Karen se tensó, apretando sus manos hasta clavarse las uñas en las palmas.Mateo, al ver que no respondía, frunció el ceño profundamente:—¿Es tan difícil entonces de responder?En ese momento, Lucía se apresuraba a regresar y alcanzó a escuchar la pregunta mordaz de Mateo.Llegó tarde y soltó el picaporte.Después de una larga pausa y ante la presión de Mateo, Karen sintió que su ansiedad aumentaba.Levantó la mirada hacia el hombre frío frente a ella, peligroso y amenazante. Un paso en falso podría ser fatal. Respondió temerosamente:—En ese hotel... hay... hay muchos riquillos. Yo necesitaba dinero. Por eso bobamente pensé que si podía encontrar a un hombre rico, no tendría que trabajar tan duro.Mateo la miraba de forma diferente.Sus palabras básicamente admitían que vendía su cuerpo por dinero.En la sociedad actual, había muchas personas así, intercambiando su cuerpo por una vida material.Lucía abrió la puerta y entró con una bandeja, sin expresión.Mateo la miró de reojo mien
Lloró intensamente por el sentimiento de como si en serio hubiera pasado una noche con Mateo.Lucía empezó a dudar; ya que parecía ser un hecho consumado, solo pudo salir de la sala de descanso.Al salir, notó que los empleados de la oficina cotilleaban, sin saber lo que había ocurrido dentro.Solo sabían que una chica desconocida había esperado varias horas hasta que Mateo fue a verla, y que después él había salido con cara de pocos amigos.—Lucía, ¿qué ocurrió ahí dentro? —preguntó un compañero curioso.Donde uno preguntaba, aparecían infinidad de oídos atentos.Lucía los miró:—¿Tanto quieren saberlo? ¿Por qué no le preguntan al señor Rodríguez?Estas palabras autoritarias, junto con la mención del "señor Rodríguez", apagaron toda curiosidad, y todos volvieron a concentrarse en su trabajo.Lucía se quedó un buen rato en la sala del café.Todo parecía y no parecía relacionado con ella, pero no podía hablar.Ella sentía bastante frustrada.Justo cuando había descartado la idea de que
La empleada colocó el té en la mesa de centro diciendo "Señorita Soto, su té", mientras Karen, al verla llegar, rápidamente soltó el cojín que abrazaba y se sentó correctamente, agradeciéndole con un "Gracias" educado.Observó la hermosa taza de porcelana que aún desprendía vapor, admirando el refinado té con pétalos de rosa que emanaba una dulce fragancia floral, y al dar un sorbo, el suave aroma se extendió por su boca, haciéndola sentir más elegante: —Está delicioso, nunca había probado un té tan bueno.Quizás porque nunca había estado en un lugar tan lujoso, todo lo que veía y probaba le parecía extraordinario, incluso el té le parecía diferente al de cualquier otro lugar.La empleada, cumpliendo con su deber de atender bien a los invitados, respondió al cumplido: —Es muy amable, señorita Soto —y se retiró.Karen la siguió con la mirada por un largo momento, pues esa respuesta le había hecho sentir respetada por primera vez.Después de un rato, apareció Lucía, quien ya había termin
El amanecer en aquel lujoso hotel traía consigo el caos de la noche anterior.Lucía Díaz despertó con cada músculo de su cuerpo protestando. Se masajeó un poco las sienes, intentando así reincorporarse, cuando su mirada se posó en la imponente figura que se encontraba justo a su lado. Un hermoso rostro, marcado con facciones muy finas y ojos que, aun cerrados, prometían una inmensa profundidad. Mateo Rodríguez seguía sumido por completo en un sueño profundo, ajeno al mundo.Al levantarse, las sábanas se deslizaron por su piel, revelando así uno de sus hombros salpicados de recuerdos de aquella noche. La visión de las manchas carmesí en la cama le revolvió al instante el estómago. El reloj marcaba la cuenta regresiva empezaba a correr para su jornada laboral. Con movimientos mecánicos, rescató su traje del suelo, descartando así las medias echas jirones y poniéndolas a un lado, antes de calzarse los tacones.De repente, alguien llamó a la puerta.Ya transformada en una talentosa e efici
