Amara se encuentra atrapada en la habitación, la presión dentro de su pecho se convierte en un nudo insoportable. No sabe si su mente se siente más confundida o su corazón roto, pero no hay tiempo para dudar. No puede permitir que Liam la vea nuevamente vulnerable. No puede permitirse mostrar inseguridad. Las preguntas que se encienden en su mente la queman, pero aún así da vueltas de un lado a otro.. ¿Cómo va a enfrentarlo? ¿Qué puede decir después de todo lo que ha ocurrido? Él merece una explicación, pero ¿qué podría decirle que no sea una mentira aún más dolorosa? Amara lo sabe, lo siente en las entrañas: no hay vuelta atrás, solo un futuro incierto marcado por sus decisiones. Con el ceño fruncido, Amara se dirige al espejo y un reflejo distante la observa, alguien que ya no reconoce completamente. Pero no tiene tiempo para debilitarse ahora. Se toma un momento para colocar unos lentes de sol oscuros que ocultan sus ojos, esos ojos que delatan su angustia. Y coloca una máscara
Liam se gira hacia ella con los ojos encendidos, atravesados por un dolor que no sabe disimular. –¡Estoy cansado, Amara! ¡Cansado de que me digas qué hacer, qué sentir, cómo actuar! ¡Cansado de que me pongas siempre en segundo lugar!–¡No es eso! –replica ella, pero su voz se queda corta, perdida entre la agitación de ambos. Sabe que es mentira. O al menos, que no es del todo verdad. –¿Ah, no? ¿Entonces qué es? ¿Control? ¿Miedo? ¿Orgullo? –La mira fijo, buscando una grieta en su armadura, un gesto, una emoción, algo que le diga que todavía hay algo de ella que lo elige, que lo quiere. –Te juro que no entiendo qué te pasa. Una noche te entregas a mí como si el mundo no existiera… y al otro día ya tienes todo planeado para borrarme de tu vida.Amara traga saliva con dificultad. Su rostro, aunque firme, empieza a tensarse, como si la contención estuviera por romperse. Pero aún así, sostiene la mirada. No va a ceder. No ahora. –Liam, no se trata de elegirte o no. Se trata de lo que es
–¿Sabes qué es lo peor? –susurra Liam, con una mezcla de dolor y rabia en cada sílaba. La voz le tiembla, pero no por miedo. Tiembla porque se está rompiendo por dentro. Porque ya no le queda nada más que decir que no duela. Mira a Amara como si verla lo desarmara y al mismo tiempo lo incendiara. –Amara… me estás tratando como a un maldito objeto.Hace una pausa, breve pero brutal. Le cuesta respirar, como si el aire mismo se negara a entrar en sus pulmones. Amara no dice nada. Solo lo mira. Tensa. Distante. Pero hay una grieta en su mirada que no sabe disimular.–¿Lo sabes? –insiste él, con la voz más baja pero más firme. –Como si no valiera nada más que ser… útil para ti. Como si mi existencia solo tuviera sentido cuando te conviene.Se pasa una mano por el cabello, despeinándolo aún más, como si el gesto pudiera ayudarlo a organizar la tormenta que lleva dentro. Pero no hay orden posible. No cuando ella está ahí. No cuando la ama y la odia al mismo tiempo.–No soy eso, Amara.
