Después de salir de la ducha, Luciana secaba su cabello mientras tomaba el celular. Había varias llamadas perdidas, todas de Alejandro. Frunció el ceño, pensando en qué podría ser. ¿Debería devolverle la llamada? Dudó un momento, pero decidió no hacerlo. Al fin y al cabo, él estaba ocupado buscando a Mónica. Si algo importante ocurría, seguro la llamaría de nuevo.Esperó un rato; Alejandro no volvió a llamar. Luciana no le dio mayor importancia, terminó de secarse el cabello y se metió en la cama. Desde que estaba embarazada, su sueño era más profundo.El sonido insistente del teléfono la despertó de golpe, llenándola de una sensación de mal humor adormilado. Contestó, con un tono algo molesto.—¿Sí? ¿Quién es?—¡Luciana! Soy yo, Sergio…¿Sergio? El nombre disipó el sueño de inmediato. Sabía que él no la llamaría sin una buena razón. Ni siquiera alcanzó a preguntar antes de que él le dijera, en un tono de urgencia:—¡Alex tuvo un accidente! Lo llevaron al hospital.—¿Qué…? —La cabeza l
—Ya veo —murmuró ella con un suspiro largo—. Entonces supongo que el accidente de Alejandro… valió la pena.Su comentario era ambiguo, casi distante, pero Sergio sintió una punzada incómoda.—Luciana, no deberías pensar así.—¿Ah, no? —respondió, mirándolo con una serenidad imperturbable—. ¿Dije algo que no fuera cierto?Sergio abrió la boca para replicar, pero no supo cómo contradecirla. En el fondo, presentía que Alejandro no querría que Luciana lo viera de esa manera. Sin embargo, sentía que cualquier cosa que dijera solo empeoraría el momento.—Luci… —cambió de tema con rapidez—. ¿Tienes hambre? Puedo ir a comprarte algo.Luciana le sonrió, agradecida.—Está bien, gracias.Simón fue quien terminó trayendo el desayuno. Mientras Sergio y los demás permanecían inquietos y sin mucho apetito, Luciana bebía su atole y mordía un sándwich con calma.En un rincón, Simón susurró.—Luciana parece no preocuparse mucho por Alejandro…—Shhh. —Sergio le lanzó una mirada de advertencia—. No digas
Cuando sus dedos apenas rozaron el cabello, la mujer despertó, alzando el rostro. Su piel pálida y sin maquillaje quedó al descubierto.Era Mónica.Alejandro frunció ligeramente el ceño, sintiendo un extraño remolino en su pecho.—Alex —Mónica mostró una expresión de alivio al verlo despierto—. ¡Ya despertaste! ¿Cómo te sientes?—Estoy bien, no te preocupes. Pero tú… —Él se fijó en que tenía varios vendajes en la cara y un brazo envuelto, con manchas de sangre visibles bajo las vendas.—¿Estás muy lastimada?—No es nada grave —respondió Mónica con una sonrisa, apartando el cabello de su rostro—. Solo unos raspones.Recordando su desaparición de la noche anterior, Alejandro quiso saber qué había ocurrido.—Eileen me dijo que te habías perdido. ¿Qué pasó?—Ah… —Mónica mostró una expresión algo avergonzada, rascándose la cabeza—. Eileen exageró. Estaba de mal humor y decidí ir a caminar después de filmar, despejarme un poco. Pero el lugar estaba muy aislado, me perdí y no traía el celular
Sus palabras parecieron calmar a Alejandro. Claro, recordó, Luciana estaba embarazada; no podía permitirse tanto agotamiento.—Es cierto —añadió Sergio, aprovechando para apoyar a Mónica—. Luciana vino tan pronto supo del accidente, estaba muy preocupada por ti. De hecho, fui yo quien insistió en que regresara a descansar. Seguro que no tardará en venir.—Sí, vendrá en cualquier momento —secundó Mónica, esforzándose por sonreír.—¿Qué hora es? —preguntó Alejandro, visiblemente más tranquilo pero mirando con expectación hacia la puerta.Sergio revisó su reloj. Eran casi las seis de la tarde; Luciana llevaba fuera todo el día.—¿Quieres que la llame para preguntarle? —sugirió Sergio, sacando el teléfono del bolsillo.—No hace falta —lo detuvo Alejandro—. No hay que presionarla.Para él, era más importante que Luciana viniera por su propia voluntad que hacerla venir a través de una llamada. Quería ver si, sin recordárselo, Luciana aparecería por su cuenta.Toc, toc.La puerta de la habita
