–Vete si no quieres que te mate –le ordena Liam con los dientes apretados, su voz gélida, cargada de una furia contenida.Juan Pablo lo mira con desagrado, arqueando una ceja con una mezcla de burla e incredulidad –¿Amara, quién es este sujeto? –pregunta con un tono impregnado de fastidio, mientras lo observa con desdén, Amara siente su corazón acelerarse. El caos a su alrededor se disuelve en un murmullo lejano mientras observa a Liam, cada músculo de su cuerpo tenso, a punto de estallar. Su reacción ha sido impulsiva, peligrosa, pero lo que la desarma no es su amenaza, sino el fuego en su mirada. Un fuego que ella misma ha provocado.–¿Pero qué carajos te pasa, Liam? –le espeta, cruzándose de brazos en un intento de contener el torbellino de emociones que la sacude. Su tono es de reproche, pero en su interior, un atisbo de satisfacción se abre paso. Lo ha logrado. Ha avivado las llamas de los celos en Liam, y eso la llena de una extraña sensación de triunfo.–¿Chicos, qué está pasa
Liam la observa con una mezcla de paciencia y diversión. Sus golpes no le duelen, pero su actitud sí logra revolver algo dentro de él. –Amara, haz silencio y déjame llevarte a casa en paz– dice con firmeza, intentando calmarla sin alzar la voz.–No quiero. Déjame aquí y tú vete con esa zorra de Kate – escupe Amara, con la voz temblorosa, empujándolo con fuerza. Sin embargo, Liam no se mueve ni un centímetro. Su mirada se oscurece, y un músculo en su mandíbula se tensa.—¿Acaso no entiendes que no siento nada por Kate? —exclama Liam, con frustración. Se pasa una mano por el cabello, intentando encontrar la calma que Amara le arrebata con cada palabra. –Ella es solo mi amiga. —No me interesan tus mentiras —espeta mientras cruza los brazos sobre su pecho, endureciendo la mirada. — Déjame en paz, Liam. Quiero irme, quiero olvidar esta conversación… y, sobre todo, quiero estar con otro hombre. Las palabras caen como un golpe certero en el rostro de Liam y por un instante, su expresión
–Liam, vamos a otro lugar –susurra con los labios entreabiertos, su aliento cálido rozando la piel de él como una invitación prohibida.Liam traga en seco. Su mirada se oscurece, atrapada entre la lucha interna de lo que desea y lo que debería hacer. –¿Estás segura, Amara? –pregunta con un tono grave, casi rasposo, mientras recorre con la mirada su rostro encendido. Su cuerpo le grita que la tome de la mano y el saque de allí, pero su conciencia le recuerda que ella no está en su juicio habitual.Ella sonríe, cargando la cabeza con una expresión traviesa que lo desarma. –Sé lo que quieres, Liam. Y sé lo que yo deseo –afirma, mordiéndose el labio con una sensualidad que lo hace estremecer. Luego, se inclina un poco más. –No estoy borracha, solo estoy viva. Y quiero vivir este momento como si no hubiera un mañana– añade con un destello de desafío en sus ojos.La garganta de Liam se cierra un instante. Amara no es cualquier mujer, no es solo un capricho pasajero. Ella es la tormenta que
Su mirada ardiente se clava en él, mientras sus labios capturan su propio gesto de placer, mordiendo ligeramente su labio inferior. La tentación es demasiado fuerte. Es como si cada pequeño movimiento suyo estuviera diseñado para desatar aún más el deseo que crece en él, una tormenta de sensaciones que lo consume por completo.Liam no puede pensar, no puede hacer nada más que dejarse llevar. Él se separa levemente de ella, con una sonrisa traviesa curvando sus labios mientras sus ojos brillan con una mezcla de deseo y desafío. Con un movimiento rápido, comienza a despojarse de la ropa que lo separa de ella, su cuerpo ahora a la vista, marcado y definido por la tensión de sus músculos, cada movimiento suyo una declaración de poder y atracción.–¿Te gusta lo que ves, hermosa? –pregunta, en voz baja, cargada de seducción. Sus ojos no dejan de recorrerla, desnudando cada parte de ella con la mirada, desafiándola a responder, a ceder a esa atracción. Ama
