Aidan abrió un poco los ojos ante la claridad que entraba por su ventana, y luego se acomodó de nuevo sobre el costado de Summer. La loba se había quedado con él toda la noche, vigilando al lobo envenenado mientras Akela y el resto de su manada trabajaban con los lobos locos.
Rhiannon tampoco había dormido, pero hacía un par de horas la había mandado a la cabaña para que descansara un poco. Él había aprovechado los lapsos de tranquilidad del herido para interactuar con los lobos liberados y traerlos de vuelta a la realidad, pero indudablemente no estaba de ánimo para hacer las preguntas más difíciles, así que fue Akela quien se encargó por él.
«Mocoso, tienes que descansar tú también», dijo el enorme lobo Alfa acercándose.
«No puedo, si algo le pasa…»
«Nada va a
El Alfa sintió los brazos de su loba cerrarse en torno a su cuello mientras le besaba la mejilla. Había terminado de recibir al último de los lobos locos -que gracias a los dioses ya no lo estaban-. A todos excepto al que estaba herido, pero parecía que muy pronto podría tomar también su decisión.—Ni siquiera sé cómo agradecerte que hagas esto —dijo Rhia tocando su pecho.—Es extraño —reconoció Aidan, acercando una silla para sentarse y haciendo que la muchacha se sentara sobre sus piernas—. Nunca fue cariñoso con mi familia de sangre, recuerdo muy bien eso. Quería a mis padres porque eran mis padres, como si estuviera genéticamente diseñado para quererlos, pero la conexión era…—Justificada —lo ayudó Rhia.—Exacto. Eran mis padres, los quería, punto. Después de lo que
Rhiannon sintió las manos de Aidan cruzar sobre su pecho mientras el lycan la abrazaba por detrás.—¿Estás bien, amor? —le preguntó, arrastrándola hacia atrás un par de pasos para que dejara de ver de pie el fuego de la chimenea y se sentara sobre él en una butaca, en el salón de su casa en la comunidad principal.—Estaba pensando en Maddox y Briccia, en todas las cosas que puedo recordar sobre las sacerdotisas… pero honestamente no sé cómo ayudarlos —murmuró ella.—Hasta donde sé las sacerdotisas no tienen pareja destinada, al menos eso me dijo Briccia —recordó Aidan.—Así es, las sacerdotisas le pertenecen a la Diosa… pero no logro recordar ni una sola ley que diga que no pueden tener pareja, aunque no sea destinada —reflexionó en voz alta Rhiannon—. Después de todo hay
La tentación era demasiado grande. Elegir era una premisa de la Diosa, seguir los instintos elementales, no obligar a los lobos a hacer jamás algo que no querían hacer, pero ¿qué había de los lycans?, ¿qué había de los destructores y las sacerdotisas y las leyes…? —No puedo dejar que me marques… Maddox… Los labios le temblaron y en ese mismo segundo Maddox lo mandó todo al demonio. —Briccia… ¿Crees que la Diosa te quiere? La vio sonreír con seguridad. Era, quizás, la única lycan en los últimos siglos que se había sentido tan bendecida por ella. —La Diosa me ama —aseguró. —¡Entonces ruégale a la Diosa que nos detenga! —gruñó Maddox antes de capturar su boca con un beso profundo y desesperado. Su piel ardía, todo su cuerpo parecía quemarse mientras ella intentaba resistirse. —No… Maddox… espera no… Pero de repente sus palabras se dirigieron a alguien más y el lycan pudo escucharla perfectamente. «Bhremi… ¡no! ¡Bhr
