Andando de su brazo, saludando a los mejores diseñadores, siendo vista por Emma, por Alejandro y por todos sus enemigos, Salomé continuó su camino. Esta vez se sentía feliz, completamente plena para dar un paso adelante. No era su intención hacerle saber en ese momento de lo que ella era capaz en contra de Gertrudis, para ese momento todo lo que quería hacer era disfrutar lo que antes no pudo. —Encima de ser una mujer de negocios, eres una excelente modelo —dijo Max mientras caminaba a su lado.—Si tú me hubieras visto antes no podrías creer que es en eso en lo que me he convertido —contestó sintiéndose digna de las miradas por las que pasaba.—No pudiste hacerlo antes pero ahora eres capaz de esto y de más.Esas palabras hicieron que ella volteara a ver en los ojos de Maximiliano. ¿Estaba siendo honesto? Al menos eso era lo que ella quería saber.Y justo cuando ella se decidió porque quería que fuera en ese momento en que le iba a preguntar de una vez por todas lo que hubiera
Las camionetas fueran que ya comenzaban a llegar con sus choferes para que la gente fuera dejando el lugar, los primeros en llegar fueron los guardaespaldas de Maximiliano y Salomé. Ninguno de los dos podía quedarse ni un solo minuto más ahí.— ¿Me puedes hacer el favor de esperarme, Maximiliano? —Lo llamó ella al ver que él seguía adelante.— ¿Por qué no te quedas con toda esa gente que te ha hecho su diosa? ¡Oh, no perdón, lo acabo de olvidar! Tú misma te compraste la maldita corina para demostrarle a Emma, a Gertrudis y a todos tus enemigos cuánto dinero tienes.—Las cosas no son así, déjame hablar contigo, Max, por favor.—Yo no tengo nada que hablar contigo —. Subió a la camioneta dejándola atrás.—Vete con Manuel, no quiero compartir el viaje contigo —. El auto arrancó. Llegando a la casa de los Garza, sabiendo lo que estaba a punto de hacer y siendo seguida por el único hombre que le había mostrado fidelidad en sus planes más malévolos, juntos entraron a la casa
Llegando a la casa de los Vital, habiendo sido humillada por Salomé y por su propia madre, casi sin fuerzas, hecha un desastre, Emma se bajó el auto mientras seguía su camino hasta su recamara. Sin esperar que alguien la estuviera esperando, ni siquiera se dio cuenta cuando Lucía había salido del evento antes de tiempo.—Hasta que llegas, querida —la saludó Lucía de la manera más sarcástica que hubiera podido usar contra su nuera.Las lágrimas de Emma se hicieron rápidamente en sus ojos una vez más. Ella ya no iba a soportar más después de todo lo que había vivido en esa noche. Todo lo que Emma quería era morir de una vez por todas.—Me dijeron por ahí que… ¿Perdiste? —Lucía rió en su cara.— ¡Basta, señora, basta, por favor!—Yo te lo dije bien claro antes de que empezara el evento. Te pregunté por qué no quería modelar los vestidos de la empresa de mi hijo y la de la señora Sorín y al final, preferiste hacerlo que tu madre te dijo y al final, solo para que terminaras perdiend
Tan pronto como el celular cayó de sus manos, las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos yendo en el asiento trasero del auto.— ¡Detente, detente! —Ordenó Salomé.— ¿Qué, señora?— ¡Te digo que te detengas!A media carretera el auto se detuvo dejando a Salomé salir en menos de dos segundos. El corazón le dolía por cada palpitar, las lágrimas corrían por sus mejillas de manera dolorosa, llevándose una mano al pecho fue como Salomé pensó que podía soportar el dolor que estaba sintiendo en el interior.— ¿Señora, está bien? —Preguntó el chofer preocupado al ver que Salomé se inclinaba, como si el dolor la estuviera matando.Salomé no contestó. Su venganza estaba llegando muy lejos, se estaba llevando a gente inocente entre las riendas.Si ella no hubiera ganado el concurso, aquel hombre no hubiera muerto. Gertrudis era una mujer tan despiadada, una mujer que no sentía, a la que no le importaba nada más que imponer su poder.— ¿En qué te has convertido, Paula? ¿En qué? Ese pob
