TIERNO MOMENTO

Las camionetas fueran que ya comenzaban a llegar con sus choferes para que la gente fuera dejando el lugar, los primeros en llegar fueron los guardaespaldas de Maximiliano y Salomé. Ninguno de los dos podía quedarse ni un solo minuto más ahí.

— ¿Me puedes hacer el favor de esperarme, Maximiliano? —Lo llamó ella al ver que él seguía adelante.

— ¿Por qué no te quedas con toda esa gente que te ha hecho su diosa? ¡Oh, no perdón, lo acabo de olvidar! Tú misma te compraste la maldita corina para demostrarle a Emma, a Gertrudis y a todos tus enemigos cuánto dinero tienes.

—Las cosas no son así, déjame hablar contigo, Max, por favor.

—Yo no tengo nada que hablar contigo —. Subió a la camioneta dejándola atrás.

—Vete con Manuel, no quiero compartir el viaje contigo —. El auto arrancó.

Llegando a la casa de los Garza, sabiendo lo que estaba a punto de hacer y siendo seguida por el único hombre que le había mostrado fidelidad en sus planes más malévolos, juntos entraron a la casa
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