DERROTA

Dicho eso, Salomé colgó la llamada mientras era vista por Maximiliano que parecía no le quitaba el ojo de encima aún estando frente a una situación que requería de toda su atención.

— ¿Se trata de Alejandro, mi querido hermano? —Preguntó Maximiliano con un poco de sarcasmo en su voz.

—Sí, la verdad es que sí, Maximiliano. Era tu querido hermano como lo acabas de llamar, me acaba de invitar a comer y creo que es el momento más conveniente para comenzar a dar mis pasos en contra de él. Tengo que ser muy cautelosa.

Maximiliano no soportó más y la tomó del brazo, claro, no con fuerza pero si con autoridad. Tenía que ocultar lo que estaba sintiendo, tenía que ocultar que ni él mismo sabía lo que le pasaba cada vez que ella sonreía porque Alejandro le hablara o si quiera ella lo mencionara.

— ¿Qué te pasa, Maximiliano?

—Me pasa que veo en ti a… a… a… a una mujer… una mujer… una mujer frívola, una mujer que no siente, una mujer que… que me hace temer.

Salomé sonrió al mismo tie
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