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Llegó a casa al mediodía, lo que no quería pasó, encontró a su madre en medio del living, esta bebía una copa de vino hasta el tope y reía por alguna estupidez que le decía el remitente al otro lado de la llamada que tenía. La verdad podía pasarse largo y tendido con un teléfono a la oreja, además de eso, las compras y las tontas tertulias que hacía con sus “amigas” se le iba la vida en tonterías.

—Eso es maravilloso, no me perdería por nada del mundo un compromiso así —le comentó en un impertinente chillido —. Me muero por verle la cara, no imagino que vestido usará, ¿tienes idea?

—He llegado —canturreó sin ganas de avisar en realidad, solo saludó a modo automático.

—ah, ahí estás —fue la contesta de su progenitora soltada de una forma despectiva.

Siguió, estaba acostumbrada a esa indiferencia, subió a su habitación y pudo respirar hondo. Cerró la puerta con seguro y empezó a cambiarse la ropa. Al menos la ropa de andar en casa no era confeccionada por la amiga de su madre, cada
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