Todos al final vivieron su propia historia, cada uno tuvo altas y bajas, pero lograron ser felices, hasta el último momento de sus vidas, hasta el último aliento de sus respirar.A pesar de que cada quien tuvo su propia vida, todos los años se reunían en la casa de Dublín, dónde hacían festejos en familia. Dylan se la pasaba por horas leyendo el libro que Helen había escrito; él amaba tanto contar esa historia, quería plasmar en sus palabras leídas, así como Helen escribió, aquel sentimiento. Todos sus nietos se sentaban para oírlo, mientras Helen se mecía en una silla a su lado tejiendo uno que otro atuendo; a pesar de que todos habían sido grandes empresarios, no dejaban de ser sus hijos, y cuando tenían que regañarlos lo hacía, y todos le hacían caso.Ahora vivían una vida de viejos, se sentaban todas las tardes a leer el periódico con un café en la mano, y pesar de su edad siempre hacían el amor, y con esto no habló de sexo, no, eso es muy básico, hablo de comprenderse, de cuidase
Allí iba yo, directo a casarme con un hombre en silla de ruedas que no conocía, un hombre que detestaba por haberme prácticamente obligado casarme con él; un hombre que me llevaba unos cuantos años de edad, y que me estaba obligando a vivir por siempre atada a un paralítico.Sí, como he dicho antes, a un paralítico. Y no era que fuese una mala persona que viera a esas personas como pocas cosas, era todo lo contrario; las admiraba por salir adelante a pesar de sus dificultades, pero, él Dylan Mayora era el hombre más cruel del mundo.Me llamo Helen Fonseca, hija de una familia de la clase media. Contaba con un padre llamado Arturo Fonseca; un hombre alcohólico, lleno de maldad que nos había hecho la vida imposible a mi madre y a mí desde que tenía uso de razón.Mi madre se llama Andrea Palacios; una mujer humilde y de corazón noble, una mujer dulce por la cuál daría mi vida si fuera necesario.Pero les contaré desde el principio. Tenía dieciocho años apenas cumplidos, y me estaban oblig
Me mire en el espejo en medio de una mueca. No entendía como Dylan había querido casarse conmigo; era una chica tan simple, sin ninguna gracia. Mis ojos eran grandes como los de la princesa Pocahontas y el color era avellanas. Mis cabellos castaños traspasaban mi trasero, pero mi cuerpo era tan simple; era delgada con un poco de anchura en mis caderas, pero mis senos eran planos y mi glúteos en pleno desarrollo.Trate de estar lo mejor presentada para la ocasión, a fin de cuenta era mi esposo y no quería que me viera mal por eso, tomé una ducha después del desayuno, para que se sintiera agradable con mi presencia, pero todo fue inútil cuando toqué la puerta del despacho y me miró con asco.—¿Puedo entrar? —pregunté nerviosa, mientras daba algunos golpes a la puerta.—Adelante —indicó sereno.Cuando abrí el despacho lo mire. Estaba en su escritorio mirando unos papeles, sin mirarme me indico que me sentará con una expresión sería en su rostro.—Señorita Helen puede tomar asiento por fa
Narra Helen.Cuando salí del despacho del el estúpido de mi esposo, entre en mi habitación a llorar, estaba triste y molesta, no sabía que hacía aquí, aunque estaba llena de lujos no disfrutaba de ellos, en esta casa yo era una empleada mas, además de que extrañaba a mi madre demasiado, quise reclamarle a Dylan por como fue tratada mi viejita y también como había sido tratada en aquella casa, pero preferí callarme, le tenía mucho miedo a Dylan y no quería que tomara represalia contra mi, si yo me ponía rebelde.Estaba acostada sollozando cuando mi querida cuñada entro a mi habitación sin tocar—Tu...levántate, mi hermano desea que vayas a comprar ropa. —Marina estaba roja del coraje como si le molestará que su hermano hubiera pedido que comprara ropa.Me levanté en silencio, solía no contestarle a las personas cuando estaban muy molesta, lo había aprendido de mi madre, siempre que papá llegaba tomado ella solo se limitaba a obedecer y a guardar silencio.Limpie un poco mi atuendo y s
