En Cabimas, en el apartamento de Luisa—¡Para mí también, lo es! —respondió Mateo sin dejar de sonreír.—Soy Luisa Gómez, madrina de Raquel, la amiga de Adriana —se presentó ella, estrechando la mano de él— ¡Por favor, siéntate, estás en tu casa!—¡Disculpa Luisa! ¿Te puedo tutear? —interrogó él, mostrando todo su encanto, sentándose en el sofá a un lado de ella, ignorando a Adriana.—¡Sí, claro Mateo! Creo en todo caso, la halagada soy yo —manifestó ella, totalmente impactada con él y sin disimulo. Esto despertó en Adriana obviamente, el gusanito de los celos nuevamente.—Para empezar, te ofrezco mis disculpas —explicó avergonzado— Mi visita ha generado un escándalo. Te juro, que no es mi estilo, pero hay cosas que no puedo aceptar —comentó, con desagrado, mirando a Adriana, de pie al borde de la puerta esperando que él se fuera.—¡Tranquilo y quédate ahí! —Solicitó esta, ante el intento de él de levantarse— ¡Vamos a hablar como personas civilizadas! —comentó ella, con una encantad
En la camioneta —¡Ja! No tiene buen trato con él. Sin embargo, este le ofreció ayuda para sacarme del apartamento —exclamó, Mateo enojado.»Aunque, recordando ella le pidió que no se metiera que era un asunto de nosotros dos ¿Y el tal Julio? —cuestionó celoso.—¡Ese, si es verdad, que no te va a gustar, Mateo! —exclamó Nava, preocupado. —¡Obvio, Nava! ¡Me fascinan las mujeres! —respondió Mateo con una mirada mordaz, golpeando el guardafangos de la camioneta.—No, no quise decir eso, que estás pensando —aclaró el detective sonriendo.—¡Dime de una vez! —Gruñó Mateo hecho una fiera, abriendo la puerta y entrando en la camioneta— A estas alturas, espero cualquier cosa.—¡Es un deportista muy famoso de natación! —Declaró con admiración— Campeón de algunas olimpiadas. Él ha ayudado a muchas ONG dedicadas a la defensa de los derechos humanos, de la pobreza y de la lucha contra la trata de personas —aseveró este.—¡Con razón! Me pareció conocido —expresó Mateo, pensativo.—La señora Luisa
Luisa, al caminar en dirección a la habitación de Adriana, la observó sentada en el pasillo, alimentando al bebé. Esta se acercó y le preguntó…—¿Me permites llevar el bebé a Mateo? Es solo un par de minutos. Desea tomarlo entre sus brazos, aunque sea un minuto. Ya te lo traigo, ¡lo prometo! —expresó ella sonriendo.Adriana no emitió ninguna palabra, le entregó el niño y espero ahí mismo a que lo trajera de nuevo. Luego, Luisa le devolvió el bebé, se despidió y salió a cenar con él.Una vez, que estos salieron del apartamento, Adriana se encerró en su habitación y se acostó junto a su hijo. Ella, no quería darse cuenta a qué hora regresaba, si dormía o no ahí. Esa noche, volvió a revivir sus primeros días en Cabimas, cuando lloraba por él.Mateo, como todo un caballero la llevó a un restaurante de lujo, le hizo pasar una noche muy amena, sin tocar el tema de Adriana. Él, al final no quiso que ella sintiera que la estaba presionando o utilizando, para obtener información sobre su mujer
Serenata de Mateo«Te quiero, lo digo como un lamento, como un quejido que el viento, se lleva por donde quiera. Te quiero, qué pena haberte perdido, como quien pierde una estrella, que se le va al infinito» Y así, él terminó de cantar hasta el final la canción, escuchándose su voz por encima de la del cantante del grupo.Al terminar de tocar el mariachi, Mateo les pagó el servicio, pidió la cuenta y salió para retirarse del lugar. Lo mismo, hizo Julio sin que los demás se dieran cuenta. Nuevamente, en el estacionamiento las miradas de estos se tropezaron, la de él fría y penetrante, la de ella triste y melancólica.—Por favor, permite que abrace a mi hijo —solicitó él.Ella, para evitar enfrentamientos entre ellos, lo permitió quedándose de pie frente a él, observando a su hijo y como este se sonreía muy fuerte con su padre. Mateo lo abrazó, besó y bendijo devolviendo el niño a los brazos de su madre.—¡Gracias! —fue todo lo que él mencionó, sin ninguna otra palabra de despedida, sub
