Liam enciende el auto y se sumerge en el tráfico nocturno. El silencio entre ellos es denso, cargado de pensamientos no dichos. Amara mira por la ventanilla, su reflejo distorsionado en el cristal. Él mantiene la vista fija en la carretera, con el ceño ligeramente fruncido. No sabe qué es peor: el incómodo mutismo o la creciente sensación de que esto no terminará bien. Quince minutos después, el motor se apaga frente al bar. Amara suelta un suspiro y baja, sintiendo el aire nocturno acariciarle la piel. Liam la sigue, manteniéndose a su lado, alerta. La música vibra desde el interior, y las luces de neón parpadean sobre el letrero de la entrada. Avanzan entre las mesas hasta donde los amigos de ella los esperan. –¡Amy, llegaste! –exclama Jazmín, abrazándola con entusiasmo antes de posar sus ojos en Liam. – ¿Y este bombón? – pregunta con una sonrisa traviesa. –Él es… –Amara vacila un segundo antes de responder, sintiendo una punzada de celos al notar cómo Jazmín lo mira. – Es com
–Vete si no quieres que te mate –le ordena Liam con los dientes apretados, su voz gélida, cargada de una furia contenida.Juan Pablo lo mira con desagrado, arqueando una ceja con una mezcla de burla e incredulidad –¿Amara, quién es este sujeto? –pregunta con un tono impregnado de fastidio, mientras lo observa con desdén, Amara siente su corazón acelerarse. El caos a su alrededor se disuelve en un murmullo lejano mientras observa a Liam, cada músculo de su cuerpo tenso, a punto de estallar. Su reacción ha sido impulsiva, peligrosa, pero lo que la desarma no es su amenaza, sino el fuego en su mirada. Un fuego que ella misma ha provocado.–¿Pero qué carajos te pasa, Liam? –le espeta, cruzándose de brazos en un intento de contener el torbellino de emociones que la sacude. Su tono es de reproche, pero en su interior, un atisbo de satisfacción se abre paso. Lo ha logrado. Ha avivado las llamas de los celos en Liam, y eso la llena de una extraña sensación de triunfo.–¿Chicos, qué está pasa
Liam la observa con una mezcla de paciencia y diversión. Sus golpes no le duelen, pero su actitud sí logra revolver algo dentro de él. –Amara, haz silencio y déjame llevarte a casa en paz– dice con firmeza, intentando calmarla sin alzar la voz.–No quiero. Déjame aquí y tú vete con esa zorra de Kate – escupe Amara, con la voz temblorosa, empujándolo con fuerza. Sin embargo, Liam no se mueve ni un centímetro. Su mirada se oscurece, y un músculo en su mandíbula se tensa.—¿Acaso no entiendes que no siento nada por Kate? —exclama Liam, con frustración. Se pasa una mano por el cabello, intentando encontrar la calma que Amara le arrebata con cada palabra. –Ella es solo mi amiga. —No me interesan tus mentiras —espeta mientras cruza los brazos sobre su pecho, endureciendo la mirada. — Déjame en paz, Liam. Quiero irme, quiero olvidar esta conversación… y, sobre todo, quiero estar con otro hombre. Las palabras caen como un golpe certero en el rostro de Liam y por un instante, su expresión
–Liam, vamos a otro lugar –susurra con los labios entreabiertos, su aliento cálido rozando la piel de él como una invitación prohibida.Liam traga en seco. Su mirada se oscurece, atrapada entre la lucha interna de lo que desea y lo que debería hacer. –¿Estás segura, Amara? –pregunta con un tono grave, casi rasposo, mientras recorre con la mirada su rostro encendido. Su cuerpo le grita que la tome de la mano y el saque de allí, pero su conciencia le recuerda que ella no está en su juicio habitual.Ella sonríe, cargando la cabeza con una expresión traviesa que lo desarma. –Sé lo que quieres, Liam. Y sé lo que yo deseo –afirma, mordiéndose el labio con una sensualidad que lo hace estremecer. Luego, se inclina un poco más. –No estoy borracha, solo estoy viva. Y quiero vivir este momento como si no hubiera un mañana– añade con un destello de desafío en sus ojos.La garganta de Liam se cierra un instante. Amara no es cualquier mujer, no es solo un capricho pasajero. Ella es la tormenta que
