Mateo envolvió a Lucía en un abrazo protector, como si quisiera escudarla de todo daño. La estrechó con fuerza contra su pecho, deseando poder rodearla por completo y mantenerla a salvo de cualquier tipo de amenaza.Apoyando con delicadeza su mentón sobre la cabeza de ella, respondió con voz cargada de remordimiento: —Estoy aquí, Lucía. Ya pasó todo, estás a salvo ahora. No dejaré que nada malo te pase.Lucía, con el rostro hundido en el pecho de Mateo, seguía temblando de manera incontrolable. Entre sollozos entrecortados, exclamó: —¿Por qué tardaste tanto? Un poco más y... ¡y no te hubiera vuelto a ver nunca!Mateo, sosteniendo a Lucía cuyos labios habían perdido todo color, apretó los puños con fuerza. La ira ardía en sus ojos, pero se contuvo, concentrándose en consolar a Lucía. Quería transmitirle seguridad, borrar por completo el trauma que acababa de vivir.—Perdóname, llegué tarde. No tengas miedo, nunca más te dejaré sola, te lo prometo—le susurró con mucha ternura.Había ve
Tras su partida, solo quedaron gritos de angustia en el interior.Lucía se sumergió en una pesadilla prolongada y turbulenta. En él, un demonio implacable la perseguía sin darle descanso alguno. Por más que intentaba huir, sus piernas no respondían. Un terror abrumador la envolvía por completo, oprimiéndole el pecho con fuerza hasta casi asfixiarla, como si la vida se le escapara entre los dedos. Entre sollozos ahogados, las lágrimas seguían brotando sin control alguno, surcando su rostro.Paula lloraba desconsolada. Había intentado buscar ayuda de manera infructuosa, pero justo se encontró con Mateo en la puerta. Por suerte, él llegó justo a tiempo, evitando así lo impensable.Entre lágrimas, suplicó: —Señor Rodríguez, esto es mi culpa. No cuidé bien de Lucía. Tiene fiebre, deberíamos llevarla al hospital.Mateo, con una frialdad inusual, respondió enojado: —No es necesario. Javier, llévala a casa.Sin más, Mateo cargó decidió a Lucía al auto y se marcharon.Paula seguía lamentándos
Al abrir la puerta del baño, Mateo vio a Lucía sentada en la bañera, frotándose el cuerpo con fuerza y en completo silencio, temerosa de que él la escuchara.—¡Lucía, detente! —exclamó Mateo, acercándose rápidamente para sujetar sus manos con fuerza y evitar que siguiera lastimándose.Con los ojos enrojecidos, Lucía intentó con todas sus fuerzas zafarse, luchando desesperadamente: —No me toques, estoy sucia...—No estás sucia—murmuró Mateo, abrazándola para impedir que se hiciera daño. —No estás sucia en lo absoluto.Lucía solo podía recordar una y otra vez la escena sobre la mesa, sintiendo náuseas. El simple roce de Mateo la hacía sentir impura. Negó con la cabeza: —No intentes consolarme. Sé que estoy sucia. ¡Hasta yo misma me doy asco!Continuó frotando su cuerpo enrojecido.—Lucía—la llamaba Mateo, pero ella absorta en sus pensamientos no lo escuchaba.Seguía limpiando cada parte de su cuerpo, repitiendo una y otra vez esta acción: —Estoy sucia, tengo que limpiarme.—Yo...—Luc
Lucía con ternura rodeó el cuello de Mateo con sus brazos: —Quiero que te quedes conmigo.—No me iré a ninguna parte—dijo Mateo, acariciando su sonrojada mejilla. —Te has frotado tanto que tienes la piel roja. No te muevas mucho al dormir para no lastimarte, ¿entendido?Lucía lo miró, comprendiendo finalmente por qué Camila se mostraba tan vulnerable ante él. El que llora, definitivamente consigue dulces. Con solo mostrarse un poco indefensa, Mateo se volvía muy tierno con ella.—Está bien—respondió Lucía, soltándolo con gran resistencia.Mateo la arropó y se sentó al borde de la cama: —¿Tienes frío?Lucía negó con la cabeza: —No tengo frío.—Tienes un poco de fiebre—dijo Mateo con preocupación. —Te pondré un paño húmedo para bajarla.—Está bien, en verdad eres muy bueno—dijo Lucía, mirándolo con sinceridad.Mateo sonrió y le pellizcó la nariz. Lucía no se apartó, solo lo miró con ternura, queriendo grabar su bondad en lo profundo de su corazón para siempre.Pero Mateo advirtió: —P
