Mañana "SENSACIONES PROFUNDAS"
Yo no podía ser silenciosa; era imposible para mí. Lo único que podía hacer para contener mis gritos, era apretar los dientes hasta que me dolían las encías. Y sentir sus manos recorrer todo mi cuerpo al ritmo de sus despiadadas embestidas, no me ayudaba a controlarme. —¡M-mi... señor! —gemí enterrándole las uñas en la espalda—. ¡No más! ¡Ya no lo soporto! Pasó la lengua a lo largo de mi cuello, hasta llegar al lóbulo de la oreja. Lo mordisqueó suavemente, arrancándome un grito. —Tu piel está muy caliente —musitó con voz ronca—. Y tú interior... tan resbaladizo. No lo soportaba más. Estaba torturándome. Me sentía apunto de enloquecer y él no se detenía. —Maldita sea, estás tan estrecha que apenas puedo moverme —y para probarlo, me alzó por las caderas para inmediatamente dejarme caer con fuerza sobre su grueso miembro. Gemí muy alto y lágrimas llenaron mis ojos. Las piernas me temblaron. Dos semanas sin él habían bastado para que mi cuerpo volviera al pasado, pero ahora que
Sí realmente nunca había existido nada entre ellos, ¿por qué solían verse fuera del burdel? ¿Por qué ahora no me quería revelar nada de ella, cuando poco tiempo atrás la ayudó a quemar mi departamento e incluso se acostó con ella el día de su cumpleaños? —Ellos... ¿tenían una relación? —¿Romántica? No, solo de trabajadora sexual y cliente. Después de haber escuchado el nombre de Katerin salir de los labios del señor Demián esa mañana, estaba muy claro que no había sido así; ellos sí habían mantenido una relación más allá de lo dicho por Liliana. Estaba segura de ello. Incliné la cabeza sobre el pupitre y exhalé. —Pero, de entre todas, ella era su favorita. Ayudarla a quemar mi casa..., tener relaciones con ella en su cumpleaños... y guardar pertenencias suyas en su estudio... Pues sí que había sido su favorita. —Hola, Livy. Levanté la vista. Frente a mí se encontraba Cristian, y en una mano sostenía mi mochila. —¿La tenías? —inquirí impresionada—. Creí que esa noche la había
Apenas escuchaba la conversación que mantenían Cristian e Isabel. Y muy apenas podía probar bocado. Mi hermana había vuelto, y aparentemente lo había hecho solo para deshacerse de un secreto que, al parecer, no había ardido con el departamento. Me llevé el vaso de soda a los labios y le di un sorbo, tratando de rememorar mi visita a casa, tratando de ver todo de nuevo. Pero no tuve éxito, pues no recordaba haberme topado con nada extraordinario. —Livy, ¿estás bien? Pareces preocupada. Miré a Isabel, tenía el ceño ligeramente fruncido, igual que su hermano. —Sí, estoy bien —me esforcé en sonreírles a ambos—. Solo me siento algo agotada, lo siento, creo que ya me voy. Dejé el vaso y me puse en pie, Cristian hizo lo mismo. Su hermana le dirigió una mirada interrogante. —Te acompañaré, ya está anocheciendo —dijo él, antes de que yo pudiera decir nada. Nuevamente, no tenía una excusa válida para oponerme a su compañía, así que asentí. —¿Segura, Livy? —inquirió Isabel, arqueando una
Me besó la parte sensible detrás de la oreja, y yo me estremecí de pies a cabeza. Sentí sus labios deslizarse a lo largo de mi piel, hasta llegar al hueco en mi espalda baja. Entonces enterré las uñas en las sábanas. —¿Segura que puedes seguir? —murmuró contra mi espalda. El roce de su aliento fue suficiente para hacerme gemir. —Si, mi señor —dije entre dientes, aunque apenas podía sostenerme. Lo escuché soltar una risita y casi de inmediato se enterró profundo en mí. Las piernas me temblaron y estuve a punto de gritar. —Veo que estás decidida a no dejarme ir —jadeó, arremetiendo con rudeza. Lo estaba, sí acostarme con él toda la noche era necesario para que siguiera conmigo, con gusto lo haría. No quería que me dejara sola, no en ese momento. Ahora, y aunque fuera solo por unos cuantos meses, él sería lo único en mi vida. Me dolía el trasero y mantenerme en esa postura comenzaba a ser incómodo, pero también seguía disfrutándolo. —¡Oh, por favor...! —gemí con voz conten