Narrador Omnisciente Amara no lo piensa dos veces. Apenas el auto se detiene frente a la mansión, abre la puerta con brusquedad, se desabrocha el cinturón y baja de un salto y corre por el pasillo tenuemente iluminado. Al entrar sube las escaleras y una vez arriba y empuja la puerta de la habitación de Lucero. –¡Clarisse! –exclama Amara preocupada. –¿Qué le paso a la niña? La niñera, sentada en un sillón junto a la cama, se sobresalta. –Nada, señora –responde con suavidad. –Lucero ha dormido toda la noche sin problemas. Estaba feliz porque usted salió con su padre. Me dijo que eso la hacía sentir segura. Las palabras de la mujer deberían aliviarla, pero en lugar de eso, un escalofrío recorre su espalda. Amara exhala bruscamente, como si el aire le quemara los pulmones. Detrás de ella, Liam aparece en el umbral con el ceño fruncido. –¿Lucero está bien? –su voz suena ronca, arrastrada por la preocupación, pero sus ojos no se detienen en la niña sino en Amara. Ella gira lent
–Eres un desagradecido de mierda –grita Kate con resentimiento. –No olvides quién estuvo a tu lado cuando no eras nadie, cuando el abismo te acechaba con sus garras afiladas, cuando tu casa estaba a punto de ser devorada por la vorágine de tus deudas. ¿Quién te consiguió este trabajo?, ¿quién te levantó cuando el peso de tu dolor te aplastaba?. Fui yo, Liam. Yo fui la que te rescató de la oscuridad tras la muerte de Agustín, la que soportó tu caos y tus días de desesperación.Sus palabras llueven como dardos afilados, atravesando cada grieta en la resistencia de Liam. Su voz se quiebra, pero no hay compasión en su tono, solo el veneno de años de sacrificios no agradecidos.–Cuando todos te señalaban con el dedo, ¿quién estaba a tu lado? Nadie, solo yo. Ni siquiera Aislyn, que con sus artimañas, no te miraba como algo más que un sustituto barato del padre de Lucero. Pero claro, ahora que estás en los brazos de esta mujer adinerada, has olvidado quién te apoyó realmente, quién estuvo ah
Los ojos de Amara, oscuros y ardientes, se encuentran con los de su padre por un instante fugaz, pero suficiente para que una ráfaga de emociones cruce entre ellos. Dolor, orgullo herido yhrabia. Carlos suspira, pero su expresión se mantiene impenetrable. –Si continúas con este compromiso, estarás dejándote humillar, demostrando que eres un plato de segunda mesa, un poco cosa– Su voz es baja, pausada, pero cada palabra pesa como una losa. –Y yo no te he criado para eso. –¿Ah, sí? –escupe con una risa amarga. –Y para qué me criaste, entonces? –escupe con una furia que no intenta contener. –¿Para ser la empleada de tu prometida? ¿Para servirle el plato mientras ella se sienta a tu lado como si fuera una reina y yo no fuera más que una sombra en esta maldita casa?Carlos la observa con el ceño fruncido, pero no responde de inmediato. –Solo dices estupideces – gruñe finalmente, sacudiendo la cabeza. Su decepción es un cuchillo que se clava hondo, aunque Amara jamás lo admitirá. Si
Las golpizas persistentes de Liam contra la puerta son el sonido de su desesperación, un eco que reverbera a través de la casa, clamando por atención, por una respuesta. Cada golpe es más fuerte que el anterior, como si su cuerpo quisiera romper no solo la puerta, sino también la barrera invisible que Amara ha erigido entre ellos. –Amara, por favor… no me iré hasta que hablemos –murmura con voz quebrada, un susurro de dolor que solo él puede escuchar. El sonido de su propia súplica lo desarma por dentro. Está más roto de lo que se atrevía a admitir. Pero no importa. No puede rendirse. Dentro de la habitación, el silencio es absoluto, pesado, como si el tiempo mismo se hubiera detenido para observar este tenso enfrentamiento. Amara no responde, pero Liam puede sentir su presencia al otro lado de la puerta, inquebrantable. –Te lo suplico… –su voz se apaga, mientras su mano, temblorosa, roza la madera, como si pudiera alcanzar algo a través de ella, como si pudiera tocarla aunque