Cerró la ventana en la portátil y se dirigió a la puerta. Se llenó de valentía antes de abrir la puerta. Giselle, en su vestido apretado, elevados tacones, maquillaje demasiado marcado y el cabello como una fiera, estaba parada ahí, con su usual aire de dominio y poder. —¿Qué pasa mamá? —No has comido, ¿es que has estado comiendo en otro lado la porquería que sirven? Por eso estás tan gorda, ¿no? Comerás de forma sana conmigo, jovencita —señaló mordiente. Herirla siempre había sido el blanco, y ella lamentablemente nunca daba fallidos. Era cierto que llegó y subió a su habitación, no tenía hambre, no había comido chatarra afuera y definitivamente no estaba gorda. Desde que tenía uso de razón se dejaba aplastar por los rigurosos y restrictivos márgenes alimenticios que le imponía su madre, ella sí estaba escuálida, tan delgada que se le sobresalían los huesos de la clavícula y de otras partes. Ese régimen alimenticio que empezó a base de ensaladas y ejercicio, se volvió extremo al
Mabel pudo quedarse tranquila al contemplar que ya llegaban a la secundaria Bradford. Burhan, como le había dicho se detuvo unos metros antes, lo suficiente para que nadie viera bajar de su auto a la joven. Así que la muchacha abrió la portezuela del auto y bajó, no sin antes agradecerle de nuevo por el aventón. El árabe le dedicó una sonrisa a modo de respuesta y pronto se marchó. Ella continuó por su cuenta, avanzando calmada, no llegaría tarde, así que no sentía esa urgencia de acelerar el paso, no estaba sobre la hora. La multitud de estudiantes estaban ingresando, que terrible era hacerse un lugar entre tantos, no ayudaba su estatura, medía un metro cincuenta y siete, se consideraba pequeña entre tantos jóvenes altos. En el pasillo intentó buscar su casillero, tenía el libro de química ahí, le urgía tomarlo, pero alguien estaba sesgando el paso, Georgia inclinada en la puerta del casillero mientras besaba a su novio y se decían tantas cosas que habría preferido no saber. —¿Podr
Semanas después...En diciembre, la ciudad se cubrió con una capa de nieve celestial, pero el frío intenso también se hacía sentir. Las bajas temperaturas le enrojecían la nariz y las mejillas, y aunque todo lucía hermoso, no le gustaba el invierno tan implacable.Valentina la invitó a pasear por la ciudad durante las vacaciones. Decidieron ir a desayunar a "The Original Pantry Café", un lugar con una sólida reputación que solo aceptaba pagos en efectivo y que había estado en operación desde 1924. La atmósfera sencilla pero encantadora del café y la rapidez en la entrega de las órdenes hacían que fuera un lugar popular entre los residentes de la ciudad.A pesar de la tentación de visitar "Pacífic Dining Car" con su estilo clásico y elegante, decidieron ir a Fred 62 en Los Feliz. Este famoso lugar no solo servía desayuno todo el día, sino las 24 horas del día, los 7 días de la semana, con un ambiente retro único y una amplia variedad de platillos deliciosos.Mientras su madre estaba de
Semanas después...En diciembre, la ciudad se cubrió con una capa de nieve celestial, pero el frío intenso también se hacía sentir. Las bajas temperaturas le enrojecían la nariz y las mejillas, y aunque todo lucía hermoso, no le gustaba el invierno tan implacable.Valentina la invitó a pasear por la ciudad durante las vacaciones. Decidieron ir a desayunar a "The Original Pantry Café", un lugar con una sólida reputación que solo aceptaba pagos en efectivo y que había estado en operación desde 1924. La atmósfera sencilla pero encantadora del café y la rapidez en la entrega de las órdenes hacían que fuera un lugar popular entre los residentes de la ciudad.A pesar de la tentación de visitar "Pacífic Dining Car" con su estilo clásico y elegante, decidieron ir a Fred 62 en Los Feliz. Este famoso lugar no solo servía desayuno todo el día, sino las 24 horas del día, los 7 días de la semana, con un ambiente retro único y una amplia variedad de platillos deliciosos.Mientras su madre estaba de
