—Ah, ya veo —dijo la doctora, asintiendo con un poco de alivio—. Entonces te prescribiré tres aplicaciones y vemos cómo evoluciona.—Gracias.Mientras escribía la orden, Benítez no se privó de seguir rezongando:—La próxima vez, dile al señor Guzmán que venga. No vaya a pensar que un bebé no percibe nada; cuando los padres se llevan bien, el pequeño crece mejor.—Sí… Le haré caso —accedió Luciana con una sonrisa.En su fuero interno, pensaba contárselo a Alejandro esa misma noche, y esperaba que pudiera acompañarla en futuras revisiones.Terminado el control, todavía no era tarde, así que Luciana se volvió hacia Martina con una propuesta:—¿Te animas a comer fuera? Tengo antojo de un buen sancocho.—¡Sí, perfecto! —aceptó Martina con entusiasmo—. De paso podríamos ver una peli.—Hecho.Salieron rumbo a la zona céntrica, y en cuanto se sentaron en el restaurante, Martina empezó a escanear el lugar con curiosidad. Luciana se rió:—¿Qué tanto miras?—A tu guardaespaldas —respondió Martina
—¿Alejandro? —murmuró Martina—. Entonces, ¿él invirtió en la película? ¿Así que por eso no te acompañó hoy al control? —comentó, dirigiéndose a Luciana.—Tal vez… sí —contestó ella, con un leve titubeo. Desconocía la mayoría de los negocios de Alejandro. En todo caso, supuso que su “algo surgió” implicaba esta premiere.Pero apenas pensó eso, la realidad la sorprendió. Justo detrás de Alejandro, entraba Mónica.Martina, con ojos bien abiertos, miró de reojo a Luciana:—¿Mónica? ¿Forma parte del elenco de la película?—No sé. —Luciana se quedó paralizada, con la sonrisa congelada en los labios. Ella había elegido la película al azar, sin tener idea de quiénes actuaban. ¿Entonces, por qué estaba Alejandro allí esa noche? Se hizo la pregunta en silencio.—Espera, buscaré información… —murmuró Martina, sacando su celular—. La película es «El Sospechoso X»…En la lista de actores principales no apareció el nombre de Mónica, pero sí vio una mención de “presentación especial”.—¿Presentación
—¡Alex! —interrumpió la voz de Mónica, quien llegó corriendo y se colocó junto a él. A simple vista, parecían la pareja perfecta.—Señora Guzmán… —Mónica, algo agitada por la carrera, sonrió con falsa cortesía—. ¿Usted viene a ver la película? ¡Si lo hubiera sabido, le habría guardado un par de boletos…!No alcanzó a terminar la frase. Luciana, como si ni siquiera la escuchara, miró a Martina:—Marti, vámonos.—Sí… —titubeó Martina, siguiendo a Luciana hacia la salida.La ignorancia absoluta que Luciana mostraba hacia Mónica le resultó bastante incómoda a esta última, obligándola a forzar una sonrisa y voltear hacia Alejandro:—Alex, tu esposa se ve muy molesta, ¿habré dicho algo mal?—No es eso… —murmuró él, frunciendo el ceño. De inmediato, Alejandro se adelantó para tomar la muñeca de Luciana.Ella lo miró con la misma indiferencia que antes:—Suéltame.Él se negó a hacerlo, con un gesto serio:—Ya terminé lo que venía a hacer; vámonos juntos.—¿Ah, sí? —repitió ella, con una media
Alejandro frunció más el entrecejo.—Es que…—Ni siquiera es cuestión de hipótesis —cortó ella—. Te lo digo directamente: no voy a disculparme, de ninguna manera.Luciana soltó la mano de Alejandro y se volvió hacia Martina:—Vámonos.—Sí, vámonos —repitió Martina, siguiéndola.En cuestión de un segundo, Alejandro se quedó pasmado.—Alex… —Mónica, con una mirada de falsa inocencia—. Lo siento mucho, todo esto es culpa mía…—No es tu responsabilidad —replicó él con un gesto de frustración—. Luciana te ha dicho cosas fuertes, así que en su nombre me disculpo. De veras, lamento lo sucedido. Debo irme…—¡Alex! —lo llamó Mónica, pero no hubo manera de retenerlo. Lo vio alejarse con un aire sombrío, incapaz de intervenir.En la expresión de Mónica se adivinaba un dejo de tristeza, pero también un ligero rastro de complacencia: después de todo, él y Luciana acababan de protagonizar una discusión pública.***En el estacionamiento, Alejandro alcanzó a Luciana y le sujetó la muñeca.—Simón —ord
