Actualizaciones TODOS LOS DÍAS. Disfruta de esta historia, Compláceme y destrúyeme. Mañana: Arriesgada Intrepidez.
Entré a la casa con los restos de mis panties en una mano, y mi vergüenza en la otra. Permanecí un momento en la oscura sala, mirando a través del muro de cristal cómo el señor Demián entraba al Rolls Royce y arrancaba para después desaparecer calle abajo. Realmente era un tipo malo, pues mientras me entregaba a él, me había dicho descaradamente que se iba a cenar con su prometida, y después dormir con ella. —¿Livy? ¿Eres tú? Con un respingo me di la vuelta. En lo alto de las escaleras estaba Madame Mariel, envuelta en una bata gris y con expresión cansada. ¿La llamaban Madame por respeto, por sonar elegante, por qué significaba señora en francés? Discretamente oculté mi ropa interior tras la espalda. —¿Dónde está el señor, Livy? Su pregunta me hizo enrojecer. Agradecí que todas las luces estuvieran apagadas. —¿No llegó contigo? ¿Por qué vienes sola? ¿Mad no te recogió de la universidad, por eso vienes tan tarde? Aspiré fuerte, luego la miré con firmeza. —Madame, ¿pue
Sin mediar una palabra más, me tomó del brazo y me arrastró hacia el interior del auto. Luego de subir, arrancó y en unos pocos minutos, cruzamos la ciudad hasta llegar a casa. Después de todo lo que había averiguado, ya no quería estar cerca de él; no sabía quién era realmente Demián Daniels en mi vida y en la de mi hermana. Así que apenas frenó el auto lo suficiente, abrí mi puerta y salí deprisa. Entré a la casa y subí las escaleras hasta llegar al tercer piso, me oculté en una de las muchas habitaciones y puse el pestillo. No obstante, eso de poco me sirvió. Pues lo escuché acercarse y después la puerta se abrió de par en par; las llaves quedaron colgando en la cerradura. La abrasiva mirada del señor Demián me recorrió de pies a cabeza. —Recuerdo haberte ordenado que dejaras el asunto de Katerin en paz —dijo con voz peligrosamente serena, cerrando la puerta de nuevo y guardándose las llaves en el abrigo. No respondí, era incapaz de hacerlo. —Casualmente tuve qué volver
A la mañana siguiente, cuando abrí los ojos, él ya no se encontraba en la cama. Así que me levanté y después de cubrirme las marcas con un otoñal vestido vaporoso de mangas largas y cuello redondo, salí de la casa y Mad me llevó a la universidad. A diferencia del día anterior, esta vez no me habló en todo el camino, se mantuvo callado y pensativo. Cuando llegamos, me despedí con un vago adiós y corrí a clases. No hubo nada novedoso durante la mañana, Dennis me ignoro y yo tampoco le hable; volviamos a ser desconocidas. Pero por la tarde, cuando salí de la universidad y me encaminé a casa, me encontré con Isabel; estaba fumando sobre la acera, acompañada de un chico bien parecido, que reconocí cómo uno de mis compañeros de clase. —Oh, Livy, ¡eres tú! Me acerqué a ellos, feliz por verla de nuevo. —Hola, Isabel... Ella señaló al chico sentado a su lado, él me sonrió amistosamente. —Livy, él es mi hermano menor Cristian. Su hermano extendió una mano y estrechó una de las mías
Apreté los ojos. En mi inconsistente mente, algunos recuerdos difusos comenzaron a salir a flote. Yo bailando con Cristian. Yo riendo con Cristian. Yo bebiendo con Cristian. Yo tambaleándome en la acera, apoyada en Isabel... y Cristian. Me levanté de golpe y miré a mi alrededor. Basto un breve vistazo para saber que no estaba en casa del señor Demián; este nuevo lugar era sencillo, de paredes blancas y techo bajo a dos aguas. Había una mesa con cuatro sillas cerca y un par de sófas color gris, y yo estaba recostada sobre uno de ellos. No pude indagar más, pues en ese instante un terrible dolor martilleó en mi cráneo. Me llevé ambas manos a la cabeza y gemí por lo bajo. —Has despertado —dijo una voz masculina cerca de mí. Inquieta dirigí la vista hacia la puerta, en ella se encontraba Cristian sonriéndome, y a su lado, su adormilada hermana mayor. —Estábamos a punto de despertarte —dijo Isabel tomando su chaqueta y una pequeña mochila—. Veo que no estás nada acostumbrada a beb
