Sin embargo, era lo bastante lista para no intervenir de más, así que prefirió guardar silencio.Y tal como ella imaginaba, Luciana clavó la mirada en Clara y continuó:—Es que mi mamá… —dijo con una mueca burlona—. Tiene más de diez años de muerta. ¿Ahora resulta que revive de la tumba?Enseguida, Rosa captó la intención:—¡Ah! Entiendo… voy a ver si contacto a alguien ahora mismo.—¡Por favor, no tardes! —repuso Luciana en el mismo tono socarrón.Al ver aquello, a Clara se le torció la boca de la rabia.—¡Luciana, qué descortés eres!—Claro, ¿qué esperabas? —respondió Luciana con un gesto frío—. Mi madre murió demasiado pronto, y mi “padre” está ausente como si no existiera. ¿Quién me iba a enseñar modales? —Alzó el brazo y señaló la salida—. No me importa por qué viniste, pero ahora mismo vas a salir de mi oficina. Y si vuelves a llamarte “mi mamá”, te juro que te hincharé la boca de un bofetón.Con los ojos entrecerrados y pronunciando cada palabra con firmeza, Luciana advirtió:—T
Frunció el entrecejo, observándola con profundidad, y de pronto soltó:—Sobre el tema del trasplante de hígado… ¿Alguna vez le preguntaste a Pedro su opinión?—¿Qué? —Luciana no esperaba esa pregunta. Enmudeció un par de segundos, luego sonrió con frialdad—. Soy su tutora. Me encargo de sus asuntos.—Tengo entendido que Pedro ya cumplió 14 años. A partir de esa edad, la ley le concede voz propia en ciertas decisiones. Además —insistió Alejandro, con ese tono mesurado—, su salud y su condición física son más que aptas para donarle parte del hígado a tu padre, desde el punto de vista fisiológico y psicológico.Cada palabra resultaba perfectamente lógica… y cada palabra apuntaba a Mónica, a complacerla. Luciana notó la mirada esquiva de Mónica y no pudo evitar soltar una risa amarga. «Alejandro, por la mujer que ama, es capaz de decir cualquier cosa», pensó.—¿De verdad equiparas los 14 años de Pedro, con el de un adolescente promedio? —contestó Luciana, con un deje de ironía—. Él no enti
—¡Señor Guzmán! —exclamó Rosa, poniéndose frente a Alejandro como si quisiera encararlo—. ¡No puede irse así!—¿Cómo dices? —replicó él, alzando una ceja con una mueca de incredulidad.—Luciana… —Rosa señaló hacia atrás, en dirección a donde estaba Luciana—. ¡Ella es su esposa! ¿Le parece correcto marcharse, así como así, con la… la “otra”?Al referirse a Mónica como “la otra”, el semblante de Alejandro se volvió sombrío en un instante, y la ligera sonrisa que tenía se esfumó.—¿Quién te dio el valor para hablar así de ella? —espetó, con un brillo amenazante en la mirada.Rosa se intimidó un poco, pero se enfureció aún más:—¿Qué, acaso dije una mentira? Mónica es la tercera en discordia. ¿Dónde queda Luciana?Alejandro soltó una risa burlona, preguntándose para sus adentros: «¿Y dónde me dejó Luciana a mí?». Pero no creía necesario explicárselo a una “extraña”.—¡Hazte a un lado! —ordenó con frialdad.—¡No lo haré! —se plantó ella.Alejandro frunció el ceño, visiblemente harto:—No va
Por la tarde, Fernando se presentó en la oficina. Sus socios y su secretaria le explicaron la crisis:—El Grupo Guzmán canceló su contrato con nosotros.«¿Grupo Guzmán?» Para Fernando, significaba Alejandro Guzmán. ¿La razón? Hace un tiempo, a raíz de algunos roces por Luciana, habían tenido momentos incómodos, pero siempre habían mantenido lo personal aparte de lo profesional. No entendía:—Pero la cooperación iba viento en popa. ¿Cuál es el motivo oficial que dieron?—Desconocido —respondió su socio con la misma confusión—. No han presentado explicaciones. Solo están decididos a terminar y asumir la indemnización por la ruptura. Incluso enviaron ya el cheque.«¿Tan rápido?», pensó Fernando, sorprendido por lo drástico de la medida. Ni siquiera les habían dado opción de negociar.—No lo he firmado —aclaró el socio—. Preferí esperar tu regreso antes de tomar una decisión. Ganamos más si seguimos colaborando con ellos.Fernando estaba perplejo. Solo se le ocurrió una salida:—Hablaré co