Alejandro, solo y con la cabeza llena de pensamientos acerca de lo sucedido, decidió ir tras ella, intentando suavizar las cosas.Se colocó a su espalda y se inclinó para abrazarla: —¿Ya otra vez con los libros? Me olvidé de preguntarte… ¿cenaste bien?La cercanía le permitió a Luciana percibir un suave aroma femenino, probablemente de algún perfume impregnado en la ropa de Alejandro. Ella no usaba perfumes, así que todo apuntaba a que venía de Mónica.—Sí, cené con Martina —respondió sin darle mayor importancia aparente, apartándose con delicadeza y retomando el bolígrafo para continuar con sus apuntes.Él sintió su frialdad, pero no encontraba la manera de contentarla. Lo que debía decir ya lo había dicho, y había límites que no podía prometerse a cruzar.—Ya es algo tarde —volvió a la carga, con voz más suave—. ¿Te parece si descansamos?Luciana, sin molestarse siquiera en mirarlo, se limitó a contestar: —Ve tú. Quiero terminar estas dos páginas antes de acostarme.No hubo más palab
—¿Y ahora? Hay gente lastimada. ¡Deberíamos llevarlos al hospital!El conductor, tan alarmado como el resto, intentó calmarlos:—¡Por favor, tranquilidad! La policía de tránsito ya llegó, y la ambulancia viene en camino.Efectivamente, pronto los agentes aparecieron para ayudar a los pasajeros a descender uno a uno, indicándoles que se dirigieran a la ambulancia estacionada en la esquina.—¡Luciana! —entre el bullicio, oyó una voz familiar.Miró y distinguió a Fernando que, sorprendido, se abría paso hasta ella.—Desde lejos juré reconocer tu silueta. ¿Estás bien? —preguntó, notando de inmediato la herida en su frente—. ¡Tienes sangre! ¿Te golpeaste mucho?—No te preocupes —respondió Luciana, intentando sonar tranquila, aunque la cabeza le dolía—. Me golpeé con el respaldo, no parece grave. ¿Y tú, estás bien?—Sí, mi auto está allá atrás, solo que el tráfico quedó bloqueado. Pero no sufrí daños.—¡Pasen, pasen! ¡Rápido, hay que llevar a la gente al hospital!La fila avanzaba y la gente
Alejandro, al otro lado de la línea, sintió cómo una ola de rabia e impotencia lo abrumaba. ¿Luciana involucrada en un accidente y ella lo invitaba a ignorarlo? ¿Creía que no se preocuparía por su esposa y su bebé?—Entonces, ¿para qué me llamas? —soltó él, molesto.Ella quedó desconcertada por esa pregunta:—Bueno… si regresabas a casa y no me encontrabas, supuse que te preguntarías dónde estaba.Alejandro soltó una risa seca y silenciosa. Si su esposa desaparecía sin avisar, por supuesto que él preguntaría dónde estaba. Pero, por lo visto, para ella solo era eso.En ese instante, su enojo se disparó al máximo.—Luciana, ¿lo hiciste a propósito? —soltó, convencido de que se trataba de una venganza por lo ocurrido la noche anterior.—¿Qué dices? —repitió ella, sin entender.Él se dijo que, a estas alturas, fingir desconocer la situación resultaba absurdo. Para Alejandro, estaba claro que Luciana lo hacía para causarle angustia. Aun así, respiró profundo y contuvo su furia, aunque en su
Luciana se sorprendió al enterarse de que Alejandro había llegado tan pronto.Fernando, al oír lo mismo, se puso de pie con la bolsa de medicinas en la mano.—Ya llegó el señor Guzmán. Entonces, me retiro.—Gracias por todo… —murmuró ella, fijándose en que, al levantarse, Fernando mantenía la bolsa a sus espaldas, como si no quisiera que ella la viera.Vaciló un momento antes de decir algo más: —Fernando, cuídate mucho. La salud es lo más importante.—Sí, lo sé —respondió él con una sonrisa suave, resistiendo la tentación de acariciarle la cabeza—. Hasta luego.—Hasta luego.Justo cuando Fernando salía, se encontró frente a frente con Alejandro.—Señor Guzmán —lo saludó con un leve asentimiento—. Hubo un accidente en C. De Jesús y pasé justo por ahí… —explicó, en un intento de justificar por qué estaba allí—. En fin, ya me voy. Con permiso.Con pocas palabras, se marchó. Alejandro se quedó en silencio, observando cómo se alejaba para luego dirigirse a Luciana. Ella, sin embargo, contin