Capítulo 112
Estas palabras hicieron que Mateo se detuviera y mirara a Javier:

—¿Qué mujer?

Javier, como mensajero, sentía que caminaba sobre la cuerda floja.

Era incomprensible cómo un matrimonio había llegado a este punto, con la esposa ayudando a buscar una aventura de una noche para su marido.

El esposo manteniendo su matrimonio en secreto, pero sin parecer del todo indiferente.

No lo entendía.

Pero atrapado en medio, como el relleno de una galleta, vivía con el corazón en la garganta.

—Pues... la mujer de la aventura de una noche del señor Rodríguez.

Apenas terminó de hablar, Javier notó el disgusto en el rostro de Mateo.

Aún molesto por el rechazo de Lucía anoche, y ahora ella le traía a esta mujer.

¿Tanta prisa tenía acaso?

¡Parecía ansiosa por empujarlo hacia otras mujeres, como si eso la hiciera feliz!

Mateo, aunque asombrado, mantuvo la compostura:

—Entendido, que espere entonces.

Lucía acababa de llegar y ni siquiera había dejado su bolso cuando Javier se acercó:

—Señorita Díaz, el señor
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