El implacable tic-tac del reloj se alzaba como un ominoso presagio, señalando la inminencia de una tragedia que acechaba en las sombras. En ese sombrío rincón del universo, el corazón de la señorita Amara latía con una ferocidad indomable, una tormenta en su pecho que no encontraba refugio en medio del caos desatado a su alrededor.–Señorita Amara, por favor, venga conmigo– ordenó el enigmático hombre, su voz resonando como un eco distante en el abismo de su terror. Sin embargo, ella estaba paralizada, sus extremidades temblando como una hoja en el viento huracanado de sus emociones desenfrenadas. Cada latido de su corazón era un eco retumbante de lo efímera que podía ser la línea entre la vida y la muerte en un instante.–No tenemos tiempo que perder. ¡Sígame rápido señorita!–insistió, elevando el tono de su voz mientras la amenaza inminente se cernía sobre ellos, con reporteros y policías a punto de invadir el lugar.La desesperación se apoderó del misterioso hombre, y sin titub
No obstante, con el pasar de los días las cartas cesaron y hoy en día la Casa de Modas Laveau se yergue majestuosa como un faro de prestigio y distinción, una entidad aclamada y altamente remunerada en cada rincón del planeta. Con su sede principal estratégicamente anclada en la ciudad de Milán, esta marca icónica ha tejido su presencia en una red global, extendiendo sus tentáculos a múltiples países. Una noche, el pequeño departamento que Amara había comprado para “momentos especiales” se encontraba en un manto de sombras, y el aire estaba cargado de una mezcla embriagadora de perfume y deseo. Amara se encontraba perdida en una vorágine que prometía ser inolvidable, aunque sabía que al amanecer solo sería un recuerdo borroso en su mente. Los dedos de un hombre, cuyo nombre apenas se esforzaba en recordar, rozaban su piel con una intensidad que bordeaba la desesperación. La risa de ambos resonaba en el espacio reducido, mezclándose con el ritmo entrecortado de sus respiraciones.Pe
Sin pronunciar palabra, Amara salió de la oficina de su padre. Cerró la puerta con un golpe seco que resonó en los pasillos, un eco que no solo marcaba el final de la conversación, sino también el inicio de una batalla personal. Sus pasos eran firmes, rápidos, como si el sonido de su caminar pudiera disipar la ira que le quemaba por dentro.Frente a la puerta de su habitación, se detuvo, jadeando ligeramente. De alguna manera, sentía que el aire estaba más denso, como si sus pensamientos pesaran más que nunca–¿Cómo pudo hacerme esto? –murmuró, empujando la puerta con la palma de la mano. El vestíbulo de su cuarto parecía el único lugar donde podía encontrar algo de calma, pero, al entrar, la frustración la golpeó nuevamenteSe sentó en el borde de la cama, mirando al vacío. ¿En qué momento su vida había dejado de ser solo suya?. Cada rincón de la casa parecía recordar su rol como la hija obediente, la heredera de la Casa de Modas Laveau. Pero ella quería más. Necesitaba más.–¿
El rostro de Cristóbal, quien en algún momento fue un interés romántico en mi vida, se tensa al ser confrontado con la responsabilidad que intenta esquivar. –Amara, eso es algo que corresponde al departamento de diseño. Yo solo tengo a mi cargo la distribución– murmura en un intento de deslindarse del asunto. Sus palabras resuenan en mis oídos como un eco de la desilusión que alguna vez sentí por él, pero en un instante, un pensamiento intrigante cruza mi mente: ¿podría convertirse en un prospecto de marido conveniente, uno que podría mantener bajo vigilancia constante? La tentación de usar su posición para mis propios fines me visita fugazmente, pero rápidamente la desecho. No permitiré que mis objetivos personales se interpongan en la misión que tengo entre manos. Mis ojos se estrechan en una mirada desafiante mientras respondo. –Estás cometiendo un error al pensar de esa manera. Nuestra empresa se caracteriza por la eficiencia y tu respuesta solo demuestra una carencia de ello– a