RIVALES ASTUTAS

Observé durante un momento la diminuta criatura en la imagen; era borrosa, a blanco y negro pero, aun así, muy definida para mí.

—Aunque esa serie de tragedias te trajeron a mi vida, lamento mucho que hayas vivido todo eso —musitó Sebastián y se giró para tomarme de la nuca y darme un beso en la frente—. Daría lo que fuera con tal de evitarte ese dolor.

Suspiré y sujetando la imagen del ultrasonido con las dos manos, me mantuve sentada sobre los talones a los pies de la cama. Cuando Sebastián me soltó, volvió a darme la espalda y continuó vistiéndose. Ese día había elegido un elegante traje verde esmeralda sobre una camisa y corbata negras; se veía imponente, distinguido, e increíblemente poderoso. Era la viva imagen de un joven Ceo, atrayente y exitoso.

—¿Qué dirán los medios de... todo lo ocurrido anoche con el señor Daniels? —quise saber, avergonzada y sumamente culpable.

No vi su expresión, pero sí cómo su amplia espalda se tensó al instante, marcando los músculos bajo la pie
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