Capítulo 8 —La casaNarrador:Nadia despertó desorientada, envuelta en el calor de una cama que no era suya. Le tomó unos segundos recordar dónde estaba. La casa deshabitada, el refugio que había encontrado cuando no tenía otro lugar a dónde ir. Se había colado porque parecía abandonada, silenciosa, como si nadie la reclamara. Un escondite perfecto.Vestida solo con una sudadera holgada que le llegaba justo al borde de las piernas, bajó las escaleras con la intención de prepararse un café. El suelo frío contra sus pies descalzos le arrancó un escalofrío, pero nada la preparó para la visión que la esperaba al entrar en la cocina.Su cuerpo se congeló al instante. Massimo D’Amato estaba allí. De pie, junto a la encimera, con una taza de café en la mano como si ese lugar le perteneciera. Porque le pertenecía.Nadia sintió que la sangre se le helaba en las venas y luego, en cuestión de segundos, hirvió de pánico.—¿Qué demonios haces aquí? —su voz salió más ronca de lo que esperaba, su re
Capítulo 9 —En la cocinaNarrador:El corazón de Nadia seguía golpeando con fuerza contra su pecho mientras se apoyaba contra la puerta de su habitación, intentando recuperar el aliento.—¿Cómo demonios no me di cuenta de que estaba prácticamente desnuda delante de él? —Se pasó una mano por la cara, sintiendo el calor arder en sus mejillas. Por un lado, luchaba por mantener una distancia con él, por no permitirle invadir su espacio con su presencia dominante. Y, por otro, se paseaba frente a él en bragas, dándole una vista completa de sus piernas desnudas y del borde de su ropa interior. —Debe pensar que estoy completamente loca.Cerró los ojos un momento, intentando calmarse. Pero la imagen de Massimo, relajado en la cocina, observándola con esa mezcla de diversión y deseo velado, se quedó impresa en su mente. No parecía el mismo hombre que había llevado a su hermano a la ONG con una brutalidad fría ni el que había sido abrumadoramente insolente en la cafetería. Esta versión de él er
Capítulo 10 —Golpe de realidadNarrador:Massimo llegó a la mansión y sintió el choque inmediato entre dos mundos. Era como despertarse de un sueño placentero y ser arrojado sin previo aviso a la realidad cruda y despiadada. Pasar la tarde con Nadia, con su risa tímida y su forma de mirar el mundo como si aún pudiera sorprenderse con él, había sido un respiro en su vida monótona. Ahora, en cambio, volvía a su prisión de mármol y candelabros dorados.Empujó la puerta con desgano y se encontró con la misma escena de siempre.La enorme mesa del comedor estaba dispuesta con una fastuosidad ridícula. Platos de porcelana fina, cubiertos de plata perfectamente alineados y una cantidad absurda de copas de cristal. Todo para tres personas.Su abuela, con su eterna postura de realeza, estaba sentada en la cabecera, con la espalda recta y los labios apretados en una fina línea de desaprobación. Parecía que llevaba horas esperando, aunque Massimo sabía que ella tenía esa expresión incluso cuando
Capítulo 11 —Nos vemos en casaNarrador:Toda la ilusión de haber encontrado un refugio seguro se había desmoronado en un solo segundo. Era de él. Massimo. Se dejó caer sobre la cama, con la mirada fija en el techo, su respiración aún errática por la agitación del día.—Por supuesto que tenía que ser suya… —murmuró, cubriéndose el rostro con una mano. El impacto de verlo ahí, de pie en la cocina, con esos ojos azules perforándola, seguía latiendo en su piel como un ardor invisible. Y encima, ella tenía que estar medio desnuda. —Perfecto… justo lo que necesitaba. —Sintió calor en el rostro solo de recordarlo. La sudadera apenas cubriéndola, su cabello desordenado, sus piernas al descubierto… Y él ahí, observándola como si acabara de encontrar un maldito tesoro. —¿Cómo no me di cuenta antes? —Se removió incómoda, recordando la forma en que él había reaccionado. Su mirada oscura, la tensión en su mandíbula, el breve instante en el que pareció paralizarse.¡Y, Dios!, su tono de voz. Ese ma
