A Manuel y a Maximiliano la sorpresa los carcomió al ver cómo Emma golpeaba a Salomé. Ella no iba a permitir que eso pasara pero al aparecer, Emma ya no tenía intenciones de decirle nada a Maximiliano. Quizá le podía pagar con la misma moneda.Después de una mirada rápida, Emma salió de ahí dejando a Salomé con la furia carcomiendo todo su ser.— ¡Salomé, Salomé, ¿qué es lo que está pasando?! —Gritó Max mientras a ella la veía subir las escaleras.Inmediatamente Manuel le supo decir que ese no era el momento de hablar, tenía que ir él y ver qué era lo que estaba pasando.—Espera aquí, hijo, yo iré a ver qué es lo que tiene Salomé.— ¿Crees que debería ir detrás de Emma?—No, no te atrevas. Ya vengo, voy a ver a Salomé.Manuel subió a la habitación por donde la había visto correr. Decir que Maximiliano estaba sorprendido, estaba demás. La verdad era que nunca antes la había visto de esa manera, de pronto le pareció que a la que estaba viendo era a Paula. La mujer que Salomé mantenía oc
Con el pecho subiendo y bajando debido a lo que había pasado, sentada en la cama, teniendo frente a ella a Maximiliano, quien le preguntaba por lo que había pasado para que Emma saliera de aquel lugar después de haber golpeado a Paula, ella no tenía palabras.— ¡Ya te lo dije antes, Maximiliano, no tienes que meterte en lo que no te importa! —Levantó la voz Paula.—¡Por supuesto que me importa porque no sé qué es en lo que andas metida para que esa mujer haya venido hasta aquí y de esa manera haya intentado golpearte!— ¡Por favor, Max, sal de mi habitación antes de que se me ocurra pedirle a los hombres que te saquen!Fue justamente en ese momento en que a Maximiliano se le ocurrió una sola cosa. Si Emma había llegado hasta ahí en la posición en la que la había visto debía de ser por una sola razón, Emma sabía perfectamente que Salomé estaba intentando algo con Alejandro, el esposo de ella.— ¿Se trata de Alejandro, cierto? —Preguntó Maximiliano, ocultando que verdaderamente le estab
Era suficiente con voltear a ver a la pobre de Emma, la misma que parecía estar sufriendo mientras pagaba por lo buena o mala madre y hermana que había sido.Las lágrimas se secaron al instante en el rostro de Salomé al darse cuenta que Emma la estaba viendo como solo la había mirado cuando ella era Paula y la otra una caprichosa hermana que deseaba todo lo que Paula tenía.—Emma —dijo Salomé en un suspiro.—Pa-Paula…—nombró Emma casi en un suspiro, el mismo que le estaba llevando la vida entera.— ¿Emma?Y en ese momento el monitor a lado de Emma hizo un sonido más largo, el mismo que se caracterizaba por terminar con la vida de quien más había luchado.El sonido llegó hasta la gente que se paseaba por ahí, inmediatamente entraron los doctores y enfermeras, Salomé se había quedado completamente inmóvil, sin nada que hacer, no teniendo a donde o a quien decirle que evitara que ella se fuera de su vida.— ¡A un lado, señorita! —Dijo uno de los doctores que hacían todo para traerla de v
UN MES DESPUÉS Bajando de aquel auto que solo podía ser manejado por la misma persona de confianza que solo podía ser de una mujer tan perversa como ella, la misma que así como había sufrido hasta morir era la misma que se levantaba de las cenizas y renacía ahora solo para ser peor de lo que fue cuando su única hija vivía.—Déjame aquí —dijo Gertrudis haciendo a que Manuel detuviera el auto negro frente a las puertas de aquella gran casa. La de los Vital —. Espera aquí hasta que salga.—Lo que usted me diga, mi señora.Con lentes oscuros, vestido negro que se adaptaba a ella y aquel abrigo color gris, pareciendo que no era la misma mujer que había sufrido hasta morir era la misma que se aparecía en aquel lugar, en la casa de los Vital para reclamar lo único que tenía y lo único en lo que podía refugiarse como no lo hizo antes con su hija.La gente que la vio entrar le dio el paso como si se tratara de toda una patrona, una mujer que no le tenía miedo a nada ni nadie incluso si estab
