—¿En serio? —replicó Alejandro, sorprendido y complacido.—Claro, ¿por qué habría de mentirte? Eres mi esposo; ¿acaso está mal que te quiera?La lógica era aplastante, pero Alejandro todavía no terminaba de asimilarlo, así que indagó:—¿Y… qué hay de Fernando?Recordaba aquel episodio, cuando Luciana había afirmado que no volvería a amar a nadie de la forma en que lo hizo con Fernando. ¿Seguiría pensando igual?Luciana se quedó en silencio. No sabía cómo responder; sus sentimientos hacia ambos hombres no podían compararse. Y, justo entonces, el mesero tocó la puerta:—Señor Guzmán, señora Guzmán… ¿podemos servir la cena?Luciana dejó escapar un leve suspiro de alivio, como si la hubieran salvado:—Sí, por favor, ya moría de hambre.—Enseguida, señora.Alejandro se percató de que ella había evadido la pregunta, pero prefirió no presionarla más. Pensó que, con el paso del tiempo, el recuerdo de Fernando se iría desvaneciendo hasta quedar sepultado para siempre.Por la noche, al volver a
—¡Mónica, por favor, entiende! —insistió Eileen—. Esto es lo que el director Mendoza está sugiriendo. Ahora mismo tú sigues en su proyecto, y en el futuro dependerás de su apoyo...Hablaba sin importar que Alejandro estuviera escuchándolo todo al otro lado de la línea.—Señor Guzmán, usted mismo acompañó a Mónica a la película de Mendoza en su momento. Ya sabe cómo es este medio: la gente busca quién está en la cima y se aleja de quien pierde respaldo.Eileen hizo una pausa leve y prosiguió, con un tono ansioso:—Ahora se rumorea que usted se ha casado, así que muchos creen que Mónica ya no cuenta con su protección. Hoy es el estreno de la película de Mendoza y él quiere contar con su presencia, para “ver” si de veras ya no la apoya. Si no va…—¡Basta! —exclamó Mónica, queriendo arrebatarle el teléfono a Eileen—. ¿Por qué insistes en molestar a Alex? ¡Te pedí que no lo hicieras!Eileen ignoró sus protestas y siguió hablando:—Señor Guzmán, Mónica no quiere incomodarlo. Pero… ¿ni siquie
—Ah, ya veo —dijo la doctora, asintiendo con un poco de alivio—. Entonces te prescribiré tres aplicaciones y vemos cómo evoluciona.—Gracias.Mientras escribía la orden, Benítez no se privó de seguir rezongando:—La próxima vez, dile al señor Guzmán que venga. No vaya a pensar que un bebé no percibe nada; cuando los padres se llevan bien, el pequeño crece mejor.—Sí… Le haré caso —accedió Luciana con una sonrisa.En su fuero interno, pensaba contárselo a Alejandro esa misma noche, y esperaba que pudiera acompañarla en futuras revisiones.Terminado el control, todavía no era tarde, así que Luciana se volvió hacia Martina con una propuesta:—¿Te animas a comer fuera? Tengo antojo de un buen sancocho.—¡Sí, perfecto! —aceptó Martina con entusiasmo—. De paso podríamos ver una peli.—Hecho.Salieron rumbo a la zona céntrica, y en cuanto se sentaron en el restaurante, Martina empezó a escanear el lugar con curiosidad. Luciana se rió:—¿Qué tanto miras?—A tu guardaespaldas —respondió Martina
—¿Alejandro? —murmuró Martina—. Entonces, ¿él invirtió en la película? ¿Así que por eso no te acompañó hoy al control? —comentó, dirigiéndose a Luciana.—Tal vez… sí —contestó ella, con un leve titubeo. Desconocía la mayoría de los negocios de Alejandro. En todo caso, supuso que su “algo surgió” implicaba esta premiere.Pero apenas pensó eso, la realidad la sorprendió. Justo detrás de Alejandro, entraba Mónica.Martina, con ojos bien abiertos, miró de reojo a Luciana:—¿Mónica? ¿Forma parte del elenco de la película?—No sé. —Luciana se quedó paralizada, con la sonrisa congelada en los labios. Ella había elegido la película al azar, sin tener idea de quiénes actuaban. ¿Entonces, por qué estaba Alejandro allí esa noche? Se hizo la pregunta en silencio.—Espera, buscaré información… —murmuró Martina, sacando su celular—. La película es «El Sospechoso X»…En la lista de actores principales no apareció el nombre de Mónica, pero sí vio una mención de “presentación especial”.—¿Presentación
