La cautivadora Ann 

El tiempo pareciera detenerse y formar sobre ellos un domo donde solo existen dos personas: el jefe y su asistente. Demitrius escucha cómo Ann le explica con agilidad su trabajo, mientras justifica cada una de sus atribuciones. Así como la razón por la cual utilizó carpetas de diferentes colores, o ¿por qué las colocó en el orden en que asumió que él las exigiría?

Por un momento, se cuestiona el motivo por el cual una joven de su edad haría las cosas de forma tan prolijas y a la perfección. No hay ni un error por el cual él podría reprocharle, así que lo único que le queda es prestar toda su atención a lo que ella le comenta. Mientras se deleita con la refrescante y rehabilitadora voz de Ann. Ese dulce tono que le añadiría años de vida a cualquier moribundo. Tan solo son las primeras horas del día, y ya el sensato hombre tiene un sinnúmero de porqués, más no las respuestas a sus intrigantes dudas sobre ella.

—Entonces, el señor Collado acaba de negarnos la construcción de las villas
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