Las palabras de Mateo tomaron por sorpresa a Lucía, haciéndola tambalearse un poco y casi caer sobre él. Con reflejos rápidos, Mateo la sujetó con fuerza por la cintura para evitar que perdiera en ese momento el equilibrio.El contacto de sus manos sobre su cuerpo despertó al instante en Lucía recuerdos vívidos de la noche anterior, cuando se entregaron el uno al otro con pasión desenfrenada y loca.Recuperando lentamente la compostura, Lucía alzó la mirada y se encontró con los ojos penetrantes de Mateo. La intensidad de su mirada, una mezcla de curiosidad y desconfianza, la hizo sentir como si pudiera leer sus pensamientos más íntimos.El corazón de Lucía comenzó a latir con gran fuerza, amenazando con salirse de su pecho. Incapaz de sostener siquiera esa mirada escrutadora por más tiempo, bajó la vista instintivamente.Un pensamiento la asaltó: si Mateo se había enfurecido al creer que era otra mujer, ¿cómo reaccionaría al saber que en realidad era ella? La idea la aterraba demasiad
Lucía levantó la vista y se encontró con Camila, quien llevaba puesto un delantal y sostenía una cuchara de sopa. Al ver a Lucía, su sonrisa apenas titubeó antes de saludar con cortesía:—Señora, ¿esta muchacha es su invitada? Hice sopa de sobra, si desean pasen y siéntense, por favor.Se comportaba como la verdadera dueña de casa, como si Lucía fuera la visita. Y pronto así sería: una completa desconocida.Lucía frunció el ceño, sintiéndose profundamente incómoda. Cuando se casó con Mateo lo anunciaron en toda la ciudad, e incluso Camila les envió una amplia felicitación. Era imposible que no supiera que ella era la verdadera esposa de Mateo.Al ver que Lucía no se inmuto, Camila se apresuró a tomarla de la mano:—No sea tímida, venga, pásele usted.Al acercarse, Lucía percibió un suave aroma a azahar. El mismo perfume que Mateo le había regalado casualmente en su último cumpleaños.Lucía sintió un nudo en la garganta. Le costaba respirar y sus pies parecían pegados al suelo.Carolina
Camila, tratando de justificar su presencia, improvisó:—Lucía parecía algo indispuesta hoy, así que me ofrecí a traer los documentos en su lugar —mostró su mano lastimada y añadió con un tono conciliador. — Mateo, no seas duro con ella. Fue un simple accidente. Espero que no haya retrasado nada importante.Era la primera vez que Lucía fallaba en entregar documentos de la empresa, y estos habían terminado justo en manos ajenas.Mateo frunció el ceño, visiblemente molesto, pero se contuvo en ese momento frente a Camila. Se limitó a ajustarse la corbata y respondió con aparente calma:—No te preocupes, no es nada grave.Cambiando de tema abruptamente, añadió:—Ya que estás aquí, puedes quedarte un rato si quieres.Camila sintió una ligera chispita de alegría ante esas palabras. Al menos no la estaba rechazando.—¿No tienes una reunión pendiente? No quisiera interrumpir tu trabajo —preguntó, fingiendo cierta timidez.Mateo hizo una breve llamada:—Pospongan la reunión media hora.Camila s
Lucía se detuvo por un momento, manteniendo la distancia propia de una relación jefe-empleada, lejos de la intimidad que se esperaría en un verdadero matrimonio:—Señor Rodríguez, ¿tiene alguna otra indicación?Mateo se volteó hacia ella, notando su expresión distante, y le ordenó:—Siéntate.Lucía, confundida, no entendía qué pretendía hacer.Mateo se acercó a ella. Mientras lo veía aproximarse, Lucía sintió un cambio en el ambiente, como si el aire se hubiera vuelto más denso. Se puso muy nerviosa e incómoda. Aunque no se movió, Mateo tomó su mano con delicadeza sin pedir permiso. Cuando la cálida palma de él tocó la suya, Lucía sintió una punzada de dolor y trató de retirar la mano, pero Mateo la sostuvo con firmeza, impidiéndole escapar. La llevó hacia un lado y, frunciendo el ceño, preguntó:—¿No te diste cuenta de que tienes las manos lastimadas?Su preocupación tomó a Lucía por sorpresa:—Yo... estoy bien.—Tienes ampollas—observó detenidamente Mateo—. ¿Por qué no me lo dijiste?