—Menos mal —murmuró Luciana, relajando por fin la tensión que había cargado durante varios días.—Por cierto —prosiguió la doctora, mientras pasaba la vista por su libreta de embarazo—. Estás por cumplir seis meses, ¿te has planteado descansar un poco a partir de ahora?Luciana la miró, sin disimular su sorpresa.—¿Descansar? No, la verdad no lo había considerado —admitió.—Pues piénsalo —sugirió la doctora con una sonrisa amistosa—. Tu familia no depende de tu sueldo. El último trimestre puede ser muy agotador.Poniendo la mirada en su vientre, añadió:—El bebé crecerá más rápido, la barriga aumentará de tamaño y tus movimientos se verán limitados. También podrías tener hinchazón y otras molestias. ¿No sería mejor quedarte en casa?—No, no hace falta —respondió Luciana, negando con la cabeza.—¿Tienes alguna inquietud en particular?Alondra se encogió de hombros y continuó con tono jovial:—Con el apoyo del señor Guzmán, estoy segura de que tus compañeros en el hospital no se opondrán
Con un escalofrío recorriéndole el cuerpo, Luciana apretó los puños hasta sentirlos fríos.De pronto le vino a la mente algo que Alejandro también había dicho: que, para un médico, la vida de cualquier persona debería ser igual de valiosa, fuera villano o héroe, y que lo de “perdonar” o no a Ricardo era otro asunto. Pero… ¿realmente iban a salvarlo?***Mientras tanto, en la otra cara de la ciudad, Fernando seguía inmerso en una racha de problemas. Hacía varios días que trataba de comunicarse con Alejandro para evitar que el Grupo Guzmán rescindiera el contrato con CreaTech. Sin éxito. En un par de semanas, la colaboración terminaría, y sus esfuerzos parecían en vano.Por si fuera poco, el día anterior, la Empresa Casabella también había anunciado que, tras finalizar el proyecto actual, no renovarían con CreaTech. Para intentar convencerlos, Fernando y su socio, Dante Torres, se reunieron con el director de Casabella, pero no lograron ningún progreso.Terminó regresando a casa ya de ma
Además, si fuera por el tema de Luciana, él no habría aceptado colaborar con CreaTech al principio.—Pues yo no estaría tan seguro —replicó Dante—. Piensa que el primero en romper el contrato fue precisamente el señor Guzmán. Y, seamos francos, él es de los pocos que tiene la fuerza para hacer algo así.Fernando no supo qué responder; lo cierto es que parecía tener sentido.—Pero no imagino al señor Guzmán actuando así… —balbuceó, dudando.¡Bam!Un estrépito interrumpió sus reflexiones. Al voltear la cabeza, descubrió que Victoria había tirado al suelo un recipiente con comida. Por fortuna, la tapa estaba bien ajustada y casi nada se derramó, pero la cara de su madre lucía inquieta, como si la hubieran sorprendido en falta.—Te llamo luego —dijo, terminando la llamada. Se encaminó a la cocina para ayudarla a recoger el recipiente.Antes de que Fernando pudiera preguntar, Victoria confesó con voz temblorosa:—Fer… hace un momento mencionaste al señor Guzmán…—Sí —confirmó él, con el ceñ
Una vez allí, recordó que durante la jornada laboral era complicado entrar a las habitaciones de hospitalización. Pensó, entonces, que tal vez Luciana estaría en Urgencias o en Consultas Externas.Primero revisó el área de Urgencias y no la vio. Luego, pasó a Consultas. Tuvo suerte: Luciana efectivamente estaba atendiendo en consulta externa. Desde la puerta, se percató de que, cada vez que llamaban a un paciente, podía ver a Luciana dentro, bien sea sentada hablando con un enfermo o de pie, haciendo una revisión rápida. Ella lucía concentrada y en buen estado de ánimo. Nada en su semblante indicaba que estuviera sufriendo algún problema grave.Fernando se tranquilizó un poco. “Al menos Alejandro no ha desquitado su furia con ella”, pensó. Sin embargo, tenía que asegurarse de que Luciana estaba realmente bien. Recordó, no obstante, la promesa que le había hecho a ella de mantener las distancias. Así que se limitó a observarla discretamente, sin acercarse.Este silencioso seguimiento se