sentido de pertenencia

Narra DYlan

Estaba nervioso como si fuera un chiquillo en su primera vez con una mujer, verla desnudarme,  con torpeza y sonrojó me habían indicado que nunca había estado con ningún hombre, y yo no iba a dañarla así como así, nuestra primera vez debía ser especial y inolvidable, si era que había primera vez, deseaba que Helen logrará enamorarse antes de que se disolviera el contrato de forma espontánea como lo había descrito.

Con un poco de dificultad tomé una toalla que estaba cerca de la tina de baño, y arrastrándome logré sentarme en el inodoro.

—¡Helen estoy listo! —grité temblando de los nervios.

Enseguida ella abrió la puerta del baño; sus mejillas estaban sonrojadas. Sin mirarme acercó la silla de ruedas y con algo de dificultad me arrastró y subió en ella para salir del baño.

Me ayudó a vestirme. Su mirada tierna me tenía loco, aunque no dejaba de pensar en lo malagradecida que había sido, y de vez en cuando me ganaba la rabia y la ira.

—Puedes acostarte Helen, No pienso tocarte—le dije con desdén, para que no notara mi vulnerabilidad contra ella.

Se acostó a mi lado y aunque estuvo bastante incómoda por varias horas, logró dormirse. Aproveché para mirarla; era una mujer realmente hermosa, sus rasgos finos, su nariz pingada. Sencillamente tierna.

En la mañana siguiente me levanté temprano, tenía que ir a la oficina a firmar unos papeles, además de que había matriculado a Helen en una universidad para que pudiera estudiar enfermería. No quería que sintiera que yo quería truncar sus sueños, sus estudios.

Le pedí a una sirvienta que apenas despertara le llevará el desayuno a la cama, después de desayunar me fui a hacer todo el papeleo para que estudiara lo antes posible. Estaba todo listo el director era un gran amigo mío y no hubo problema que empezará dos semanas después de que ya habían comenzado las clases.

Al salir de allí me dirigí a la oficina, había muchas órdenes que firmar y muchas reuniones por asistir. Cuando entré a la oficina mi secretaria me siguió a toda prisa.

—¿Qué pasa? ¿por qué estás tan exasperada Lucí? —pregunte con curiosidad.

—Señor disculpe, la prensa ha comenzado a hablar de usted y de su matrimonio.

—La prensa siempre habla, no entiendo por qué te sorprende eso —me senté en el escritorio restándole importancia.

—No es eso pues han dicho que su esposa es una zorra, que se ha casado con usted por dinero, que ninguna mujer en sus cabales se casaría con un paralítico —apreté los puños molesto.

¿Acaso no era un hombre capaz de estar con una mujer? 

—Dame el periódico —lo arranque de sus manos, para mirarlo perplejo sin poder creerlo.

Ahora entendía el porqué se habla de mi matrimonio ¡Helen se estaba besando con un jovencito de su edad. , estaba enojado, celoso, lleno de irá!

—Es una mosquita muerta —musite con los dientes apretados.

Arrugue el periódico con odio y salí hecho una furia de la oficina.

Llame a mi chófer, para que me lleve al despacho  de abogados de mi amigo Gonzalo. Necesitaba calmarme o sería capaz de asesinar a Helen con mis propias manos si era necesario.

Yo que quería enamorarla, quería darle mi vida y convertirla en una reina, hasta había pensado en traer a su mamá con nosotros y ella me pagaba de aquella manera avergonzandome delante de la prensa, y amistades de estatus social.

Entre como alma del diablo por la puerta de la oficina de Gonzalo apenas su secretaria me dijo que entrara.

—Sabías que ibas a venir, es noticia tus cachos en toda la prensa —arrugue el entrecejo molesto

—Te juro que quiero matarla —sonrió con malicia.

—Cálmate es una jovencita, ¿creías que no tenía novio en el colegio? Te lo dije hermano que una niña no iba a poder llevar tus cargas, y no sé cómo harás para que no te haga pasar el ridículo en la fiesta de gala de este año, y en todo lo que amerita ser la esposa del magnate más millonario del país,.

