Mañana DOLOROSOS DESEOS. PRESA: LA COMUNIDAD ROJA. ¿Estás lista para perderlo todo? ¿Perder el amor que acabas de encontrar? Para Carol Videla, una noche lo cambia todo. Una palabra se convertirá en su ruina. Una reliquia que contiene un desconocido poder. Un lugar al que nunca debió ir, Sacra, un mortífero bosque congelado en un eterno invierno y plagado de peligrosas criaturas. Y un Cazador dispuesto a matarla. Sin saber qué clase de vínculo la une a la reliquia, Carol buscará sobrevivir a la cruel naturaleza de Sacra y a la implacable cacería de su asesino con el único objetivo de volver a casa. Y en su búsqueda por respuestas, conocerá a Cam, un chico quien sin motivo aparente se convertirá en su protector y guía en este nuevo mundo; donde ambos deberán luchar para llegar al único asentamiento que existe: La Comunidad Roja.
Apoyada en su brazo, bajé del Rolls Royce y entré a un enorme edificio empresarial, ubicado en el centro de la bulliciosa ciudad. Al entrar al lujoso elevador, ya no pude resistir el silencio que reinaba entre nosotros desde esa mañana. Tenía qué decir algo, cualquier cosa que aliviará la pesada tensión. —No sabía que tuviera negocios con su prometida. No me miró. —Mis acciones en su empresa son solo una pequeña parte de mis negocios, no son tan importantes para mí, por eso las he dejado a cargo a ella. Observé su reflejo en el metalizado ascensor, se veía increíblemente atractivo. Llevaba un magnífico traje negro sobre una camisa blanca y una corbata roja, tan roja cómo el pañuelo en la solapa. Íbamos a juego, igual que una autentica pareja. —¿Por qué decidió traerme a mí? —quise saber, mirando sus abrasadores ojos a través de su reflejo frente a mí—. ¿Es verdad que su relación con la señorita Gisel...solo está basada en sus negocios con ella? —algunos cabellos negros le caí
El amigo del señor Demián me arrojó al suelo apenas cerró la puerta a sus espaldas. Aturdida por el repentino impacto, no me moví; y él de inmediato se montó sobre mí y comenzó a destrozarme el vestido. Desgarró el delicado satín hasta dejar al descubierto mi brasier. —Vaya, ¡mira cuantas marcas! Intenté girarme y huir, pero él colocó una rodilla contra mi vientre, reteniéndome en el suelo. También sujetó mis muñecas con una mano, para impedir que lo golpeara. —Zorra, estás llena de marcas —dijo con una repulsiva sonrisa, deslizando las puntas de los dedos a lo largo de mi abdomen. Me retorcí, asqueada—. Sí Demián decidió marcarte todo el cuerpo, seguro eres buena en tu trabajo. Dejó de tocarme para poder llevarse las manos a los pantalones. Hasta ese momento, fui plenamente consciente de lo que realmente iba a suceder, de lo que iba a hacer conmigo. —¡Suélteme! —grité a voz en cuello, llena de pánico—. ¡Por favor, déjeme ir! —¡Cállate, m*****a zorra! —dijo y alzó una mano,
Cómo un bucle cerrado, nuevamente el señor Demián desapareció de mi vida, pero esta vez por 2 semanas completas; no fue a casa y no llamó, dejándonos solas a Madame Mariel y a mí en esa gran casa. Ocasionalmente venía Mad de visita, pero nunca decía nada sobre su jefe o sobre lo ocurrido esa noche. Llegué a pensar que tal vez desaparecer continúamente era una costumbre suya, y que nada había tenido que ver con mi hermana. —Parece que están manejando la situación con suma sutileza —comentó Madame, quitando los restos de la cena del comedor—. No te angusties tanto, Livy, el señor sabe ocuparse de sus asuntos. Esto no es nuevo para él. Apoyé la frente en la superficie de la mesa y suspiré. Sabía que nada de lo ocurrido había sido mi culpa, pero, aun así, las últimas palabras de Gisel seguían resonando en mi mente una y otra vez. —¿Madame, ya... había ocurrido algo así antes? Esta vez la situación parecía ser más grave que la vez anterior, ya que se trataba de un empresario y no de
Yo no podía ser silenciosa; era imposible para mí. Lo único que podía hacer para contener mis gritos, era apretar los dientes hasta que me dolían las encías. Y sentir sus manos recorrer todo mi cuerpo al ritmo de sus despiadadas embestidas, no me ayudaba a controlarme. —¡M-mi... señor! —gemí enterrándole las uñas en la espalda—. ¡No más! ¡Ya no lo soporto! Pasó la lengua a lo largo de mi cuello, hasta llegar al lóbulo de la oreja. Lo mordisqueó suavemente, arrancándome un grito. —Tu piel está muy caliente —musitó con voz ronca—. Y tú interior... tan resbaladizo. No lo soportaba más. Estaba torturándome. Me sentía apunto de enloquecer y él no se detenía. —Maldita sea, estás tan estrecha que apenas puedo moverme —y para probarlo, me alzó por las caderas para inmediatamente dejarme caer con fuerza sobre su grueso miembro. Gemí muy alto y lágrimas llenaron mis ojos. Las piernas me temblaron. Dos semanas sin él habían bastado para que mi cuerpo volviera al pasado, pero ahora que