Paula dijo: —No es así para nada. Yo ni siquiera tuve tiempo. Justo cuando salí, me encontré en ese momento con el señor Rodríguez que venía muy apurado. Lucía, el señor Rodríguez parecía preverlo todo. Pude notar que estaba muy preocupado por ti.Al decir esto, Paula aún se sentía extrañada y le comentó a Lucía: —No te imaginas lo aterrador que fue ver al señor Rodríguez cuando llegó al lugar. Parecía otra persona completamente transformada. Dejó fuera de combate al señor Ortiz y golpeó a los demás involucrados. El señor Rodríguez estaba realmente furioso, te abrazó y no dejaba que nadie te tocara.Las palabras de Paula hicieron que Lucía se detuviera por un momento y tomara un pequeño sorbo de agua del vaso que tenía al lado.—Lucía, ¿el señor Rodríguez se preocupa tanto por sus subordinados? Nunca lo había visto de esta manera. Si yo fuera la herida, ¿se preocuparía tanto por mí? — Paula no entendía bien y parecía buscar una explicación a todo esto, hablando para sí misma: —Inclu
—Bueno, les cuento. Lucía quiere trepar muy alto, no se conforma con ser solo la secretaria del señor Rodríguez, pero tampoco puede ser su esposa. Después de tantos años, seguro que está buscando otras opciones. Aprovechando su inigualable belleza, quiso ser la amante del señor Ortiz. Pero como ni siquiera pudo lograr eso, inventó que el señor Ortiz la violó. ¡Miren lo mal que lo dejó al pobre señor Ortiz, hasta va a ir a la cárcel!—Lucía siempre pareció ser tan amable, quién diría que tenía sus oscuras mañas. Mira cómo dejó al señor Ortiz. Con razón ha podido mantenerse al lado del señor Rodríguez tanto tiempo, ¡seguro que usó muchos trucos para ello!—¿Apenas se dan cuenta de que Lucía no es simple? Yo lo vi hace tiempo. Fíjense, cualquiera con más antigüedad en la empresa es mejor que Lucía. Nuestra Penny tiene una excepcional habilidad y experiencia, ¡es mucho mejor que Lucía! Pero Lucía siempre la supera, solo porque usa su cara bonita para seducir al señor Rodríguez. Ahora le ll
Sofía no tuvo oportunidad alguna de defenderse. Su cara quedó completamente roja por los fuertes golpes y empezó a gritar. Nunca había sufrido una humillación así y estaba totalmente furiosa.Lucía dijo con desprecio: —¡Si no te golpeo, no aprenderás cómo sobrevivir en el Grupo Rodríguez!—¡Lucía, no tienes derecho a golpear a mi gente! —gritó alguien.El alboroto atrajo de inmediato a muchos curiosos. Cuando Penny se enteró, corrió hacia allí y vio a su subordinada siendo golpeada con ferocidad por Lucía. Con los ojos muy abiertos, las separó. Que Lucía golpeara a una de sus personas era como un desafío directo.Sofía, al ver llegar en ese momento el refuerzo, comenzó a llorar: —¡Penny!Corrió hacia Penny cubriéndose la cara: —¡Me pegó, es demasiado!Penny puso a Sofía detrás de ella y gritó muy furiosa: —¡Te has vuelto loca! Cada vez más arrogante, ¿crees que el Grupo Rodríguez es tu casa y todos deben obedecerte? ¡Golpear a la gente, ni siquiera me respetas!Lucía, sintiendo un
Los demás espectadores también sentían lástima por Lucía. Al fin y al cabo, ella era solo simple una secretaria y su autoridad no se comparaba con la de un vicepresidente. ¡Realmente, estaba en serios problemas!Pronto, el vicepresidente Ramírez llegó corriendo con Sofía, preocupado por su sobrina. Apenas entró, le exigió de inmediato: —¿Quién se atrevió a lastimar a mi sobrina?Sofía señaló a Lucía en la sala de descanso: —Fue ella, tío. ¡Me golpeó con crueldad! Nunca nadie me había puesto una mano encima, ¿cómo se atrevió?Penny, fingiendo inocencia, aprovechó para quedar bien: —Vicepresidente Ramírez, lo siento muchísimo. No pude cuidar bien de Sofía, mi autoridad en esta oficina es en verdad muy limitada.Sus palabras insinuaban al vicepresidente que ella y Lucía estaban al mismo nivel, pero que Lucía la opacaba por completo. Que Lucía se creía la dueña de la oficina.El vicepresidente Ramírez ya había oído rumores sobre la mala reputación de Lucía, pero como era cercana al seño