Por todo el trayecto no dejó de reclamar y decirle cosas incoherentes. La dejó que soltara todo lo que quisiera. —No quiero ir a casa, Burhan. Por favor…—Entonces, ¿a dónde debo llevarte? —No lo sé… —expresó bufando y casi al instante ya cabeceaba sobre el asiento hasta dormirse inevitablemente. Cuando llegó al edificio donde vivía, aparcó en el estacionamiento subterráneo y la ayudó a salir. Cada paso, cada acto, cada acción que hacía lo ponía en peligro. No era correcto llevar a su alumna a su piso. Eso no estaba bien y lo sabía, pero en vista de que solo quería ayudarle, y hacer un bien, por eso tomó el riesgo y ahí estaba llevándola a su privacidad aún sabiendo que podría traerles consecuencias. —No volveré a tomar, nunca más —aseguró mientras ascendía por ese elevador. Solo los dos. Burhan le había pasado un brazo sobre los hombros para ayudarla a andar, aún ahora seguían en la misma posición, tan cerca que a Mabel le aturdida su presencia, él era peor que el efecto del alc
Mabel no dejaba de sentir una punzada de culpa en el interior. Habría querido salir de volada y no verlo más nunca en su vida. El nivel de vergüenza en ese momento la estaba devorando sin compasión. Pero él, tan insistente la convenció de quedarse y desayunar junto a él. Llevaba la ropa que él mismo le había conseguido, un pantalón rosa palo, y una blusa blanca de satén. No tenía idea de dónde había sacado las piezas de vestir, tampoco se pondría a ahondar mucho en eso. Comieron tostadas, había crema de maní, pero la odiaba así que decidió untarle a las suyas mermelada de cerezas, también había grosellas, de las que tomó algunas como acompañante. —Sigo avergonzado contigo, todo esto... Es que no dejo de pensar en lo que hicimos —expresó el árabe un tanto abrumado. Lo miró sobre sus pestañas, mientras tomaba un sorbo de café, la verdad es que se sentía como él, la escena estaba rodando como una película en su mente. En ese punto aún no podía creer que tuvo sexo por primera vez, encim
Le ayudó a lavar los trastes, seguían juntos. No debía seguir posponiendo la ida, ya mucho tiempo había pasado ahí a su par. Era hora de marcharse, de no darle reversa a nada o todo sería peor. Así que al terminar de ayudarle, se marchó. Pero Burhan la siguió por el pasillo y detuvo su andar al apresarle el brazo. Se quedó mirando su agarre que en en ningún momento pretendía ser rudo. Unos minutos en lo que ambos se quedaron mirando a los ojos fue suficiente para que la magia surgiera, así como el brillo simultáneo y sincero que se negaban a prestar atención. —Deja que te lleve, por favor. —expresó intentando ser cortéz, solo amable con ella. —No, Burhan, suficiente de permitir tanto de ti, muchas gracias por todo, incluso por lo que no debió de suceder, pero yo me voy sola —expresó soltándose, no se animó a seguirla, no se atrevería a insistir, ella tenía toda la razón. Se quedó en medio del pasillo observado su andar con premura, ella se metió en la caja metálica y vio su rostro
La noche ya había llegado y bajo la soledad de su habitación, se preparó para dormir. No imaginaba que su teléfono sonaría en ese momento, no creyó que fuera un número desconocido. Bufó, nada más inoportuna que una llamada de algún remitente equivocado, no estaba dentro de sus registros, así que se vio tentada a colgarle y dejar el aparato sobre la mesita de noche. En ese momento, cuando depositó el móvil en la mesilla, volvió a sonar. ¡Pero que insistente! Pensó en apagarlo porque sabía que seguiría sonando más tarde, de modo que contestó si más remedio, ya un poco agobiada. —¿Quién es? —preguntó tosca, tal vez también por el sueño que tenía como para hablar a esa hora.—No te recuerdo así de gruñona, Mabel —le dijo Burhan, en un tono divertido, la voz varonil y gruesa de ese hombre ya la había sometido irremediablemente. Se sintió más despierta que nunca y sin saber que respuesta dar. Además, ¿cómo Al-Mansour dio con su número? Suspiró hondo, ni habló, se tomó al menos un par de