«Vamos a estar bien. Te prometo que vamos a estar bien» aseguró Milo y Maddox solo cerró los ojos, echando atrás la cabeza en el asiento del avión. «¿Tú también te sientes así?», le preguntó. «Sí, pero no por la boba, sino por ti y por… Briccia. Ella me gusta» confesó Milo. Maddox sintió el nudo en la garganta, y un dolor seco u profundo, como si poco a poco estuvieran aplastando su corazón. «Milo… siento que me voy a morir…» dijo mientras sus ojos se cristalizaban. «Estoy cansado de esto que soy. Tú eres lo único bueno que tengo». «Y Rhia, no lo olvides, y el imbécil de Casthiel… hay gente que nos quiere…» replicó Milo y Maddox suspiró. «Quizás, cuando todo se acabe, deberíamos irnos lejos». Su lycan no contestó. Solo se aferró al puño de la Keqzhara y trató de no pensar en otra cosa mientras un hombre de la tripulación se acercaba a decirle que estaban por llegar a su destino. Maddox jamás había est
Lidora Nader había dejado de ser la Loba Loca de Astán en el mismo momento en que había vuelto a ser la Nana de la Última Reina. Sin embargo seguía vagando por los bosques, con sus yerbas, sus pociones y sus historias para divertir a los niños.A ella fue a la primera que recurrieron Aidan y Rhia cuando Bhremi se instaló en la alfombra delante de la chimenea de su salón, aullando cada dos segundos como si fuera una loba rechazada por su mate.—Esto no está bien —murmuró la anciana revisándola—. Bhremi está deprimida, pero Briccia está peor. Jamás la había visto tan mal, es como si mi muchachita se hubiera roto. No ha comido, no ha dormido, no para de llorar, está segura de que algo malo le pasó a su lobo.—¿«Su»? —preguntó Aidan levantando las cejas por el posesivo.Lidora lo mir&oac
Aidan cabeceó en el sofá del salón antes de que Rhia le pateara una pantorrilla sin compasión. Las gemelas no habían dejado de llorar desde el amanecer y para las diez de la mañana se estaba volviendo loco.—No te creas que vas a hacer eso cuando tengamos hijos, ¡despierta! —y para Aidan aquel fue el regaño más lindo del mundo.—¿Cuántos vamos a tener? —preguntó con una sonrisa tan amplia que Rhiannon se detuvo frente a él.—Al paso que vamos, creo que voy a llenarte de cachorros más pronto de lo que imaginas —le respondió y Aidan se levantó, rodeándola con los brazos y besándola.Estaba a punto de sugerir que le dejaran las bebés a la nana cuando Milo hizo su irrupción en el salón.«Suéltala, idiota, o voy a buscar la forma de echarte agu
Todos los lycans que podían hacer una diferencia estaban en aquella sala de reuniones: los Alfas, Dimitri, Konan, Hiro, Dereck, Noah; los paladines, Alanna y Maddox; y los consejeros, el general Gallagher, Cedrick y Brennan. En tres días habían logrado reunirlos a todos.Maddox les había explicado lo sucedido en América, les habían mostrado la carta de Myra y les habían hablado de las gemelas, era imposible no hacerlo, sin embargo su ubicación no había sido revelada a nadie. Los Alfas, incluso Konan, que no tenía las mejores relaciones con Rhiannon, se habían quedado espantados por lo que estaba sucediendo.Necesitaban actuar, antes de que Erea consiguiera lo que se proponía, antes de que el mismo albedrío que le habían arrebatado a sus lobos, les fuera quitado también a ellos. Sin embargo no lograban ponerse de acuerdo en la mejor manera de atacar.Nader era
—¿Cómo pudiste? ¡Fuiste el único hermano que tuve toda mi vida! —le gritó Aidan levantando a Brennan por el cuello del uniforme azul—. ¿Cómo pudiste lastimar a mi pareja, a la mujer que amo?—¡Eso no es cierto! Yo jamás te lastimaría a ti… ¡Yo nunca…!—No, a él no —sentenció Alanna—, pero harías lo que fuera para que Rhiannon desapareciera de su vida. ¿No es cierto?Aidan soltó a Brennan y se acercó a Alanna con el ceño fruncido.—¿De qué hablas? —gruñó.Alanna se mordió los labios con indecisión.—Tuve siglos para observarlo… —dijo quedamente—. Él… tiene sentimientos por ti.Aidan se echó atrás con un gesto de incomprensión.