Narra Helen.Dylan junior había comenzado la escuela. Se lleva excelente con sus amigos, además de que practicaba fútbol en una hermosa academia donde Dylan lo acompañaba sin falta, hasta decía que tenía ganas de colocarse de entrenadorYo reía a mares porque él lo decía muy serio, y a diferencia de Dylan junior él era malísimo en fútbol. Yo había conseguido trabajo de medio tiempo como enfermera, Dylan insistía en que él podía comprarme una clínica si yo quería, pero le dije que no, me gustaba la sencillez, y creo que el se estaba acostumbrando, porque ahora a hecho amistad con unos vecinos y todos los fines de semana hacemos asado mientras tomamos unas cervezas, aunque siempre con su glamour por delante, organizando paseo por museos, distracciones en paracaídas, y demás, y pues lo dejaba ser así, porque hay cosas que no puede uno cambiar.Hoy Dylan junior sale temprano de la escuela, he decidido ir a buscarlo, ya que Dylan está con un dolor de estomago y unos horribles mareos y náus
Narra Helen.Las flores del jardín revoloteaban a toda magnitud, que parecía que la brisa iba a desprenderla de sus raíces. Yo estaba sentada mirando a mis hermosos hijos mientras los veía jugar con ellas. Había tanta paz en este lugar, que parecía que nunca habíamos sufrido tanto, las cicatrices estaban ahí, pero secas. Dylan acariciaba mi panza con todo el amor del mundo, al fin había accedido a dejarme comer un poco de pizza así que lo estaba aprovechando. Y hoy les digo que todos los embarazos no son iguales, y me alegro mucho de que a él le pegue el malestar.—No puedes tener novio nunca Camila, puede ser que papá te deje, tal vez cuando cumplas los ochenta —escuchó decirle tiernamente Dylan a Camila que lo mira con sus azules sin comprender.Dylan y yo comenzamos a reír.—¿Será posible que Dylan junior sea de esos hermanos sobre protectores?—le preguntó a Dylan mientras lo veo a lo ojos—.¿Tu no serás así verdad Dylan?—le pregunto mientras lo miró con una ceja alzada.El se pone
Todos al final vivieron su propia historia, cada uno tuvo altas y bajas, pero lograron ser felices, hasta el último momento de sus vidas, hasta el último aliento de sus respirar.A pesar de que cada quien tuvo su propia vida, todos los años se reunían en la casa de Dublín, dónde hacían festejos en familia. Dylan se la pasaba por horas leyendo el libro que Helen había escrito; él amaba tanto contar esa historia, quería plasmar en sus palabras leídas, así como Helen escribió, aquel sentimiento. Todos sus nietos se sentaban para oírlo, mientras Helen se mecía en una silla a su lado tejiendo uno que otro atuendo; a pesar de que todos habían sido grandes empresarios, no dejaban de ser sus hijos, y cuando tenían que regañarlos lo hacía, y todos le hacían caso.Ahora vivían una vida de viejos, se sentaban todas las tardes a leer el periódico con un café en la mano, y pesar de su edad siempre hacían el amor, y con esto no habló de sexo, no, eso es muy básico, hablo de comprenderse, de cuidase
Allí iba yo, directo a casarme con un hombre en silla de ruedas que no conocía, un hombre que detestaba por haberme prácticamente obligado casarme con él; un hombre que me llevaba unos cuantos años de edad, y que me estaba obligando a vivir por siempre atada a un paralítico.Sí, como he dicho antes, a un paralítico. Y no era que fuese una mala persona que viera a esas personas como pocas cosas, era todo lo contrario; las admiraba por salir adelante a pesar de sus dificultades, pero, él Dylan Mayora era el hombre más cruel del mundo.Me llamo Helen Fonseca, hija de una familia de la clase media. Contaba con un padre llamado Arturo Fonseca; un hombre alcohólico, lleno de maldad que nos había hecho la vida imposible a mi madre y a mí desde que tenía uso de razón.Mi madre se llama Andrea Palacios; una mujer humilde y de corazón noble, una mujer dulce por la cuál daría mi vida si fuera necesario.Pero les contaré desde el principio. Tenía dieciocho años apenas cumplidos, y me estaban oblig
