Así que con estos pensamientos, esa noche se dirigió al baño de su oficina, se retocó el maquillaje y salió hacia la sala íntima reservada. Encontrándose en el camino a Julio, quien venía por ella para cenar juntos y llevar a esta al apartamento.—¡Hola, Adriana! —acercándose, le dio un beso en la mejilla, despertando con esto los celos de Nilo, quien estaba cerca observando todo.—¡Hola Julio! ¿Cómo estás? —preguntó ella con una amplia sonrisa, la cual fue observada por alguien más, desde una de las salas íntimas, exactamente a donde ella acudirá.—He venido para que cenemos juntos y después te llevo al apartamento —respondió él, mordiéndose sus labios al observar a esta, cada vez más hermosa.—Gracias Julio, pero tengo una reunión de trabajo con Luisa —informó ella.—Entonces, las invito a cenar a las dos —agregó él. Sin embargo, ella recordando lo que le había dicho Luisa que no quería que nadie las interrumpiera, le hizo está aclaratoria.Él en vista que no podía hacer nada más,
En la sala VIPEra más de un año y medio sin sentir sus besos, ni sus caricias. De ahí, que doblegó totalmente la voluntad de Adriana ante la suya. Ella, correspondió a cada beso, pasando sus brazos por el cuello, acariciando con sus manos el cabello de Mateo.No obstante, al reflexionar sobre lo que estaba haciendo, le empujó y se separó de él, rechazando totalmente sus caricias. Ella, se cubrió el rostro con las dos manos, sintiendo su cara toda enrojecida y avergonzada por la reacción de su cuerpo, tan traidor.—¡Disculpa, Adriana! —Rogó él, arrepentido al separarse de ella— No era así como quería aclarar mi situación contigo, sé que necesitamos hablar y dejar todo claro entre nosotros. Somos jóvenes mi amor, aún podemos comenzar y más ahora que tenemos un hijo.—¡Por favor, cállate! —Reclamó ella— ¿Por qué no me llevas al apartamento de Luisa? —cuestionó avergonzada.»En este momento, no tengo cabeza para nada y no te quiero escuchar ¡Me cuesta demasiado creer en ti! —reiteró ell
En la sala VIP—Un montón de veces me he dicho que debo rehacer mi vida, aún soy joven —confesó ella— no voy a hacer la primera ni la última mujer divorciada, que se vuelve a casar en busca de la felicidad. Pero hasta ahora, nadie me ha movido el piso —confesó Adriana con honestidad.—¡Gracias por tu sinceridad! Si hay algo que admiro y valoro de ti, es que te expresas sin filtro, al natural, con espontaneidad.»¿Por qué no aprovechas y me dices todo? Para ir aclarando, una por una, todas tus dudas. Y, por otro lado ¿puede ser que a pesar de todo no me hayas olvidado?—¡Estoy segura de que no te he olvidado! Tengo demasiado odio y rencor guardado en mi corazón, por todo lo que me hiciste. En cuanto, a esto último, sé lo que siento desde que te volví a ver, me das asco, aversión no tolero tu presencia —aseguró ella. —¿Estás segura? —preguntó Mateo, sintiéndose muy abatido, despreciable. No obstante, recordó el beso de hace unos minutos al cual ella respondió con todo, porque él lo si
En el coche de Mateo—¡Es mi hijo, Adriana! Él se merece todo —agregó Mateo— Debo asegurarme que nada les falte. Además, tienen un seguro que cubre atención y asistencia médica, dentro o fuera del país, disponibles las veinticuatro horas y los siete días a la semana e igual para ti.»Aunado a eso, hay una libreta de ahorro donde recibirás mensualmente una cantidad de dinero en dólares, la cual será aumentada todos los meses para la manutención del bebé —aseguró él.—¡No quiero nada que venga de ti! Perfectamente, puedo trabajar y mantener a mi hijo como hasta ahora lo he hecho, sin la ayuda económica de nadie —rechazó ella con terquedad.—¡Sí, ya sé que te casaste conmigo por mi fortuna! —ironizó él. Entretanto ella, volteó su rostro y su mirada hacia él, totalmente transfigurada, observando una sonrisa en sus labios.»Entiende Adriana, es mi hijo —aseguró él, intentando tomar su rostro con la mano, pero ella no lo permitió— Es mi único heredero, el dueño de toda mi fortuna. Si es, qu
