CAPÍTULO 50

Brennan lo sostuvo mientras maldecía en voz alta, atrayendo la atención de Briccia y de la anciana Lidora.

Los ojos de la sacerdotisa se volvieron tan azules como los de su lobo mientras examinaba la herida.

—Bala de plata —murmuró—. ¿Te sientes muy mal?

—La hirieron… hirieron a Rhiannon… —era lo único que balbuceaba Aidan con los ojos desorbitados.

—Calma, está sanando —le aseguró Briccia y su rostro adquirió una extraña tranquilidad—. Pero esto es solo el inicio. Significa que ya la están cazando.

La mandíbula de Aidan se tensó, sintiendo cómo Akela aullaba dentro de él con desesperación. Briccia puso una mano sobre su herida y sus ojos se nublaron completamente, perdiendo todo el brillo que le había dado la mirada de su loba.

—Lamento mucho decirte esto, pero te

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