Liam la mira, temblando de rabia, pero también de algo que no puede reconocer del todo, algo que le duele más que la ira misma. Amara no lo necesita, nunca lo ha necesitado. Pero lo tiene allí, como un muñeco en sus manos, un simple objeto. Un juguete roto. –Tú y yo jamás fuimos más que eso –continúa ella, en voz más baja ahora, pero sin un atisbo de emoción. –Jefa y empleado. Con un simple contrato para casarnos. Nada más. Esas palabras lo golpean con la fuerza de una tormenta. Como un latigazo cruel que le rasga la piel y lo deja en carne viva. Liam aprieta los puños sobre el volante, su cuerpo entero está tenso, como si pudiera estallar en cualquier momento. La traición le arde en la piel, un fuego que no puede apagar, pero lo que más le duele, lo que realmente lo desgarra, es que, en el fondo, sabe que lo que ella dice no está tan lejos de la verdad. –Estás equivocada –dice con voz quebrada, casi inaudible, como si por fin el peso de sus propias palabras lo estuviera ahogan
Amara empuja suavemente la puerta de la casa de Cristóbal, que cruje como si también protestara por su presencia. La habitación está en penumbras, iluminada solo por la luz cálida que se filtra a través de la ventana alta. En las paredes, decenas de fotografías cuidadosamente enmarcadas cuelgan como testigos silenciosos de otro tiempo. Sin decir una palabra, se sienta con elegancia, cruzando las piernas con una calma fingida. Pero por dentro, el pecho le arde. –¿De qué quieres hablar conmigo? –pregunta finalmente, sin molestarse en ocultar el tono áspero de su voz. Sus ojos se clavan en una de las fotografías más recientes, en la que Cristóbal sonríeCristóbal tarda en responder. Se acerca lentamente y se sienta frente a ella, con una expresión tan contenida que parece a punto de estallar. –Yo no quiero hablar contigo Amara –responde al fin, con voz baja pero cargada de reproche–Eres tu la que necesita hablar… al menos eso me dijeron.Amara frunce el ceño, confundida por la dureza
El implacable tic-tac del reloj se alzaba como un ominoso presagio, señalando la inminencia de una tragedia que acechaba en las sombras. En ese sombrío rincón del universo, el corazón de la señorita Amara latía con una ferocidad indomable, una tormenta en su pecho que no encontraba refugio en medio del caos desatado a su alrededor.–Señorita Amara, por favor, venga conmigo– ordenó el enigmático hombre, su voz resonando como un eco distante en el abismo de su terror. Sin embargo, ella estaba paralizada, sus extremidades temblando como una hoja en el viento huracanado de sus emociones desenfrenadas. Cada latido de su corazón era un eco retumbante de lo efímera que podía ser la línea entre la vida y la muerte en un instante.–No tenemos tiempo que perder. ¡Sígame rápido señorita!–insistió, elevando el tono de su voz mientras la amenaza inminente se cernía sobre ellos, con reporteros y policías a punto de invadir el lugar.La desesperación se apoderó del misterioso hombre, y sin titub
No obstante, con el pasar de los días las cartas cesaron y hoy en día la Casa de Modas Laveau se yergue majestuosa como un faro de prestigio y distinción, una entidad aclamada y altamente remunerada en cada rincón del planeta. Con su sede principal estratégicamente anclada en la ciudad de Milán, esta marca icónica ha tejido su presencia en una red global, extendiendo sus tentáculos a múltiples países. Una noche, el pequeño departamento que Amara había comprado para “momentos especiales” se encontraba en un manto de sombras, y el aire estaba cargado de una mezcla embriagadora de perfume y deseo. Amara se encontraba perdida en una vorágine que prometía ser inolvidable, aunque sabía que al amanecer solo sería un recuerdo borroso en su mente. Los dedos de un hombre, cuyo nombre apenas se esforzaba en recordar, rozaban su piel con una intensidad que bordeaba la desesperación. La risa de ambos resonaba en el espacio reducido, mezclándose con el ritmo entrecortado de sus respiraciones.Pe
Sin pronunciar palabra, Amara salió de la oficina de su padre. Cerró la puerta con un golpe seco que resonó en los pasillos, un eco que no solo marcaba el final de la conversación, sino también el inicio de una batalla personal. Sus pasos eran firmes, rápidos, como si el sonido de su caminar pudiera disipar la ira que le quemaba por dentro.Frente a la puerta de su habitación, se detuvo, jadeando ligeramente. De alguna manera, sentía que el aire estaba más denso, como si sus pensamientos pesaran más que nunca–¿Cómo pudo hacerme esto? –murmuró, empujando la puerta con la palma de la mano. El vestíbulo de su cuarto parecía el único lugar donde podía encontrar algo de calma, pero, al entrar, la frustración la golpeó nuevamenteSe sentó en el borde de la cama, mirando al vacío. ¿En qué momento su vida había dejado de ser solo suya?. Cada rincón de la casa parecía recordar su rol como la hija obediente, la heredera de la Casa de Modas Laveau. Pero ella quería más. Necesitaba más.–¿