Me mire en el espejo en medio de una mueca. No entendía como Dylan había querido casarse conmigo; era una chica tan simple, sin ninguna gracia. Mis ojos eran grandes como los de la princesa Pocahontas y el color era avellanas. Mis cabellos castaños traspasaban mi trasero, pero mi cuerpo era tan simple; era delgada con un poco de anchura en mis caderas, pero mis senos eran planos y mi glúteos en pleno desarrollo.Trate de estar lo mejor presentada para la ocasión, a fin de cuenta era mi esposo y no quería que me viera mal por eso, tomé una ducha después del desayuno, para que se sintiera agradable con mi presencia, pero todo fue inútil cuando toqué la puerta del despacho y me miró con asco.—¿Puedo entrar? —pregunté nerviosa, mientras daba algunos golpes a la puerta.—Adelante —indicó sereno.Cuando abrí el despacho lo mire. Estaba en su escritorio mirando unos papeles, sin mirarme me indico que me sentará con una expresión sería en su rostro.—Señorita Helen puede tomar asiento por fa
Narra Helen.Cuando salí del despacho del el estúpido de mi esposo, entre en mi habitación a llorar, estaba triste y molesta, no sabía que hacía aquí, aunque estaba llena de lujos no disfrutaba de ellos, en esta casa yo era una empleada mas, además de que extrañaba a mi madre demasiado, quise reclamarle a Dylan por como fue tratada mi viejita y también como había sido tratada en aquella casa, pero preferí callarme, le tenía mucho miedo a Dylan y no quería que tomara represalia contra mi, si yo me ponía rebelde.Estaba acostada sollozando cuando mi querida cuñada entro a mi habitación sin tocar—Tu...levántate, mi hermano desea que vayas a comprar ropa. —Marina estaba roja del coraje como si le molestará que su hermano hubiera pedido que comprara ropa.Me levanté en silencio, solía no contestarle a las personas cuando estaban muy molesta, lo había aprendido de mi madre, siempre que papá llegaba tomado ella solo se limitaba a obedecer y a guardar silencio.Limpie un poco mi atuendo y s
Narra DYlanEstaba nervioso como si fuera un chiquillo en su primera vez con una mujer, verla desnudarme, con torpeza y sonrojó me habían indicado que nunca había estado con ningún hombre, y yo no iba a dañarla así como así, nuestra primera vez debía ser especial y inolvidable, si era que había primera vez, deseaba que Helen logrará enamorarse antes de que se disolviera el contrato de forma espontánea como lo había descrito.Con un poco de dificultad tomé una toalla que estaba cerca de la tina de baño, y arrastrándome logré sentarme en el inodoro.—¡Helen estoy listo! —grité temblando de los nervios.Enseguida ella abrió la puerta del baño; sus mejillas estaban sonrojadas. Sin mirarme acercó la silla de ruedas y con algo de dificultad me arrastró y subió en ella para salir del baño.Me ayudó a vestirme. Su mirada tierna me tenía loco, aunque no dejaba de pensar en lo malagradecida que había sido, y de vez en cuando me ganaba la rabia y la ira.—Puedes acostarte Helen, No pienso tocar
Narra Helen.La rica brisa se colocaba por la ventana, abrí los ojos con pesadez, me había costado conciliar el sueño porque no era fácil dormir con alguien desconocido.Tome una ducha y cuando salí, ya Margarita venía con el desayuno a la cama—¿Qué haces Margarita trayendo el desayuno a la habitación?—Pregunté con asombró. Todo este tiempo había desayunado como la servidumbre.—Son órdenes del señor, señora.—me dijo con la mirada bajá.—No me digas señora sabes que me llamo Helen no es necesario—musite segura.—Si lo es, No quiero que el gruñón de mi patrón se moleste si escucha que le hablo por su nombre.Me senté a desayunar en la cama , mientras platicaba con Margarita, se veía que era una señora mayor, de unos cincuenta o sesenta años más o menos.—Tu patrón es un monstruo horrible —esbocé soltando el odio que sentía por él.—No siempre fue así señora —la miré sorprendida.—¿Como así? —preguntó curiosa.—El señor Dylan era un joven alegre, chistoso, cálido y muy feliz —alcé una