Camioneta negra que había llegado y de la que bajaba Gertrudis. Esa iba a ser la última vez que ella se iba a presentar ante su hija para decirle lo mucho que la iba a extrañar pero nunca lo arrepentida que podía estar por no haber estar con ella pues para Gertrudis eran todos culpables menos ella.—Ya vengo, Humberto, de aquí necesito que me lleves con los inversionistas, todo tiene que comenzar, ¿está listo todo para el trabajito que me prometiste?—Sí, mi señora, ya está todo listo para implantar la prueba de lo mal padre que ha sido el señor Alejandro para que usted pueda quitarle a su nieto.Gertrudis no evitó sonreí antes de salir de la camioneta.La guerra estaba por comenzar, eso era todo lo que sabía. Palabras vacías que no se daban a entender, Salomé había murmurado algo que él pudo escuchar pero no pudo entender. ¿A qué se refería con decir la verdad?Una sonrisa casi falsa se hizo en el rostro de Alejandro.—No… no entiendo, señora de Montenegro, ¿a qué se refiere con
Bebiendo de una taza de café que mantenía entre las manos juntas, con la cabeza baja mientas Manuel se mantenía a lado de la persona que le seguía cayendo el mundo encima por cada vez que el hombre de enfrente le hablaba.—Lo siento mucho, Maximiliano, siento mucho mi actitud pero es que en verdad creí que tú estabas con Isabel como lo habías prometido en un principio.—Lo que no entiendo es, ¿dónde puede estar ella? —Max se levantó de la vieja silla en la que el hombro le había hecho sentarse.—Yo tampoco lo sé, si yo hubiera tenido idea de que ella no estaba contigo, hubiera buscado por ella hasta debajo de las piedras.Los ojos rojos de Max le hicieron ver a los presentes que él estaba sufriendo por la ausencia de Isabel.—Maximiliano, lo siento mucho pero nunca creí que Isabel estuviera desaparecida. Yo… toda mi vida la voy a querer, seguramente de la misma manera que tú pero ahora tengo a mi familia, yo solo quiero saber que ella está viviendo bien —dijo el hombre mientras s
Estaba seguro que no podría sentir felicidad más grande que esa que estaba sintiendo en ese momento. Ver a su madre con los ojos abiertos y con una enorme sonrisa en el rostro era algo que no iba a cambiar por nada. —Vamos, mamá tienes que comer bien —dijo Max mientras le daba de comer estando en ese cuarto de hospital. La madre de Max no podía sentirse mejor. Acababa de despertar de la anestesia de la cirugía que le habían llevado a cabo para que ella pudiera vivir una larga vida.—Hijo, no deberías de preocuparme mucho por mí. Mejor dime, ¿cómo te ha tratado Manuel? —Ya te he dicho que Manuel ha sido como un padre para mí. —Hijo, tengo otra pregunta —el gesto de la señora cambió —, ¿cómo vamos a pagar este hospital? Max sonrió. —Mi madre siempre se preocupa por cosas que no tiene sentido, ¿verdad? —Hijo, tienes que entender que esto no era necesario, pudimos haber hecho el trasplante en la clínica gratis de la ciudad. — ¿Y querías que me arriesgara a que algo malo
Fueron suficientes esas palabras para que Lucía se levantara de su lugar mientras la mujer que estaba s u lado y que había recibido a los hombros, los ojos se le hicieran más grandes. Bien se decía que la gente de dinero era la que más secretos tenía y la que más cosas malas hacía es solo que ella no pensó que toda la roqueza de los Vital viniera por el narcotráfico.— ¡¿Qué? Eso no puede ser cierto! —Dijo Lucía l mismo tiempo que lo hacía su hijo.— ¿De qué me están hablando? —Alejandro habló.—Por favor, señor Vital, venga con nosotros.— ¡Es que no voy a ningún lado, yo no he hecho nada! —Intentó gritar.— ¡Por favor, señor no se resista, todo lo que haga o diga puede usar usado en su contra! —Dijo el fiscal mientras hacia que los otros dos hombres se preparaban con las esposas.— ¡Mi hijo no va a ir a ningún lado!Cansado el fiscal de que Alejando se impusiera, mandó a sus hombres a tomarlo.— ¡Hey, suelten a mi hijo! —Gritó Lucía mientras los policías tomaban preso a Alejand