Dos horas después El sonido de la pluma rozando el papel es lo único que se escucha en la sala. Es un sonido frío, afilado, como una cuchilla deslizándose sobre mi piel. Mi padre firma con la tranquilidad de quien no tiene nada que perder, pero yo sé que no es así. Sé que lo está perdiendo todo. El abogado, impasible, acomoda los papeles y carraspea antes de hablar. –Esto sella finalmente el acuerdo de cesión del control de la empresa –anuncia con su tono monótono, como si no estuviera dictando una sentencia. –La señorita Úrsula, aquí presente, futura esposa del señor Carlos, tendrá a su cargo el 40% de la empresa –prosigue –Mientras que la señorita Laveau, una vez que cumpla con la cláusula que todos los aquí presentes ya conocen, asumirá el 60%. Miro a la mujer que, en cuestión de meses, ha logrado lo que nadie en años: ponerme contra la pared, arrebatarme lo que es mío. Está sentada con la espalda recta y una leve sonrisa en los labios, como si estuviera disfrutando cada seg
A la hora de salida del trabajo, salgo del edificio sintiendo que la sangre me hierve en las venas. Cada paso que doy es una lucha por contener la furia que amenaza con desbordarse. Respiro hondo, intentando calmarme, pero es inútil y lo peor es que apenas veo el auto estacionado en la entrada con lo dos dentro, esperándome, la ira vuelve con mas fuerza. Sin esperar que el maldigo de Liam baje a querer abrir la puerta, la abro de golpe y me deslizo al asiento trasero sin disimular mi malhumor. –¿Por qué están los dos? –espetó, con una sonrisa amarga. –¿Qué pasa? ¿El amor es tan grande que ya no pueden separarse ni un segundo?– Digo con sarcasmo, como un dardo envenenado dirigido a ella. Kate sonríe. No es una sonrisa cualquiera. Es la sonrisa de alguien que sabe que ha ganado, que disfruta ver cómo el dolor se me dibuja en el rostro aunque yo intente disimularlo. Liam, en cambio, no dice nada. Prefiere el silencio, como siempre. –No, señorita –responde Kate con una dulzura
–¿Qué me pongo? ¿Qué me pongo? – La pregunta sale de sus labios con desesperación, mientras Amara recorre la habitación como un torbellino. Sus ojos se detienen en cada prenda, pero ninguna parece suficiente. – Tengo que lograr que él sienta los mismos celos terribles que yo. Que sufra, aunque sea un poco – Su tono es más bajo ahora, casi un susurro para sí misma, como si las palabras fueran un hechizo que la empujara a la acción. Amara se detiene frente al espejo, observándose, como si buscara la respuesta en su reflejo. Una idea aparece en su mente, y la sonrisa que se dibuja en su rostro es oscura, cargada de una satisfacción que la hace sentir poderosa.–Ya sé lo que haré– Habla en voz baja, como una revelación, mientras toma su celular con firmeza. Marca el número de JazmínEl teléfono suena solo un par de veces antes de que la voz de Jazmín se haga presente, vibrante y llena de energía. –¡Hola, amiga! No me digas que vas a cancelar esta noche, porque si lo haces, me enojo, ¿eh
Liam enciende el auto y se sumerge en el tráfico nocturno. El silencio entre ellos es denso, cargado de pensamientos no dichos. Amara mira por la ventanilla, su reflejo distorsionado en el cristal. Él mantiene la vista fija en la carretera, con el ceño ligeramente fruncido. No sabe qué es peor: el incómodo mutismo o la creciente sensación de que esto no terminará bien. Quince minutos después, el motor se apaga frente al bar. Amara suelta un suspiro y baja, sintiendo el aire nocturno acariciarle la piel. Liam la sigue, manteniéndose a su lado, alerta. La música vibra desde el interior, y las luces de neón parpadean sobre el letrero de la entrada. Avanzan entre las mesas hasta donde los amigos de ella los esperan. –¡Amy, llegaste! –exclama Jazmín, abrazándola con entusiasmo antes de posar sus ojos en Liam. – ¿Y este bombón? – pregunta con una sonrisa traviesa. –Él es… –Amara vacila un segundo antes de responder, sintiendo una punzada de celos al notar cómo Jazmín lo mira. – Es com