Narra DYlanEstaba nervioso como si fuera un chiquillo en su primera vez con una mujer, verla desnudarme, con torpeza y sonrojó me habían indicado que nunca había estado con ningún hombre, y yo no iba a dañarla así como así, nuestra primera vez debía ser especial y inolvidable, si era que había primera vez, deseaba que Helen logrará enamorarse antes de que se disolviera el contrato de forma espontánea como lo había descrito.Con un poco de dificultad tomé una toalla que estaba cerca de la tina de baño, y arrastrándome logré sentarme en el inodoro.—¡Helen estoy listo! —grité temblando de los nervios.Enseguida ella abrió la puerta del baño; sus mejillas estaban sonrojadas. Sin mirarme acercó la silla de ruedas y con algo de dificultad me arrastró y subió en ella para salir del baño.Me ayudó a vestirme. Su mirada tierna me tenía loco, aunque no dejaba de pensar en lo malagradecida que había sido, y de vez en cuando me ganaba la rabia y la ira.—Puedes acostarte Helen, No pienso tocar
Narra Helen.La rica brisa se colocaba por la ventana, abrí los ojos con pesadez, me había costado conciliar el sueño porque no era fácil dormir con alguien desconocido.Tome una ducha y cuando salí, ya Margarita venía con el desayuno a la cama—¿Qué haces Margarita trayendo el desayuno a la habitación?—Pregunté con asombró. Todo este tiempo había desayunado como la servidumbre.—Son órdenes del señor, señora.—me dijo con la mirada bajá.—No me digas señora sabes que me llamo Helen no es necesario—musite segura.—Si lo es, No quiero que el gruñón de mi patrón se moleste si escucha que le hablo por su nombre.Me senté a desayunar en la cama , mientras platicaba con Margarita, se veía que era una señora mayor, de unos cincuenta o sesenta años más o menos.—Tu patrón es un monstruo horrible —esbocé soltando el odio que sentía por él.—No siempre fue así señora —la miré sorprendida.—¿Como así? —preguntó curiosa.—El señor Dylan era un joven alegre, chistoso, cálido y muy feliz —alcé una
Narra DylanCada segundo de mi vida pensaba en ella a tal punto de pensar que están obsesionado con aquella joven. No entendía si mi plan era enamorarla con mi actitud estaba logrando era alejarla aún más.Salí de la clínica y me dirigí a la oficina, pensé en esa noche invitarla a cenar y tener algún tipo de contemplación con ella, esperaba que correspondiera a mi invitación y no le diera vergüenza salir con un hombre en silla de ruedas.—Buenos días Lucy —salude a mi secretaria apenas entre a mi oficina.—Buenos días señor, ha llegado tarde, la señorita Amanda lo está esperando en su oficina desde hace unas horas.—¿Amanda? ¿y cuando llegó Amanda? —Pregunté asombrado.Amanda era la hermana de mi esposa, ella vivía en México y no nos visitaba desde que Alicia había fallecido.—Llego hace un par de horas, dijo que quería darle la sorpresa y lo está esperando en su oficina.—ok gracias Lucy —camine con el entrecejo arqueado, no sé si de molestia o de asombro.Entré a mi oficina y la muj
Los planes de ver a Alejandro se habían truncado cuando ví llegar la camioneta de Dylan a la mansión mucho antes de la hora, pero casi me da un infarto cuando en vez de bajarse Dylan lo hizo una mujer idéntica a la difunta que estaba dibujada en la habitación de mi querido esposo.Me quedé observando como Marina la besaba y abrazaba como si realmente se tratase de ella.Camine a la sala de estar y pude verlas platicar. Iba a darme media vuelta cuando Marina me llamo con altivez.—Helen por favor sube las maletas de Amanda a su habitación —me quedé estática apretando los puños de mis manos con molestia, ahí estaba de nuevo tratándome como sirvienta.Asentí con la cabeza y tomé las maletas. Me quedé paralizada cuando la mujer que estaba con Marina pregunto por la esposa del señor.—Me muero por conocer a la esposa de Dylan, imagino que debe ser una mujer muy hermosa, como para que tú hermano se haya casado con ella.—Ya la has conocido querida. Helen ven niña Amanda quiere conocerte.—¡