—Escuché que la señorita Soler le comentó a Luciana que ustedes se vieron hoy y tenían plan de comer juntos…—¿Qué…? —Alejandro se quedó helado. «¿Eso fue lo que Luciana entendió?»Con razón la había sentido tan distante y cortante. Se esmeró en controlar la ira que le subía a la garganta:—¿Por qué no me lo dijiste antes?Simón se sintió algo agraviado:—No encontré el momento. Siempre estabas con Luciana o atendiendo a Mónica, y…—Basta. Por lo menos ahora me lo cuentas —lo interrumpió Alejandro con un suspiro, reconociendo que la situación era complicada.***—¡Aaah! —un grito desgarrador surgió desde la habitación, seguido por el estrépito de objetos cayendo.—¡Pedro! —exclamó Luciana, conteniendo las lágrimas—. ¡Soy tu hermana! ¡Mírame, por favor…! ¡Ah…!Apenas escuchó aquello, Alejandro corrió adentro sin pensárselo, a tiempo de sostener a Luciana cuando estuvo a punto de caer.—¡Luciana! —la miró con preocupación—. Mejor siéntate, ¿sí?—Estoy bien —contestó ella, negando con la
En un principio, Pedro no aflojó, y él tampoco lo presionó. Se limitó a esperar, concediéndole tiempo. Poco a poco, Pedro cedió y soltó su brazo. Al instante, doctor y enfermeras se aproximaron; Luciana corrió la primera, abrazando con fuerza a su hermano.—Tranquilo, Pedro… Aquí estoy —susurró, la voz cargada de emoción y alivio.Él, aunque no respondía, ya no resistía el contacto.—Señora Guzmán, necesitamos administrar un sedante y hacerle una valoración psicológica —intervino el personal médico.—Está bien —asintió Luciana, dejando que se llevaran a Pedro para revisarlo.En ese momento, se fijó por primera vez en Alejandro, quien presionaba el brazo para frenar la sangre que manaba de entre sus dedos.—Ven acá… —dijo Luciana, frunciendo el ceño. Lo condujo hasta un sofá para que se sentara—. Espera un momento.Por fortuna, en un hospital podían encontrar lo necesario con facilidad. Luciana fue a pedir una bandeja de curaciones para limpiarle la herida. Al examinarla, comprobó que l
—¿Yo? ¿Tú no lo sabes? —contestó ella, mordiéndose el labio, intentando contener el temblor en su voz—. ¡Claro que no lo sabes! Mira, solo te pido un favor: si vas a morirte, hazlo pronto. Tal vez, en reconocimiento a que me diste la mitad de mis genes, hasta me tome la molestia de quemar algo de incienso en tu honor.Cortó sin darle oportunidad de replicar. Luego alzó la vista, parpadeando para contener la humedad que afloraba en sus ojos. «A excepción de Pedro, ni Ricardo ni Alejandro merecían verla llorar, ni una sola lágrima.» ***Los dos días siguientes, Luciana siguió en el hospital junto a Pedro. La herida en su cabeza no representaba una amenaza grave; con las curaciones diarias y la administración de antibióticos, bastaba. Además, el psicólogo que Alejandro había conseguido resultó ser bastante capaz, y los avances de Pedro superaban las expectativas de Luciana. Aún permanecía callado, pero la recuperación emocional era un proceso lento.A media mañana, cerca de las diez, Luc
Eran las diez de la noche en el Hotel Real.Luciana Herrera miró el número en la puerta: la suite presidencial 7203, confirmando que esa era, en el mismo momento en el que su teléfono comenzó a sonar. Era un mensaje de WhatsApp de su padre, Ricardo Herrera. «Si puedes complacer al señor Méndez, tu madrastra pagará el tratamiento de tu hermano».Después de leerlo, Luciana no mostró ninguna expresión en su pálido rostro.Ya estaba tan adormecida, y era incapaz de sentir dolor en su corazón.Desde que su padre se había vuelto a casar con Clara Soler, a su padre no le importaban ella ni su hermano en absoluto. Por eso su madrastra los estaba maltratando sin escrúpulos durante estos años.La falta de ropa y de comida era lo mínimo; ya que las palizas e insultos eran el pan de cada día.Y, esta vez, debido a las deudas de negocio, su padre la había obligado a… acostarse con un desconocido. En principio, Luciana se negó rotundamente, pero, al hacerlo, también logró que su padre y su madrast