Así que con estos pensamientos, esa noche se dirigió al baño de su oficina, se retocó el maquillaje y salió hacia la sala íntima reservada. Encontrándose en el camino a Julio, quien venía por ella para cenar juntos y llevar a esta al apartamento.—¡Hola, Adriana! —acercándose, le dio un beso en la mejilla, despertando con esto los celos de Nilo, quien estaba cerca observando todo.—¡Hola Julio! ¿Cómo estás? —preguntó ella con una amplia sonrisa, la cual fue observada por alguien más, desde una de las salas íntimas, exactamente a donde ella acudirá.—He venido para que cenemos juntos y después te llevo al apartamento —respondió él, mordiéndose sus labios al observar a esta, cada vez más hermosa.—Gracias Julio, pero tengo una reunión de trabajo con Luisa —informó ella.—Entonces, las invito a cenar a las dos —agregó él. Sin embargo, ella recordando lo que le había dicho Luisa que no quería que nadie las interrumpiera, le hizo está aclaratoria.Él en vista que no podía hacer nada más,
En la sala VIPEra más de un año y medio sin sentir sus besos, ni sus caricias. De ahí, que doblegó totalmente la voluntad de Adriana ante la suya. Ella, correspondió a cada beso, pasando sus brazos por el cuello, acariciando con sus manos el cabello de Mateo.No obstante, al reflexionar sobre lo que estaba haciendo, le empujó y se separó de él, rechazando totalmente sus caricias. Ella, se cubrió el rostro con las dos manos, sintiendo su cara toda enrojecida y avergonzada por la reacción de su cuerpo, tan traidor.—¡Disculpa, Adriana! —Rogó él, arrepentido al separarse de ella— No era así como quería aclarar mi situación contigo, sé que necesitamos hablar y dejar todo claro entre nosotros. Somos jóvenes mi amor, aún podemos comenzar y más ahora que tenemos un hijo.—¡Por favor, cállate! —Reclamó ella— ¿Por qué no me llevas al apartamento de Luisa? —cuestionó avergonzada.»En este momento, no tengo cabeza para nada y no te quiero escuchar ¡Me cuesta demasiado creer en ti! —reiteró ell
En la sala VIP—Un montón de veces me he dicho que debo rehacer mi vida, aún soy joven —confesó ella— no voy a hacer la primera ni la última mujer divorciada, que se vuelve a casar en busca de la felicidad. Pero hasta ahora, nadie me ha movido el piso —confesó Adriana con honestidad.—¡Gracias por tu sinceridad! Si hay algo que admiro y valoro de ti, es que te expresas sin filtro, al natural, con espontaneidad.»¿Por qué no aprovechas y me dices todo? Para ir aclarando, una por una, todas tus dudas. Y, por otro lado ¿puede ser que a pesar de todo no me hayas olvidado?—¡Estoy segura de que no te he olvidado! Tengo demasiado odio y rencor guardado en mi corazón, por todo lo que me hiciste. En cuanto, a esto último, sé lo que siento desde que te volví a ver, me das asco, aversión no tolero tu presencia —aseguró ella. —¿Estás segura? —preguntó Mateo, sintiéndose muy abatido, despreciable. No obstante, recordó el beso de hace unos minutos al cual ella respondió con todo, porque él lo si
En el coche de Mateo—¡Es mi hijo, Adriana! Él se merece todo —agregó Mateo— Debo asegurarme que nada les falte. Además, tienen un seguro que cubre atención y asistencia médica, dentro o fuera del país, disponibles las veinticuatro horas y los siete días a la semana e igual para ti.»Aunado a eso, hay una libreta de ahorro donde recibirás mensualmente una cantidad de dinero en dólares, la cual será aumentada todos los meses para la manutención del bebé —aseguró él.—¡No quiero nada que venga de ti! Perfectamente, puedo trabajar y mantener a mi hijo como hasta ahora lo he hecho, sin la ayuda económica de nadie —rechazó ella con terquedad.—¡Sí, ya sé que te casaste conmigo por mi fortuna! —ironizó él. Entretanto ella, volteó su rostro y su mirada hacia él, totalmente transfigurada, observando una sonrisa en sus labios.»Entiende Adriana, es mi hijo —aseguró él, intentando tomar su rostro con la mano, pero ella no lo permitió— Es mi único heredero, el dueño de toda mi fortuna. Si es, qu