Conociendo al CEO 

Orlando, Florida…

Ann trata de corresponder el saludo; sin embargo, sus palabras se detienen cuando visualiza quién es el caballero que acaba de entrar en el ascensor. Es su jefe, más bien, es el jefe de los jefes. Demitrius Constantino, es quien está parado a su lado con porte elegante, cabello perfectamente peinado, barba recién arreglada y con un envolvente aroma a almizcle.

Junto a ella se encuentra el hombre en el cual basó su tesis universitaria. Se pasó seis meses investigando sobre su modelo de negocio, y ahora resulta que lo tiene cerca. A pesar de su impresión, ella sacude la cabeza y carraspea su garganta.

—Es usted… digo, buenos días.

Por fin corresponde el saludo. Él asiente, mientras su mirada está puesta en la pantalla de su celular. A penas son las siete y media de la mañana. Se supone que todos entran a las ocho en punto; no obstante, Ann quería cerciorarse de que todo esté perfecto para la llegada de su jefe.

Por su parte, Demitrius, ya deseaba ir al hotel y ver cómo iban las cosas. Tenía alrededor de seis meses que no iba a las instalaciones y para un jefe obsesionado con el trabajo es mucho. También quería salir antes de que Dafne despertara y le reclamara nuevamente por traerla a los Estados Unidos, dejando a medio año a sus amigos del colegio. Eso y las quejas de Elena, su madre, por el candelabro que dice ella, no es el que mandó para instalar. Es un hombre ocupado que no tiene tiempo para escuchar querellas sobre nimiedades como esas.

Demitrius va tan sumergido en sus pensamientos que ni siquiera capta cuando el ascensor se abre en su piso, solo es consciente cuando la dulce voz de Ann lo hace reaccionar.

—Disculpe, señor Constantino, ya llegamos al piso.

Comenta la joven con voz tímida. Como era de esperarse, no ha hablado con su jefe y ya se siente intimidada por él. El caballero levanta la cabeza y mira hacia el frente, observando el pasillo que aún está despejado.

—Gracias - le dice con su característica voz profunda. La misma que Ann cree haber escuchado la semana pasada. Ambos salen del ascensor y caminan por el pasillo. Demitrius frunce el ceño cuando aún siente la presencia de la joven junto a él. Detiene sus pasos y se da la vuelta —Señorita, ¿acaso me está siguiendo?

Ann agranda los ojos al escuchar la pregunta de su jefe. Ella pestañea con rapidez. Claro, no podría pretender que él supiera quién era ella. No es como que él haya pedido su foto para saber quién es su asistente. Además, todas las veces que le ha dejado algún encargo han sido a través de Eleonor.

—¿Qué? No, señor, es que yo… yo soy su asistente, soy Ann Gutiérrez.

Revela, ocasionando un imperceptible asombro en él. Sabía que su nueva asistente era joven, lo que no sabía que tanto. La chica que ve delante de ella parece la hermana mayor de su hija de diez años. Él fue claro con Celia sobre el perfil que quería. No necesita una joven a quien terminar de criar, ni enseñar cómo hacer su trabajo. Tampoco necesitaba una joven que se viera como ella, justo el perfil de su hermano; hermosa y con impactantes curvas. Demitrius tiene la intención de reclamar, pero se lo guarda para más tarde.

—Bien, espero que tenga listo todo lo que solicité para hoy.

—Sí, señor, todo listo - le dice con rapidez y sonriendo.

Él la mira mientras se pregunta por qué la joven parece estar siempre feliz. Cansado de la interacción, camina hacia su oficina; sin embargo, vuelve a detener sus pasos cuando recuerda que…

—Señorita, ¿me podría decir por qué, según mi madre, hay otro candelabro en la casa?

Pregunta y Ann vuelve a agrandar los ojos. Esperaba tener esa conversación con su jefe luego.

—Bueno, señor, veré, hubo un pequeño…

—Está bien, no continúe. Luego veo cuánto me costó el pequeño inconveniente.