Luciana se apresuró a regresar a casa, en donde, en el sofá de la sala se encontraba sentado un hombre de mediana edad, gordo y medio calvo, que miraba fijamente a Mónica, con una expresión de furia.—¡Una simple estrellita, y yo te prometí que me casaría contigo! ¿Cómo te atreves a hacerme esperar toda la noche?Mónica soportaba la humillación, a pesar de que ese calvo, Arturo Méndez, siempre usaba esa excusa para aprovecharse de las mujeres. Aunque realmente quisiera casarse, ¡sería como saltar a un pozo de fuego! ¿Quién se atrevería?Ella había tenido la mala suerte de que él se fijara en ella. Pero, como sus padres la querían, habían enviado a Luciana en su lugar. Sin embargo, ¿quién se iba a imaginar que Luciana escaparía en el último minuto?Clara, con una actitud sumisa, dijo:—Señor Méndez, lo sentimos mucho. Es solo una niña que no sabe lo que hace. Usted es un hombre muy comprensivo, no le dé importancia, por favor —repuso Clara, con una actitud sumisa.—Por favor, cálmese
—Señor Guzmán… —Arturo se detuvo de inmediato. En el mundo de los negocios, nadie con algo de poder desconocía a Alejandro—. ¿Qué lo trae por aquí?Alejandro ni siquiera le dirigió una mirada, sus ojos estaban fijos en Mónica, quien tenía los ojos llenos de lágrimas.Era la misma chica que la noche anterior había llorado entre sus brazos…De repente, levantó la mano y le dio a Arturo una bofetada tan fuerte que lo derribó, haciéndolo caer al suelo.—¡Puf! —Arturo escupió un diente, lleno de sangre.Los tres miembros de la familia Herrera estaban tan aterrorizados que no se atrevían ni siquiera a respirar.Alejandro esbozó una sonrisa burlona. —¿Cómo te atreves a molestar a mi mujer? —Su tono era tranquilo, pero cada una de sus palabras eran tan afiliadas como la hoja de una navaja. Arturo, tembloroso y aún en el suelo, se tapó la boca, apenas capaz de hablar.—Señor Guzmán, no sabía que era su mujer, ¡juro que no hice nada! ¡Por favor, perdóneme!Sin embargo, Alejandro no le creyó, p
Luciana entendió, pero para ella el matrimonio no era un juego, por lo que dudó, mientras negaba con la cabeza.—No es necesario, ¿por qué no intentas hablar con tu abuelo…?Sin embargo, no pudo terminar su frase, cuando él la interrumpió.—Como condición, te daré una compensación económica. —El semblante de Alejandro no cambió en lo más mínimo, su tono era tranquilo y sin emociones.¿Compensación económica? Luciana se quedó atónita, y no fue capaz de pronunciar las palabras con las que pensaba rechazarlo. Después de todo, todavía necesitaba el dinero para el tratamiento de su hermano y ella había acudido a la familia Guzmán por ese motivo.—Solo tienes que aceptar, y te daré el dinero que necesites —añadió Alejandro, al notar que ella vacilaba.Luciana permaneció en silencio unos segundos, antes de asentir.—Está bien, acepto.Alejandro bajó la mirada, ocultando el frío desprecio que asomaba en sus ojos. ¡Qué barata había resultado! No tenía problema en venderse por dinero. Sin em
Luciana se tambaleó y casi perdió el equilibrio.—Señor, ya está aquí. Su abuelo está estable, solo un poco débil, necesita descansar y cuidarse bien —dijo el médico, quien acababa de revisar a Miguel, al ver a Alejandro—. Presta atención a su dieta y, sobre todo, asegúrate de que esté de buen ánimo. Lo más importante es que esté feliz y sin preocupaciones.Acto seguido, salió de la habitación, dejándolos a los tres a solas. Miguel, medio recostado, les hizo una señal para que se acercaran.—Alex, Luci, hoy se casaron, ¿no te dije, Alex, que debían disfrutar de su luna de miel y no venir a verme?—Señor Guzmán —dijo Luciana, y tragó saliva con nerviosismo—, lo siento…—¿Aún no cambias la forma de dirigirte a mí? Además, ¿por qué te disculpas? —preguntó Miguel, desconcertado.—Yo… —comenzó a responder, pero Alejandro la interrumpió con un leve tirón de su muñeca. —Luciana quiere decir que, dado que aún está hospitalizado, no podíamos concentrarnos en nuestra luna de miel, así que de