era casi mío, el ir a esta entrevista el día de hoy era simple formulismo — Anabella entro en su automóvil y lanzo su bolso en el asiento del copiloto, se sentía realmente sentía deseos enormes de llorar y de gritar. 

Encendió el automóvil y comenzó a manejar, de inmediato sintió hambre, no había cenado ni tampoco desayunado, cuando miro el reloj de su muñeca eran más de medio día, tenía que ahorrar, no podía ir a uno de los restaurantes donde acostumbraba, así que iría a una cafetería de cadena, y comería algo ligero más su dosis de cafeína, necesitaba un frappe o algo con azúcar; así que condujo al centro comercial más cercano, ahí podría tomar su café y pensar un momento en lo que acababa de suceder. 

Sus pensamientos eran caóticos, la preocupación por la adicción al juego de su madre, que su padre se encontraba en la más profunda depresión y que ella tenía que mostrarse fuerte por todos ellos, su hermano mayor tenía que regresar a su trabajo a Europa así que este no era de mucha ayuda, él tenía ya a su propia familia por la que se debía preocupar, en esos momentos choco contra alguien que casi la hace perder el equilibrio antes de sostenerla con uno de sus brazos. 

Deberías de tener más cuidado por donde caminas, Annie — hablo una voz con acento ligeramente italiano — puedes hacerte daño — dijo en tono suave y cariñoso el dueño de la voz, era Jean Carlo Andollini, quien iba vestido de manera casual y con una sonrisa en el rostro al ver a la joven. 

¡Tú deberías ser más cuidadoso y no chocar con la gente! — le dijo en tono molesto al hombre que la sostenía — ahora me puedes dejar tranquila, llevó prisa y tengo hambre, no he desayunado — la chica se separó. 

Así que quitate de mi camino— hablo en tono de mal humor, pero con lagrimas apunto de salir de sus hermosos ojos grises.

¿no has desayunado? — frunció el entrecejo el hombre al escuchar que la joven- ¿Por qué diablos no has comido Anabella? —le dijo molesto el hombre— ven vamos, comerás algo, y yo lo supervisare, eres como una niña pequeña, ¿lo sabes? — Andollini se escuchaba molesto, en verdad en ocasiones, Annie era como una niña — ¿Qué quieres desayunar o comer?, vamos a dónde tu desees, y supervisaré que comas bien. 

Lo que sea, pero te advierto que no tengo dinero— hablo la joven — asi que me tendras que invitar.

 ¿a donde fuiste que no desayunaste? — cuestiono Jean Carlo con severidad.

Fui a la entrevista de trabajo — su voz se escuchaba entrecortada y triste, hasta ese momento se mostraba firme — me dijeron que por el momento la plaza ya se encontraba ocupada, cuando días antes me habían confirmado que esto ya era solo formulismo —la joven tenía lágrimas en los ojos —me siento mal. 

Vamos a que comas y te relajes, no puedes regresar de esa manera a casa — hablo Jean Carlo con voz calmada — no deseo que te enfermes — Jean Carlo le ofreció el brazo a la joven, este se le quedo mirando de manera incrédula, pero no lo acepto. 

Acepto el desayuno —dijo Anabella con tono fuerte —¿Qué haces en el centro comercial?, no sabía que te gustara, además es un día laboral — la chica, volteo para ver al hombre que le sacaba casi treinta centímetros. 

Vine a comprarle unas cosas a mi padre, quería unos chocolates y algunas cosas para hacerlo sentir mejor —hablo Andollini — quiero que estos días la pase tranquilo y relajad, no  deseo que se sienta mal, el trabajo lo puedo hacer desde casa, así que me ocupo de sus cosas — dijo en tono seco — ¡Alexi! — le hablo a uno de los guardaespaldas que lo iba siguiendo —lleven los paquetes a mi padre, y — díganle que me tardaré un poco el día de hoy, que me salió un compromiso urgente — el hombre pidió con amabilidad a sus guardias que asintieron, y uno de ellos se retiró con algunos paquetes y el otro se quedó. 

Vamos, Annie, yo igual tengo hambre, así ninguno de los dos comerá solo — el hombre se mostró amable con la chica y está bajo un poco su altanería contra él — quiero que te relajes un poco, por favor, no soy tú enemigo, al contrario, yo quiero apoyarte, ser tú amigo, pensé que ya lo éramos, por eso te propuse ese contrato — dijo el hombre en tono calmado. 

Tú propuesta se me hace sucia y repugnante, es lo único que te puedo decir, Jean Carlo —Anabella hablo de manera cortante — vamos a comer, hablemos de otras cosas, ¿dime como se encuentra tú padre?, ¿en verdad se encuentra tan mal? — se encontraba realmente preocupada por el señor Andollini y miro al hombre a los ojos. 

Es cáncer terminal, al parecer los médicos solo le dan un par de meses de vida —hablo el hombre con pena — él quiere verme casado y que sea feliz, he estado todo el tiempo viviendo la vida loca, de una mujer tras otra, y mi última amante — esto lo dijo sin pizca de pudor —no es del agrado de mi padre, dice que es una oportunista, caza fortunas — lo dijo en un acento italiano bastante marcado —por eso quiere verme casado con una buena chica y a ti te tiene aprecio, pero sobre todo te admira —le sonrió con cariño el italiano. 

¿por que me admira? — cuestiono la chica, era bastante raro, ella era una joven bastante común— no entiendo.

Eres determinada, no te gusta que otros te ordenen, al contrario sabes mandar y llevar cosas dificiles, por eso te admira, ya que eres una mujer admirable, igual te quiere como una hija— hablo el italiano.

Entraron en una cafetería en la cual recibieron con amabilidad a Jean Carlo, el capitán de meseros, los acompaño a la mesa y les dio las cartas del menú, Jean Carlo comenzó a leerla de manera lenta, desviando la mirada ocasionalmente a la joven, quien se miraba un tanto ansiosa y con la mirada fija en el menú. 

Lamento lo de tú padre, Jean Carlo — le dijo Anabella Connor con sinceridad — pero aun así no acepto tú trato, no me convence —dijo tajante, pero con cierto temblor en la voz. 

 

 

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