Capítulo 12 —No decides si desafiarme, huir o entregarte.Narrador:Nadia tragó con dificultad, sintiendo la boca seca mientras lo miraba. Massimo seguía ahí, con esa maldita sonrisa fácil, como si cocinarle fuera lo más normal del mundo.—Sí… sí, tengo hambre —logró decir, aunque su voz sonó un poco más débil de lo que habría querido.Él asintió, aún con la cuchara de madera en la mano, revolviendo la salsa con calma, como si no notara lo alterada que estaba.—Genial. La pasta estará lista en diez minutos.Nadia asintió y apartó la mirada, sintiendo la piel arderle. Necesitaba unos minutos para calmarse, para recomponerse antes de sentarse a cenar con él y hacer el ridículo con su torpeza.—Voy a darme una ducha antes de comer —dijo, ya dándose la vuelta para irse a toda prisa.—¿Necesitas compañía? —soltó él con una naturalidad que la dejó paralizada.La imagen se formó en su mente antes de que pudiera evitarlo. Massimo, desnudo en la ducha con ella, su cuerpo contra el suyo, el agu
Capítulo 13 —Algo real.Narrador:Nadia apretó los labios y desvió la mirada por un instante, sintiendo el peso de su pregunta ardiéndole en la piel. Massimo esperaba una respuesta, y lo peor de todo era que ella no la tenía.Respiró hondo, tratando de ignorar el hecho de que su corazón latía con fuerza, golpeando su pecho como si intentara escapar.—No vas a descubir nada —dijo al fin, en un susurro.Massimo inclinó la cabeza, como si analizara sus palabras.—¿Nada?—Nada que te sirva. Nada que necesites. —Lo miró a los ojos, intentando sonar firme —Ya te lo dije, no tengo poder, no tengo contactos, no tengo nada que ofrecerte que no puedas conseguir con un chasquido de dedos.Él sonrió de lado, como si encontrara su respuesta entretenida.Nadia se quedó en silencio, incapaz de apartar la mirada de los ojos intensos de Massimo. Algo en su tono, en su postura relajada pero dominante, la tenía atrapada en un vórtice de sensaciones que no entendía del todo.—No has entendido nada —repit
Capítulo 14 —Me encanta cómo eres Narrador:Nadia jugueteó con el borde de su copa, pensativa, antes de levantar la vista y fijarse en él.—Gracias… por contarme eso.Massimo arqueó una ceja.—¿Por qué me agradeces?—Porque… —Nadia vaciló un momento, pero luego suspiró —Porque uno te ve así, como eres, y no cree que te suceda nada malo.Massimo inclinó ligeramente la cabeza, mirándola con curiosidad.—¿Así cómo?Nadia lo observó con atención, como si tratara de poner en palabras algo que siempre había sido evidente, pero que nunca había expresado en voz alta.—Seguro —dijo finalmente —Firme. Rico… y guapo.Massimo soltó una carcajada, una risa genuina que llenó la habitación de un sonido cálido y vibrante.—¿Guapo? —repitió con diversión.—Bueno… —Nadia se encogió de hombros, sintiendo el calor en su rostro —No me mires así, sabes que lo eres.Él aún sonreía, con los ojos entrecerrados por la diversión.—Me gusta que lo admitas.—No lo admití, solo lo dije —replicó ella, cruzando los
Capítulo 15 —Una idea absurdaNarrador:Massimo apenas había dado un par de pasos cuando la voz de su abuela lo detuvo con esa firmeza que no admitía réplica.—Querido, antes de que te pierdas entre la multitud, hay alguien a quien me gustaría presentarte.Él cerró los ojos un segundo, inhaló con paciencia y giró con una sonrisa impecable, como si no hubiera escuchado esa misma frase cientos de veces antes.—¿Ah, sí? —ladeó la cabeza —¿Otra de tus maravillosas candidatas?La matriarca de los D’Amato asintió con una expresión de absoluta confianza.—Una joven encantadora, de excelente familia y educación. Creo que podrías llevarte muy bien con ella.. —Massimo sonrió con cortesía y, sin molestarse en responder, se giró sobre sus talones y continuó su camino. —Massimo… —advirtió su abuela, pero él ya se había perdido entre la multitud.No tenía paciencia para esos juegos. No esa noche. Localizó a Luca apoyado contra la barra del bar, con una copa de whisky en la mano y una expresión de a