–Vete si no quieres que te mate –le ordena Liam con los dientes apretados, su voz gélida, cargada de una furia contenida.Juan Pablo lo mira con desagrado, arqueando una ceja con una mezcla de burla e incredulidad –¿Amara, quién es este sujeto? –pregunta con un tono impregnado de fastidio, mientras lo observa con desdén, Amara siente su corazón acelerarse. El caos a su alrededor se disuelve en un murmullo lejano mientras observa a Liam, cada músculo de su cuerpo tenso, a punto de estallar. Su reacción ha sido impulsiva, peligrosa, pero lo que la desarma no es su amenaza, sino el fuego en su mirada. Un fuego que ella misma ha provocado.–¿Pero qué carajos te pasa, Liam? –le espeta, cruzándose de brazos en un intento de contener el torbellino de emociones que la sacude. Su tono es de reproche, pero en su interior, un atisbo de satisfacción se abre paso. Lo ha logrado. Ha avivado las llamas de los celos en Liam, y eso la llena de una extraña sensación de triunfo.–¿Chicos, qué está pasa
Liam la observa con una mezcla de paciencia y diversión. Sus golpes no le duelen, pero su actitud sí logra revolver algo dentro de él. –Amara, haz silencio y déjame llevarte a casa en paz– dice con firmeza, intentando calmarla sin alzar la voz.–No quiero. Déjame aquí y tú vete con esa zorra de Kate – escupe Amara, con la voz temblorosa, empujándolo con fuerza. Sin embargo, Liam no se mueve ni un centímetro. Su mirada se oscurece, y un músculo en su mandíbula se tensa.—¿Acaso no entiendes que no siento nada por Kate? —exclama Liam, con frustración. Se pasa una mano por el cabello, intentando encontrar la calma que Amara le arrebata con cada palabra. –Ella es solo mi amiga. —No me interesan tus mentiras —espeta mientras cruza los brazos sobre su pecho, endureciendo la mirada. — Déjame en paz, Liam. Quiero irme, quiero olvidar esta conversación… y, sobre todo, quiero estar con otro hombre. Las palabras caen como un golpe certero en el rostro de Liam y por un instante, su expresión
–Liam, vamos a otro lugar –susurra con los labios entreabiertos, su aliento cálido rozando la piel de él como una invitación prohibida.Liam traga en seco. Su mirada se oscurece, atrapada entre la lucha interna de lo que desea y lo que debería hacer. –¿Estás segura, Amara? –pregunta con un tono grave, casi rasposo, mientras recorre con la mirada su rostro encendido. Su cuerpo le grita que la tome de la mano y el saque de allí, pero su conciencia le recuerda que ella no está en su juicio habitual.Ella sonríe, cargando la cabeza con una expresión traviesa que lo desarma. –Sé lo que quieres, Liam. Y sé lo que yo deseo –afirma, mordiéndose el labio con una sensualidad que lo hace estremecer. Luego, se inclina un poco más. –No estoy borracha, solo estoy viva. Y quiero vivir este momento como si no hubiera un mañana– añade con un destello de desafío en sus ojos.La garganta de Liam se cierra un instante. Amara no es cualquier mujer, no es solo un capricho pasajero. Ella es la tormenta que
El implacable tic-tac del reloj se alzaba como un ominoso presagio, señalando la inminencia de una tragedia que acechaba en las sombras. En ese sombrío rincón del universo, el corazón de la señorita Amara latía con una ferocidad indomable, una tormenta en su pecho que no encontraba refugio en medio del caos desatado a su alrededor.–Señorita Amara, por favor, venga conmigo– ordenó el enigmático hombre, su voz resonando como un eco distante en el abismo de su terror. Sin embargo, ella estaba paralizada, sus extremidades temblando como una hoja en el viento huracanado de sus emociones desenfrenadas. Cada latido de su corazón era un eco retumbante de lo efímera que podía ser la línea entre la vida y la muerte en un instante.–No tenemos tiempo que perder. ¡Sígame rápido señorita!–insistió, elevando el tono de su voz mientras la amenaza inminente se cernía sobre ellos, con reporteros y policías a punto de invadir el lugar.La desesperación se apoderó del misterioso hombre, y sin titub