¿Por qué estaba molesto de nuevo? Luciana intentó entender y, tras pensar un poco, supuso que su llegada había incomodado a Mónica, lo que probablemente había puesto a Alejandro de mal humor. Si él estaba de mal humor, podía entenderlo.—Lo siento —se disculpó Luciana sin discutir, y con tono conciliador le preguntó—: Bueno… ¿quieres comer ahora?Alejandro apenas podía contener su molestia. ¿De verdad estaba preguntando eso? Había estado sin probar bocado desde la noche anterior. Frustrado, giró la cabeza y dijo en tono ofendido:—¡No quiero comer! ¡Prefiero morirme de hambre!Luciana lo observó, divertida ante su actitud de niño enfurruñado. Por lo visto, no estaba tan mal si tenía tanta energía para enojarse. Sin dudarlo, abrió la bolsa térmica y fue sacando uno a uno los recipientes con comida.—Solo puedes tomar algo ligero, así que Amy preparó una crema de maíz —dijo, vertiendo la suave crema en un tazón y acercándoselo a Alejandro.Alejandro miró la crema y se mantuvo inmóvil.Lu
Su rostro reflejaba un disgusto que no podía contener.—¿Es que planeabas marcharte?Luciana titubeó. La respuesta era evidente para ella, aunque no dijo nada.Alejandro sintió una punzada de rabia en el pecho y soltó una risa amarga.—Tu esposo está hospitalizado tras un accidente de tráfico, ¿y no crees que deberías quedarte aquí para cuidarlo?Luciana se quedó sin palabras. Él tenía razón en lo que decía, pero eso aplicaba para un matrimonio convencional. En su caso, la situación era distinta. Ella tuvo un impulso de decirle que quien debería estar allí cuidándolo era Mónica, la persona por la cual él se había arriesgado. Era lógico que Mónica, y no ella, se encargara de cuidarlo. Después de todo, ¿acaso no se había accidentado por ir a buscarla a ella?Luciana abrió la boca, pero al final no dijo nada. Así era la vida de los ricos: hacían lo que querían y les salía gratis.Finalmente, Luciana cedió.—Si quieres que me quede contigo, entonces me quedaré.Alejandro parpadeó, sorprend
Luciana se quedó sorprendida por un momento. Después de todo, había ido al hospital para cuidarlo. Pero él parecía estar perfectamente bien.Con una ligera sonrisa, y en un tono calmado, le dijo:—Tienes razón, fue mi error. Dime, ¿qué necesitas que haga?—Acércate —pidió Alejandro, sin apartar la mirada de ella, con voz grave.—Claro.Luciana se acercó. Entonces, con la voz ronca, él murmuró:—Quiero bañarme.—Eso no puede ser.Su instinto profesional se activó de inmediato, y lo rechazó sin dudar.—No puedes mojar la herida —explicó.Alejandro torció la boca con una media sonrisa.—Pues yo quiero bañarme. Si no me baño, me siento incómodo, y si me siento incómodo, no voy a mejorar —se recostó, dejándose caer con los brazos extendidos—. Así que arréglatelas.¿De verdad estaba siendo tan terco? Luciana no pudo evitar notarlo.—Bañarte no, pero puedo limpiarte un poco —suspiró, tragándose su molestia.—Bueno, acepto —Alejandro, con generosidad fingida, cedió un poco.—Perfecto —asintió
Se acercó a él y preguntó:—¿Necesitas algo más?Alejandro la ignoró, con el rostro marcado por el disgusto evidente.—Entonces me pondré a leer un poco —comentó ella, señalando la cama auxiliar.No se atrevió a acercarse hasta que él diera su consentimiento. Alejandro soltó un resoplido sarcástico:—¿Tienes que preguntar? Si quieres ir, adelante. ¿Acaso me preguntaste algo cuando llamaste al enfermero?—Está bien.Ignorando su sarcasmo, Luciana esbozó una pequeña sonrisa y se fue a su rincón a leer. Alejandro la observó mientras se alejaba, sintiendo un desagrado creciente. No quería que las cosas fueran así. En su mente, se imaginaba algo completamente distinto. ¿No debería ella estar pendiente de él, cuidándolo y asegurándose de que todo estuviera en orden?Molesto y agotado, se dio vuelta en la cama, dándole la espalda, tratando de dormir, pero la incomodidad no lo dejaba descansar. Al rato, se volvió hacia ella y rompió el silencio:—Luciana.—¿Sí?Luciana levantó la mirada de inm