Rasque mi Nuca pensativo, no había pensado en todo lo que acarrea ser mi esposa. Fiestas de gala, prensa encima, viajes de negocios dónde ella tendría que acompañarme. La vida de rico era muy escandalosa, y aunque quería mantener mi vida privada al margen de periodistas, fue imposible después de la pérdida familiar que tuve y mi accidente, desde entonces tenía encima paparazzis inspirándome en la Nuca.

—Necesito beber algo, hace años que no voy a un bar, ¿me invitas a tomar unos tragos? —sugeri, sentía la garganta seca en ese momento.

—Sería un honor hombre verte vivir de nuevo me contenta de corazón hermanó.—palmeo mi hombro.

Me había encerrado tanto en la oficina, había caído tanto en depresión después de la muerte de mi esposa y mi hijo,  que había olvidado la última vez que salía por un trago con Gonzalo.

Salimos de aquel despacho, mi chófer me ayudó como siempre a subir al auto, pero como queríamos ir solos lo mandé a casa.

Fanny Baker era un excelente ambiente para ahogar las penas, Gonzalo y yo nos sentamos en unas de las mesas a beber trago tras trago, platicamos y reímos, pero yo no dejaba de recordar el maldito periódico donde estaba ella besando a ese chico.

—¿Qué piensas Dylan? hombre, hombre te estoy hablando de hace rato y no me contestas—alzo un poco la voz Gonzalo llamando mi atención.

—Es solo que no dejo de pensar quien será el chico que la estaba besando.

—Un chiquillo de la preparatoria claro está, lo que tienes que hacer es asustarlo para que se aleje de ella y ya —me quedé pensativo aún molesto.

¿ Se habrá ya acostado con él?  ¿Maldición! Cada vez que pensaba en esa posibilidad me hervía la sangre en gran manera.

Después de beber por varias horas, Gonzalo me llevó a la mansión, era de noche y esperaba tener a mi esposa conmigo en mi cama, era su deber dormir conmigo todos los días, era su responsabilidad atenderme y ayudarme a vestir a este inútil que tenía como marido,¡Pero que era su marido! ¡Joder! No sé qué pasaba por mi mente pero lo cierto era que Helen me tenía loco y obsesionado con ella, quería hacerla mía, quiera comer su cuerpo hasta cansarme y devorar sus labios hasta gastarlos.

Cuando llegué a la mansión Camilo, mi chófer me esperaba afuera de este,  me ayudó a bajar del auto de Gonzalo para luego adentrarme en el interior de mi casa, no sabía qué hora era pero quería verla, quería ver su cara.

—¿El Señor quiere que lo ayude a vestir? —preguntó Margarita mi sirvienta de confianza.

—¿Y mi esposa dónde está? —estaba mareado por los tragos, y  en la cabeza me daba vuelta la imagen de Helen con aquel mocoso .

—Está en su habitación —bajó la mirada con miedo a responder—. Ella pensó que no debía dormir en su habitación si usted no lo autorizaba.

La sangre comenzó a hervirme del coraje, ella tenía que dormir conmigo todos los putos días de nuestro maldito contrato, para eso había pagado por ella, para que fuera mi esposa, para que durmiera con este paralítico todas las noches, para que calentará mi cama para que jamás me dejará solo ¡jamás!

—Ve descansar Margarita mi esposa se hará cargo de mi —ordené molesto.

—Señor son las dos de la mañana la señora…

—Cállate Margarita y ve a descansar —le grité convirtiéndome en aquel maestro que todos le temían.

Me dirijo a su habitación y abrí la puerta de golpe. Estaba profundamente dormida pero no me importaba nada, estaba cegado por los celos , jamás en mi vida había sentido tanta rabia, tanto poder de pertenencia por una sola mujer como el que sentía por Helen Fonseca.

—¡Levántate ha llegado tu esposo! —grite tomándola del brazo fuerte.

—¿Qué te ocurre? ¿cómo me vas a despertar de esta manera? —se soltó de mi agarre.

—¿Qué haces en esta habitación? te dije que tenías que dormir en la mía conmigo.

—Señor es que….

—Es que nada, te vas a dormir allá y no quiero que jamás vuelvas a dormir con las sirvienta ¡¿me oyes?! —la apunte con mi dedo.