—¡Alex! —interrumpió la voz de Mónica, quien llegó corriendo y se colocó junto a él. A simple vista, parecían la pareja perfecta.—Señora Guzmán… —Mónica, algo agitada por la carrera, sonrió con falsa cortesía—. ¿Usted viene a ver la película? ¡Si lo hubiera sabido, le habría guardado un par de boletos…!No alcanzó a terminar la frase. Luciana, como si ni siquiera la escuchara, miró a Martina:—Marti, vámonos.—Sí… —titubeó Martina, siguiendo a Luciana hacia la salida.La ignorancia absoluta que Luciana mostraba hacia Mónica le resultó bastante incómoda a esta última, obligándola a forzar una sonrisa y voltear hacia Alejandro:—Alex, tu esposa se ve muy molesta, ¿habré dicho algo mal?—No es eso… —murmuró él, frunciendo el ceño. De inmediato, Alejandro se adelantó para tomar la muñeca de Luciana.Ella lo miró con la misma indiferencia que antes:—Suéltame.Él se negó a hacerlo, con un gesto serio:—Ya terminé lo que venía a hacer; vámonos juntos.—¿Ah, sí? —repitió ella, con una media
Alejandro frunció más el entrecejo.—Es que…—Ni siquiera es cuestión de hipótesis —cortó ella—. Te lo digo directamente: no voy a disculparme, de ninguna manera.Luciana soltó la mano de Alejandro y se volvió hacia Martina:—Vámonos.—Sí, vámonos —repitió Martina, siguiéndola.En cuestión de un segundo, Alejandro se quedó pasmado.—Alex… —Mónica, con una mirada de falsa inocencia—. Lo siento mucho, todo esto es culpa mía…—No es tu responsabilidad —replicó él con un gesto de frustración—. Luciana te ha dicho cosas fuertes, así que en su nombre me disculpo. De veras, lamento lo sucedido. Debo irme…—¡Alex! —lo llamó Mónica, pero no hubo manera de retenerlo. Lo vio alejarse con un aire sombrío, incapaz de intervenir.En la expresión de Mónica se adivinaba un dejo de tristeza, pero también un ligero rastro de complacencia: después de todo, él y Luciana acababan de protagonizar una discusión pública.***En el estacionamiento, Alejandro alcanzó a Luciana y le sujetó la muñeca.—Simón —ord
Alejandro, solo y con la cabeza llena de pensamientos acerca de lo sucedido, decidió ir tras ella, intentando suavizar las cosas.Se colocó a su espalda y se inclinó para abrazarla: —¿Ya otra vez con los libros? Me olvidé de preguntarte… ¿cenaste bien?La cercanía le permitió a Luciana percibir un suave aroma femenino, probablemente de algún perfume impregnado en la ropa de Alejandro. Ella no usaba perfumes, así que todo apuntaba a que venía de Mónica.—Sí, cené con Martina —respondió sin darle mayor importancia aparente, apartándose con delicadeza y retomando el bolígrafo para continuar con sus apuntes.Él sintió su frialdad, pero no encontraba la manera de contentarla. Lo que debía decir ya lo había dicho, y había límites que no podía prometerse a cruzar.—Ya es algo tarde —volvió a la carga, con voz más suave—. ¿Te parece si descansamos?Luciana, sin molestarse siquiera en mirarlo, se limitó a contestar: —Ve tú. Quiero terminar estas dos páginas antes de acostarme.No hubo más palab
—¿Y ahora? Hay gente lastimada. ¡Deberíamos llevarlos al hospital!El conductor, tan alarmado como el resto, intentó calmarlos:—¡Por favor, tranquilidad! La policía de tránsito ya llegó, y la ambulancia viene en camino.Efectivamente, pronto los agentes aparecieron para ayudar a los pasajeros a descender uno a uno, indicándoles que se dirigieran a la ambulancia estacionada en la esquina.—¡Luciana! —entre el bullicio, oyó una voz familiar.Miró y distinguió a Fernando que, sorprendido, se abría paso hasta ella.—Desde lejos juré reconocer tu silueta. ¿Estás bien? —preguntó, notando de inmediato la herida en su frente—. ¡Tienes sangre! ¿Te golpeaste mucho?—No te preocupes —respondió Luciana, intentando sonar tranquila, aunque la cabeza le dolía—. Me golpeé con el respaldo, no parece grave. ¿Y tú, estás bien?—Sí, mi auto está allá atrás, solo que el tráfico quedó bloqueado. Pero no sufrí daños.—¡Pasen, pasen! ¡Rápido, hay que llevar a la gente al hospital!La fila avanzaba y la gente