DOS DÍAS DESPUÉS Habiendo pasado justamente dos días después de la muerte de aquel hombre que nada le debía al mundo, Salomé ya estaba enterada de cómo las cosas habían pasado. Ya sabía que al hombre le habían ofrecido una buena cantidad de dinero a cambio de darle la corona a Emma pero al final, todo se complicó cuando los jueces fueron cambiados y no sabían del plan.Salomé lo sabía todo pero no había nada que pudiera hacer.—Sin pruebas no puedo mover un solo dedo —dijo Salomé mientras desayunaban.Esos tres días habían sido una completa pesadilla para Salomé. Por más que Maximiliano y Manuel se quedaron con ella, no había mucho que pudieran hacer por lo que ella estaba sintiendo y que no era más que culpa.—Tienes que resistir un poco más —. Maximiliano repitió por incontable vez.Fue entonces cuando una de las sirvientas, se acercó hasta el enorme comedor que Salomé, Manuel y Max compartían.—Señora Sorín.— ¿Sí, Juana?—Me acaba de llegar un documento, señora.— ¿De qué se
—Señora, ¿cómo explica que la muerte del señor Peña haya sido asesinado justamente al haber dado su voto para que usted ganara?Salomé sonrió. Y aunque por dentro sentía terror, por fuera solo mostraba tranquilidad.— ¡Ustedes no tienen derecho a hacer ese tipo de pregun… —Maximiliano levantó al voz al momento que la mano de Salomé lo hacía detener.—Por favor, Max, déjame contestar a mí —susurró —. Bueno, viendo que esa es la única pregunta que los ha traído hasta aquí, estoy dispuesta a contestar todas sus dudas. Ese voto nunca existió, señores. Ese voto simplemente fue una manera para hacer a un único culpable o sospechoso en esa celebración. ¡Ese voto no existe! Acaso, ¿no les parece extraño que solo una persona haya modelado los propios vestidos de una sola empresa cuando todas las demás modelaron vestidos diferentes?Y de pronto, todo se quedó en silencio. En el despacho de Gertrudis, Emma no pudo creer lo que estaba escuchando. ¿Ahora resultaba que la maldita de Salom
— ¿Estás segura de lo que estás haciendo? —Preguntó Max yendo detrás de ella.A Salomé solo se le veía ir de un lugar a otro, queriendo llevarse lo que más podía de su armario ya que no sabía por cuánto tiempo iba a estar lejos. Como se lo había dicho el abogado izquierdo, ella tenía que cuidar de su padre incluso por mucho que sintiera que no podía estar frente a él debido a la mujer en la que se había convertido.—Es mi padre, Max —, dijo ella —, ya deberías de saberlo.Justamente en el momento en que ella le había pedido que no lo dejara a la deriva al mismo tiempo que le pedía que se quedara, ella marchaba.— ¿Y qué es lo que pretendes hacer? ¿No te parece que si en verdad no quieres permanecer cerca de ellos y que te descuban, no deberías de ir? —Preguntó Max.—Es mi padre, Maximiliano. Por un momento no me va a importar nada cuando se trate de él.— ¿Y quién piensa en mí? ¿Tú sabes acaso lo preocupado que voy estar sin ti en este tiempo, sabiendo que si das un paso en falso, ell
Lo que ninguno de los dos sabían es que detrás de aquella puerta que estaba media abierta, un hombre había captado la escena tomando una foto con su celular de manera discreta, o eso fue lo que pensó pued una enfermera que lo vio haciendo eso, fue hasta él teniendo la intención de reclamarle. — ¡Hey, hey, señor, señor, ¿qué es lo que está haciendo?! —Llamó una enfermera al ver al hombre tomar fotos, queriendo parecer discreto.El hombre solo volteó a ver a la enfermera para después, echarse a correr lejos de ella. Lo más importante es que tenía un poco de la información que le iba a ayudar a Humberto para moverse como se lo había pedido su patrona. Y de esa manera, la enfermera se quedó atrás al darse cuenta que no había nada que pudiera hacer. Fumando uno de sus cigarrillos, tomándose el cabello mientras entre sus piernas tenía aquella revista de espectáculos, Emma parecía cansada y harta de lo que estaba leyendo. No sabía cuánto más iba a resistir. Todo eso ten