Termina de decir, y ahora sí, entra a su oficina. Antes de pedir todos los documentos solicitados, ya sobre su escritorio se encuentran varias carpetas de diferentes colores. Se acerca y ve que están organizadas según el nivel de su importancia. Los contratos revisados y firmados están en color azul; los permisos aprobados están en color verde; lo que fueron denegados están en la carpeta roja. El reporte general del estado de todos los hoteles en el país, está en color negro y sobre todo los demás. Ann asumió que antes de cualquier otra cosa, su jefe querrá leer los informes de los últimos tres meses.

—¿Acaso no durmió en toda la semana?

Cuestiona al ver el nivel de perfección con el que fue desempeñado cada mandato. Muchos de esos permisos estaban en otro idioma y se puede apreciar que en ninguno hay faltas ortográficas o gramaticales. Sin poder evitarlo, le sale una leve sonrisa, una que no sale a relucir todo el tiempo. Por su parte, Ann está en su escritorio comiéndose las uñas, esperando que todo el trabajo que hizo, esté bien. Deja su nerviosismo a un lado cuando la línea directa suena, ella suspira y toma el teléfono.

—Sí, señor - responde tratando de transmitir seguridad.

—Señorita Gutiérrez, podría pedir mi café, espero que sepa cómo me gusta - comenta obviando cualquier reclamo.

—Fuerte y con una de azúcar - responde ella.

—Correcto, espero que llegue pronto, tengo mucho que revisar - le dice y cuelga.

Ann respira relajada ante la ausencia de reproches. Claro que ahora que revisará todos los documentos, pero por lo menor sabe que le gustó la forma en la que organizó el trabajo.

—Bueno, en primera instancia todo parece marchar bien.

Declara con una sonrisa de satisfacción, mientras se levanta de su silla, para buscar ella misma el café de su jefe. Con esa parte no hay ningún problema hasta que una distraída mujer entra sin tocar al área donde trabaja Ann y vierte una bebida caliente sobre ella.

—No puede ser, debes fijarte dónde vas - reprocha Celia molesta.

—Disculpe, señorita Mylonas, pero usted…

Ann intenta defenderse ante la mirada acusatoria de Celia, quien tuvo la suerte de no tener ni una gota de café en su impoluto vestido ejecutivo.

—¿Qué pretendes culparme de…?

Intenta volver a reclamarle a la joven; sin embargo, sus palabras son detenidas por la voz del Demitrius, quien salió de su oficina al escuchar la estridente voz de Celia.

—¿Qué está pasando aquí? - pregunta. Él mira a la mujer, luego ve a la joven, que estaba espléndidamente vestida, manchada de café. Antes de que una de las dos pueda decir algo, dice: —Señorita Gutiérrez, si la bebida no le hizo daño físico, por favor, vaya a cambiarse, tenemos mucho que revisar.

Ann asiente y sale del lugar. Por suerte, la bebida no le hizo daño, el único problema es que no sabe qué usará si no tienen ropa en el trabajo. Furiosa, camina sin mirar a los lados, solo detiene sus pasos cuando Maya va hacia ella y la toma del brazo.

—Pareces molesta, ¿qué pasa? - pregunta con curiosidad. Ann se da la vuelta, dejándola apreciar la gran mancha marrón en su blusa. —Oh, ya veo. Ni preguntaré cómo fue, hace rato me hizo buscar una taza de café, cargado y con una de azúcar. Ella no toma café. Ven, vamos a buscarte algo. Es una suerte que este hotel tenga tienda.

—Oh, por Dios, estaba tan molesta que ni recordaba eso. Pero no creo que pueda pagar…

—No seas tonta, eres la asistente del jefe. No creo que él se moleste por eso. Además, no fue tu culpa.

—Pienso que sería lo correcto y… - Ann deja de hablar cuando Maya la reprende con la mirada. —Bien, ya entendí. Vamos.

Así, las dos chicas van hacia una de las tiendas que tiene el hotel. Mientras, Celia entra a la oficina del jefe con toda la intención de que ese día tendrá un avance que le dé la certeza de que podría un futuro junto a él.

“Si no soy yo, ¿quién más podría ser?” Cuestiona Celia en sus adentros.

Jacky B

¡Hola, queridas lectoras! Es la primera novela que publico, así que espero ser fiel a la intención que tengo con ella y que sea de su agrado. También espero leer sus comentarios sobre ella. ¡Un fuerte abrazo!

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