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¿Cómo será mi jefe? 

Orlando, Florida… 

Dentro de su pequeño apartamento, se encuentra Ann, nuevamente parada frente al espejo. Llegó el día, el día en el cual, por fin, verá cara a cara a su jefe, el hombre que admira desde que él fue a su universidad a dar una conferencia. Fue una semana después de la muerte de sus padres. Se suponía que no tenía que ir a dicho evento; sin embargo, sintió que necesitaba distraerse y olvidar por unas cuantas horas su gran pérdida. Y funcionó, desde que lo escuchó hablar, quedó hipnotizada, no de manera romántica, más bien, de admiración hacia su forma de dirigir un conglomerado. 

 

Para la ocasión tan importante, Ann opta por un pantalón de pinza talle alto con cinturón, de color azul celeste, que logra resaltar su voluptuosa figura. Elige una blusa blanca de cuello redondo y mangas largas y fruncidas. Esta vez deja su cabello suelto y finaliza con un sutil maquillaje, donde se aprecian sus delicados rasgos, sobre todo su pico de viuda.

 

 La joven respira profundo, le da un beso a su medalla y sale del apartamento. Está despierta desde temprano, revisando si terminó de hacer todo lo que le encargaron en su lista. Su sistema es simple, las coloca en su iPad por orden de importancia, tratando de imaginar cuál documento Demitrius Constantino podría pedir primero, y así pudo despejar la agenda. Tras muchas horas sin dormir, pudo culminar. Entre los documentos y el acondicionamiento de la mansión Constantino, la joven no tuvo tiempo el fin de semana para salir con su amigo, como este quería. 

 

Ann recuerda salir corriendo hacia la propiedad el sábado en la tarde, luego de que la agencia de limpieza la llamara para informar sobre el candelabro que dejaron caer cuando lo montaban. La señora Elena, madre de su jefe, fue muy específica sobre la decoración que quería en la casa. Dijo que tenía que ser una versión exacta del palacio Constantino, como mucho lo describen. Así que dicho artefacto, fue importado desde Grecia un mes atrás. 

 

La pobre joven no veía la forma de cómo se podría remplazar dicha reliquia y es ahí donde entró su compañera de trabajo, Maya, quien la ayudó a buscar algo parecido, que sea del agrado de la estricta mujer. 

 

Flashback

 

—Bueno, no sé si te das cuenta, pero es exactamente igual.

 

Comenta Maya, observando hacia el techo de la sala, percatándose de cómo queda a la perfección el reemplazo de un candelabro que viajó más de nueve mil kilómetros para ser parte de la caprichosa decoración de una mujer de sesenta y cuatro años. 

 

—No lo sé, igual hay que reportarlo. Además, como justifico la compra de un candelabro en cincuenta grandes. Pensarán que robe.

 

Dice Ann, esperando que los Constantino comprendan que no es su culpa, que los descuidados trabajadores dejasen caer tan importante pieza y terminaran utilizando la tarjeta que le dieron para llevar a cabo los arreglos de la propiedad. 

 

—Si tienes razón, espero que no se molesten. 

 

—Yo también - dice y suspira. —Maya, gracias por venir a ayudarme. Sé que fue mucho atrevimiento. 

 

Habla Ann, saliendo junto a Maya hacia el enorme jardín delantero que tienen la propiedad y así avanzar hacia el portón de salida. Por razones evidentes, la mansión está lejos de la avenida principal, así que a ambas chicas les costará caminar un poco por la solitaria calle, mientras disfrutan del paisaje verde que ofrece la zona. Por suerte, su vestimenta de jean, sudaderas y tenis, las hace estar cómodas para caminar todo un maratón. 

 

—Para nada. Además, me sirve de distracción - habla Maya respirando profundamente. —Estoy buscando casa desde hace unas cuantas semanas, al aparecer mi casero vio pertinente vender el edificio a un corporativo que solo quiere ganar dinero.

 

—Bueno, así funciona el mundo empresarial.

 - dice ante el comentario de la joven. Ann analiza la situación y sin pensarlo le dice: —Yo tengo una habitación extra, no es muy grande, pero sé que te servirá. No tienes que pagarme una renta, solo ayudarme con los gastos de la casa.

 

—¡En serio! - exclama emocionada. —¿Crees que estaría bien? A penas nos conocemos - cuestiona Maya reflexionando sobre la propuesta. 