En la habitación de AdrianaMateo, con vergüenza de ser descubierto soltó a Adriana. Este, se levantó, afirmando que se sentía mejor, despidiéndose de las dos bruscamente. Luisa, no entendía qué había pasado, pero su mujer sí. De ahí, que cuando salió de la habitación, esta se mordió su labio inferior, disfrutando la reacción que había producido su cercanía en él.«Y así quiere que vivamos bajo el mismo techo, ¡creo que te voy a complacer! Porque me va a encantar verte sufrir así, ¡te lo mereces!», pensó ella sonriendo y disfrutando de esta pequeña victoria.(***)Mateo, al tomar el ascensor se sentía muy incómodo y avergonzado porque no pudo controlar esta erección. Aunque es algo normal de su cuerpo, le generó vergüenza delante de la mujer que tanto ama y desea, debido a que no pudo controlarse.Al montarse en su vehículo, él salió directo para el hotel para darse un baño de agua bien fría. En el trayecto, recordó el olor natural y la fragancia que emana de ella, es la misma de siem
En la mansión de Don Kelvin Fuenmayor«En todo caso, no me adelantará a los acontecimientos. En esto, iré paso a paso con ella y con mucha discreción. Lo que si estoy seguro es que debo acercarme más. Para eso, buscaré el apoyo de Julio», pensó él, quien prefería a este como yerno.(***)Al día siguiente, Adriana se levantó temprano. Ella, vistió al bebé para llevarse a este, a conocer la casa que Mateo había comprado para ellos. No sin antes, pedir ayuda a Luisa para que le sustituya en el restaurante, mientras, resuelve esto.Siendo las nueve de la mañana y ya lista, ella salió acompañada de su marido hacia la zona exclusiva donde estaba ubicada la casa. Al llegar, el servicio de vigilancia dio la bienvenida a Mateo. Era, una construcción totalmente nueva, de estilo moderno y grande.Adriana, estaba asombrada y fascinada. Era, una mansión lujosa, con grandes ventanales por los cuales entraba mucha luz natural. Lo que más le agradó fue la presencia de los hermosos jardines, donde el
Una vez fuera de la VillaAdriana más calmada, consciente que lo había hecho enojar, le preguntó…—¿Me vas a acompañar mañana con la mudanza? —consultó sin mirar a Mateo, pendiente de su hijo que estaba sentado en el cojín trasero del vehículo en la silla para bebé.—¡Sí! —respondió él, mordiéndose el borde derecho de su labio y concentrado en el tránsito.»¡Si te voy a ayudar! ¿A qué hora sale Nilo hacia el restaurante? —preguntó él, con una mirada impenetrable.—Normalmente, sale entre ocho y nueve de la mañana —contestó ella.—Entonces, me avisas cuando salga del apartamento, para ir con el camión y las personas que te ayudaran a sacar todo de ahí —respondió él, distante.—¡Gracias, así lo haré! —contestó ella, reflexionando sobre pedir otro favor.»¿Se te hace difícil, llevarme al restaurante y luego dejar el bebé con Alicia? —consultó ella.—¿Puedo llevarme un rato al bebé conmigo, al hotel? —interrogó él, mirando a Adriana y esperando su respuesta.—¡Sí! Pero, lo llevas pronto
Al día siguiente, Adriana se levantó cansada y agotada. Se le hizo tarde, para salir a comprar las cosas que necesitaba para hacer la mudanza, cuando recibió la llamada de Mateo...En las afueras del Edificio—¿Estás lista? —preguntó Mateo sin identificarse, ansioso, estacionando su camioneta, en el frente del edificio donde vive Adriana..—¡No! —Contestó Adriana— anoche salí muy tarde del restaurante. Debí cumplir las horas completas de trabajo. Salí después de las doce.—¿Te obligó el imbécil ese a trabajar hasta esa hora? —Cuestionó él, enojado.—¡Si! Creo que me acosté como a la una. Apenas me voy despertando. Deja que revise si ya se fue. Te devuelvo la llamada —alegó ella, suspendiendo la comunicación.Mateo, al colgar la llamada, desahogó su ira con el volante de su vehículo, dando un fuerte golpe al mismo. Estaba seguro de que Nilo la obligó a trabajar hasta tarde porque la vio llegar con él.Una vez que ella verificó que Nilo había salido, llamó a Mateo, quien se encargó de s