Ella temblaba de miedo, sus delicados ojos bajaron la mirada. No entendía como podía ser dos personas en un mismo cuerpo, una niña tierna y obediente y a la  vez una zorra que se besaba con cualquiera en la calle.

Conduje la silla de ruedas hasta mi habitación, ella iba detrás de mí a pasos lentos y seguramente temblando.

Me ayudó a ducharme y también a vestirme. Está vez deje que me viera completamente desnudo, me sentía un depravado pero la deseaba con todo mi ser, deseaba que ese beso me lo fuera dado a mi y esa era la verdad de mi molestia no see yo el.

—Duerme más pegada a mi—Le indiqué molesto.

—Señor está usted ebrio puede cometer una locura de la cual se puede arrepentir —musito.

—¡Te he dicho que duermas pegada a mí!—alce la voz—. ¿O no puedes estar cerca de tu esposo como lo estuviste ayer de ese chico en el centro comercial con que te besaste? —voltee para ver su expresión.

Abrió los labios sorprendida, sorprendida porque la había descubierto. Yo si era un despojó humano para ella, alguien desagradable para compartir una cama, pero con el se besaba, ¿que tenía el que yo no?, ¡oh lo olvidaba que podía caminar y yo no!.

—¿Dime quien es él?—le exijo.

—¿Es que crees que antes de dañarme mi vida, yo no tenía una?  ¿no tenía amistades? ¿no tenía familia?, no tenía un novio al cual amo con todo mi corazón? ¡él era con quién me estaba besando!…

Apreté los puños molesto y sin pensarlo dos veces la bese, la bese con rabia por sus palabras, por fin pobre esos labios que desde el primer día en aquel entrega de título me había incitado a probarlos.

Al principio quiso rechazarme, pero después se dejó llevar por mis cálidos labios, que la besaban con pasión.

Estaba alterado, tal vez el alcohol no era una buena compañía en aquel momento, pero me deje llevar y comencé a tocarla, a tocarla de una manera que había prometido no hacerlo sin su consentimiento.

—¡Yo soy tu esposo desde ahora en adelante, y no existe ningún novio aquí ok, y espero que no vuelva a suceder de nuevo eso, o jamás volverás a ver a tu madre!  —le dije separándome de sus labios .

Me dolió mucho decirle que no volvería a ver a su mamá, de hecho había estado al pendiente de enviarle todo el dinero que ella necesitaba para su operación, pero era necesario si quería lograr que me respetara.

Esa noche la escuché llorar casi hasta que amaneció, o hasta que yo logré dormirme.

Soñé con ese beso, ese beso que se había quedado grabado en mis labios, tan dulces y cálidos.

A la mañana siguiente tenía muchas reuniones atrasadas, además de que tenía cita médica con el neurocirujano  que iba a operarme, así que me levanté temprano con una resaca en la cabeza.

—Marina por favor, encárgate de contratar a alguien que le enseñe a mi esposa  como comportarse en las fiestas de gala, tengo una fiesta importante en unas semanas y quiero que asista —le dije a mi hermana quien desayunaba conmigo esa mañana.

—Pero Dylan si siempre te acompaño a esas reuniones, sabes que me encanta ir contigo.

—Sí, pero ya  tengo una esposa Marina y el deber de ella es acompañarme.

—Esposa que te ha dejado en ridículo en la prensa.

—¡Ya basta! te he dicho que hagas eso y eso harás!—golpee la mesa con fuerza.

—Como digas hermano—musito.

Salí de mi casa de nuevo molesto pero esta vez con Marina, que parecía querer llevarme la contraria en todo.

Camilo me llevó a las afueras de la ciudad en una clínicas de médicos irlandeses, dónde más tarde viajaría a Irlanda a operarme; estuve por horas en chequeos médicos, resonancias magnéticas y demás.

—¿Y como ve todo doctor?—Pregunte en la sala de consultas.

—Al parecer en un par de meses podremos operarte —miraba las placas—. Hay un 50% de probabilidad que el nervio que está obstruido pueda separarse y puedas recuperar la movilidad en las piernas .

Trataba de no alegrarme mucho ya está sería mi tercera operación, pero deseaba que la medicina irlandesa me hiciera recuperar las ganas de vivir y de poder darle a Helen todo lo que sería darle, solo esperaba que ella me aceptará tal como soy 

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