Al llegar a casa, Madame Mariel me entregó una gran caja negra de regalo, diciéndome que el señor Demián la había enviado para mí. En la habitación, la abrí, era un vaporoso vestido tipo coctel color champagne. Después de ponérmelo cuidadosamente, me vi al espejo; la prenda era hermosa y más discreta que el anterior vestido rojo, pero también más a mi gusto. Dejaba los hombros y la clavícula al descubierto, el escote era tipo corazón y la parte superior muy parecida a un corsé, además, la falda era de tul a la altura de las rodillas. —Livy, me gustas... —murmuró Cristian, deslizando los labios hasta mi oído—. Y sí en verdad no sales con alguien, dame una oportunidad... Inspiré hondo, enmarcando las ondas en mi cabello con la rizadora, hasta que tomaron una suave forma naranja rogiza. Luego coloqué un poco de maquillaje en mi rostro y cuello, solo el suficiente para cubrir las marcas de dientes y los rojos chupetones. Finalmente, después de meter los pies en unos tacones negros
Apoyé la mejilla en una mano y suspiré largamente. Las últimas palabras del hermano de Gisel aún inundaban mi mente en los momentos más inesperados. Especialmente la palabra Despiadado. —Es Noe Keller, el único hermano de Gisel, y tiene 23 años, es un año menor que su hermana. Piqué la pantalla del celular hasta que se encendió, luego volví a picarla hasta que se apagó. Al menos, anoche había descubierto que el señor Demián nunca le había propuesto matrimonio a su guapa prometida. —Sabes mucho de ellos, Isabel. Ella se encogió de hombros y siguió comiendo. Ese día su hermano no nos acompañaba, y yo le agradecía a Dios por eso. —¿Sabes... a qué de dedican los padres del señor Demián? —era una pregunta que últimamente me hacía mucho. —Ellos están muertos. La miré, conmocionada. —¿No lo sabías, Livy? Ambos fallecieron hace varios años en un ataque armado por parte de un grupo delictivo. Sentí mis labios entreabrirse, pero de ellos no emanó ningún sonido. —Una pequeña
—Es positivo, señorita Ricci —dijo la doctora con una gran sonrisa—. La prueba de sangre dice que tienes poco menos de un mes. ¡Felicidades! Comencé a juguetear con mis manos para no soltar nuevas lágrimas. Había ido allí con la esperanza de obtener un resultado diferente, uno negativo. —¿Está segura? —insistí forzando una sonrisa temblorosa—. Un mes es muy poco tiempo, puede que sea un error. Pero ella negó, aun sonriéndome. —Ahora se puede detectar un embarazo a las pocas semanas. La prueba es segura. Estás embarazada. Su última frase rompió toda mi compostura, las lágrimas rodaron por mi rostro. Sentí una fuerte opresión en el pecho. Isabel tenía razón, mi vida ya comenzaba a complicarse todavía más. —¿Estás bien? —inquirió la doctora con preocupación—. ¿No te alegra? Negue repetidas veces a la vez que me ponía en pie. —No es eso, es solo... Es que ha sido demasiado repentino. Estoy abrumada, eso es todo. Hice ademán de querer marcharme, sin embargo, cuando estaba
Con la vista clavada en el piso, suspiré profundamente, más confundida que antes. Las dulces palabras en la fotografía estaban en desacuerdo con los egoístas actos de mi hermana. —Livy, el señor está aquí. Alcé rápidamente la cabeza. Y en cuanto lo hice, me topé con la intensa mirada ámbar del señor Demián. Me observaba desde la puerta con unos ojos rebosantes de abrasante deseo, pero también de evidente alivio. Igual que sí estuviera satisfecho de verme en casa. Oculté la fotografía bajo el sofá antes de ponerme en pie e ir hacia él. Sin embargo, cuando llegué a su lado e intenté abrazarlo, no me lo permitió. —Madame, hoy y durante todo el fin de semana, prescindiré de sus servicios —dijo sin inflexiones en la voz y sin apartar sus ojos, cada vez más fríos, de los míos—. Mad la espera fuera. Salga ahora. En cuanto Madame dejó la casa, el señor Demián me tomó bruscamente del brazo y me arrastró hasta la ducha del dormitorio. Sin soltarme abrió las llaves del agua, y después me