Sí realmente nunca había existido nada entre ellos, ¿por qué solían verse fuera del burdel? ¿Por qué ahora no me quería revelar nada de ella, cuando poco tiempo atrás la ayudó a quemar mi departamento e incluso se acostó con ella el día de su cumpleaños? —Ellos... ¿tenían una relación? —¿Romántica? No, solo de trabajadora sexual y cliente. Después de haber escuchado el nombre de Katerin salir de los labios del señor Demián esa mañana, estaba muy claro que no había sido así; ellos sí habían mantenido una relación más allá de lo dicho por Liliana. Estaba segura de ello. Incliné la cabeza sobre el pupitre y exhalé. —Pero, de entre todas, ella era su favorita. Ayudarla a quemar mi casa..., tener relaciones con ella en su cumpleaños... y guardar pertenencias suyas en su estudio... Pues sí que había sido su favorita. —Hola, Livy. Levanté la vista. Frente a mí se encontraba Cristian, y en una mano sostenía mi mochila. —¿La tenías? —inquirí impresionada—. Creí que esa noche la había
Apenas escuchaba la conversación que mantenían Cristian e Isabel. Y muy apenas podía probar bocado. Mi hermana había vuelto, y aparentemente lo había hecho solo para deshacerse de un secreto que, al parecer, no había ardido con el departamento. Me llevé el vaso de soda a los labios y le di un sorbo, tratando de rememorar mi visita a casa, tratando de ver todo de nuevo. Pero no tuve éxito, pues no recordaba haberme topado con nada extraordinario. —Livy, ¿estás bien? Pareces preocupada. Miré a Isabel, tenía el ceño ligeramente fruncido, igual que su hermano. —Sí, estoy bien —me esforcé en sonreírles a ambos—. Solo me siento algo agotada, lo siento, creo que ya me voy. Dejé el vaso y me puse en pie, Cristian hizo lo mismo. Su hermana le dirigió una mirada interrogante. —Te acompañaré, ya está anocheciendo —dijo él, antes de que yo pudiera decir nada. Nuevamente, no tenía una excusa válida para oponerme a su compañía, así que asentí. —¿Segura, Livy? —inquirió Isabel, arqueando una
Me besó la parte sensible detrás de la oreja, y yo me estremecí de pies a cabeza. Sentí sus labios deslizarse a lo largo de mi piel, hasta llegar al hueco en mi espalda baja. Entonces enterré las uñas en las sábanas. —¿Segura que puedes seguir? —murmuró contra mi espalda. El roce de su aliento fue suficiente para hacerme gemir. —Si, mi señor —dije entre dientes, aunque apenas podía sostenerme. Lo escuché soltar una risita y casi de inmediato se enterró profundo en mí. Las piernas me temblaron y estuve a punto de gritar. —Veo que estás decidida a no dejarme ir —jadeó, arremetiendo con rudeza. Lo estaba, sí acostarme con él toda la noche era necesario para que siguiera conmigo, con gusto lo haría. No quería que me dejara sola, no en ese momento. Ahora, y aunque fuera solo por unos cuantos meses, él sería lo único en mi vida. Me dolía el trasero y mantenerme en esa postura comenzaba a ser incómodo, pero también seguía disfrutándolo. —¡Oh, por favor...! —gemí con voz conten
Al llegar a casa, Madame Mariel me entregó una gran caja negra de regalo, diciéndome que el señor Demián la había enviado para mí. En la habitación, la abrí, era un vaporoso vestido tipo coctel color champagne. Después de ponérmelo cuidadosamente, me vi al espejo; la prenda era hermosa y más discreta que el anterior vestido rojo, pero también más a mi gusto. Dejaba los hombros y la clavícula al descubierto, el escote era tipo corazón y la parte superior muy parecida a un corsé, además, la falda era de tul a la altura de las rodillas. —Livy, me gustas... —murmuró Cristian, deslizando los labios hasta mi oído—. Y sí en verdad no sales con alguien, dame una oportunidad... Inspiré hondo, enmarcando las ondas en mi cabello con la rizadora, hasta que tomaron una suave forma naranja rogiza. Luego coloqué un poco de maquillaje en mi rostro y cuello, solo el suficiente para cubrir las marcas de dientes y los rojos chupetones. Finalmente, después de meter los pies en unos tacones negros