Apoyada en su brazo, bajé del Rolls Royce y entré a un enorme edificio empresarial, ubicado en el centro de la bulliciosa ciudad. Al entrar al lujoso elevador, ya no pude resistir el silencio que reinaba entre nosotros desde esa mañana. Tenía qué decir algo, cualquier cosa que aliviará la pesada tensión. —No sabía que tuviera negocios con su prometida. No me miró. —Mis acciones en su empresa son solo una pequeña parte de mis negocios, no son tan importantes para mí, por eso las he dejado a cargo a ella. Observé su reflejo en el metalizado ascensor, se veía increíblemente atractivo. Llevaba un magnífico traje negro sobre una camisa blanca y una corbata roja, tan roja cómo el pañuelo en la solapa. Íbamos a juego, igual que una autentica pareja. —¿Por qué decidió traerme a mí? —quise saber, mirando sus abrasadores ojos a través de su reflejo frente a mí—. ¿Es verdad que su relación con la señorita Gisel...solo está basada en sus negocios con ella? —algunos cabellos negros le caí
El amigo del señor Demián me arrojó al suelo apenas cerró la puerta a sus espaldas. Aturdida por el repentino impacto, no me moví; y él de inmediato se montó sobre mí y comenzó a destrozarme el vestido. Desgarró el delicado satín hasta dejar al descubierto mi brasier. —Vaya, ¡mira cuantas marcas! Intenté girarme y huir, pero él colocó una rodilla contra mi vientre, reteniéndome en el suelo. También sujetó mis muñecas con una mano, para impedir que lo golpeara. —Zorra, estás llena de marcas —dijo con una repulsiva sonrisa, deslizando las puntas de los dedos a lo largo de mi abdomen. Me retorcí, asqueada—. Sí Demián decidió marcarte todo el cuerpo, seguro eres buena en tu trabajo. Dejó de tocarme para poder llevarse las manos a los pantalones. Hasta ese momento, fui plenamente consciente de lo que realmente iba a suceder, de lo que iba a hacer conmigo. —¡Suélteme! —grité a voz en cuello, llena de pánico—. ¡Por favor, déjeme ir! —¡Cállate, m*****a zorra! —dijo y alzó una mano,
Cómo un bucle cerrado, nuevamente el señor Demián desapareció de mi vida, pero esta vez por 2 semanas completas; no fue a casa y no llamó, dejándonos solas a Madame Mariel y a mí en esa gran casa. Ocasionalmente venía Mad de visita, pero nunca decía nada sobre su jefe o sobre lo ocurrido esa noche. Llegué a pensar que tal vez desaparecer continúamente era una costumbre suya, y que nada había tenido que ver con mi hermana. —Parece que están manejando la situación con suma sutileza —comentó Madame, quitando los restos de la cena del comedor—. No te angusties tanto, Livy, el señor sabe ocuparse de sus asuntos. Esto no es nuevo para él. Apoyé la frente en la superficie de la mesa y suspiré. Sabía que nada de lo ocurrido había sido mi culpa, pero, aun así, las últimas palabras de Gisel seguían resonando en mi mente una y otra vez. —¿Madame, ya... había ocurrido algo así antes? Esta vez la situación parecía ser más grave que la vez anterior, ya que se trataba de un empresario y no de
Yo no podía ser silenciosa; era imposible para mí. Lo único que podía hacer para contener mis gritos, era apretar los dientes hasta que me dolían las encías. Y sentir sus manos recorrer todo mi cuerpo al ritmo de sus despiadadas embestidas, no me ayudaba a controlarme. —¡M-mi... señor! —gemí enterrándole las uñas en la espalda—. ¡No más! ¡Ya no lo soporto! Pasó la lengua a lo largo de mi cuello, hasta llegar al lóbulo de la oreja. Lo mordisqueó suavemente, arrancándome un grito. —Tu piel está muy caliente —musitó con voz ronca—. Y tú interior... tan resbaladizo. No lo soportaba más. Estaba torturándome. Me sentía apunto de enloquecer y él no se detenía. —Maldita sea, estás tan estrecha que apenas puedo moverme —y para probarlo, me alzó por las caderas para inmediatamente dejarme caer con fuerza sobre su grueso miembro. Gemí muy alto y lágrimas llenaron mis ojos. Las piernas me temblaron. Dos semanas sin él habían bastado para que mi cuerpo volviera al pasado, pero ahora que