MARIDOS AUDACES

Justo a la medianoche, cerré los ojos con fuerza y apoyé la espalda en el frío acero del ascensor; lo sentía moverse, llevándome al último piso del hotel, el penhouse del impredecible dueño. Mi esposo.

Respiré hondo. Entonces fui capaz de verlo de nuevo. Cómo si fuese el presente.

“… el señor Demián me tomó bruscamente del brazo y me arrastró hasta la ducha del dormitorio. Sin soltarme, abrió las llaves del agua, y después me empujó dentro. Temblé de frio al sentir la helada agua bañarme por completo. Por inercia intenté salir.

—Ni se te ocurra —me amenazó entrando también a la ducha.

Pronto el agua comenzó a calentarse. Inspiré hondo, abrazándome a mí misma.

—¿Q-qué hace...?

No me escuchó, sino que me arrinconó contra la pared y de un tirón, me destrozó el vestido. Sus ojos, antes fríos, ahora eran vivas brasas de ira.

—Mi señor... —balbuceé temerosa.

—Arrodíllate —ordenó echándose un poco para atrás.

Mientras yo obedecía, él se quitó la chaqueta y la camisa, las arrojó al s
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