 

—Podemos probar por unas cuantas semanas; si no funciona, te ayudo a buscar otro lugar. El edificio no es moderno, pero está en buenas condiciones, claro, excepto el ascensor que aún no reparan - le confiesa en modo jocoso. Maya ríe y le responde… 

 

—Igual, suena bien. Acepto, prometo, no molestarte mucho. 

 

—Sé que no será así. Puedes ir hoy y ver si te agrada, mañana llevas tus cosas y el lunes después del trabajo te vas conmigo - propone la joven. 

 

—Magnífica idea. Eres muy resolutiva, el señor Demitrius estará encantado contigo. Claro que no podrás de cifrar si está molesto o feliz, ese hombre es extraño, pero exageradamente atractivo, y su hermano, es guapísimo. 

 

Revela con picardía, y es cierto, los gemelos Constantino siempre han acaparado las portadas de importantes revistas, siendo Andreus el más visible. Demitrius detesta estar en el centro de la noticia, así que suele evitar los comentarios todo lo posible. Ann suelta una carcajada, a veces le causa gracia cómo las personas hablan del físico de los hermanos, como si tuviesen rasgos diferentes.  

 

—Son exactamente iguales, Maya - dice ella riendo.

 

—Bueno, entonces, por partido doble - dice.

 

Cuando se dan cuenta, ya las dos jóvenes están en la parada de autobús. Ambas emocionadas, esperando que la idea de vivir juntas sea positiva y puedan terminar desarrollando un lapso de hermandad. Aún ellas no han hablado de sus vidas personales; sin embargo, tanto Ann, como Maya, están solas en el mundo por cosas del destino.

 

Fin del flashback. 

Volviendo a la actualidad, como era de esperarse, en la entrada de su edificio, ya la espera Daniel. El joven se ha autodenominado el chofer de Ann. Es un día importante, así que ella no piensa refutar aquella afirmación; no obstante, piensa más tarde hablar con él, para hacer una especie de trato donde todas las mañanas el joven pasará a recogerla, y ella, al final de la semana, le pagaría por el servicio. No quiere aprovecharse de la amabilidad de su amigo, ahora, por más, que Maya se mudará con ella. 

 

—Eso es interesante. No sé, Ann… no soy quién para meterme, pero no la conoces bien - comenta con desconfianza. 

 

—Lo sé, igual me da la sensación de que es una buena chica, es de mi edad. Además, el corporativo Constantino hace siempre una investigación exhaustiva sobre sus empleados antes de contratarlos - explica.

 

Por lo que pudo hablar con Maya, la joven nunca conoció a su padre y su mamá murió cuando era adolescente. Vivió un tiempo con su tía y su familia, pero luego terminó mudándose sola. Ella no siguió abundando en su historia; sin embargo, desde el punto de vista de Ann, ella aún tiene mucho que contar. 

 

—Entiendo, bueno, si tú lo ves así no puedo decir más. Solo espero que recuerdes llamarme si necesitas mi ayuda - le sugiere volteándola a ver.  

 

—Lo haré - le dice con una sonrisa. 

 

Daniel siente que se está tomando mucho tiempo para tener esa cercanía deseada con la dulce joven. No entiende como alguien que, ella apenas acaba de conocer, tiene más privilegios que él. Ann no suele invitarlo a su casa, sus salidas han sido a tempranas horas del día y en lugares muy concurridos. No sabe si ella se siente amenazada por él, o ha percibido sus intenciones de conquistarla y lo está evitando. Sea lo que sea, no pasará de esta semana para hablar con ella sobre sus sentimientos. 

 

Tras conducir por varios minutos, Ann llega a al hotel con una hermosa sonrisa. Entusiasmada, se despide de su amigo y camina hacia el interior del lugar. No sabe la razón; no obstante, siente que el ambiente ha cambiado, ni siquiera puede describir lo que pasa. Es como si ella tuviese a punto de tener en frente en lo que se convertirá su presente y futuro. Inmersa en sus pensamientos, escucha una voz varonil que resuena dentro del ascensor.

 

—Buenos días.

 

Dice el educado hombre de alta estatura y hombros anchos, que se encuentra vestido con un traje formal color negro, corbata azul de rayas, zapatos Salvatore Ferragamo y un clásico reloj Patek Philippe. Así de elegante y atractivo es el jefe de Ann. Ella levemente levanta la cabeza y responde:

 

—Buenos días… - y su dulce voz se detiene cuando su mirada identifica a la persona frente a ella. —Es usted… 

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