—¿Pensabas invitarme o sólo me dejarías fuera?
Aidan levantó la cabeza para mirar a su madre y su rostro se convirtió en una máscara de incomodidad. Regresar a casa después de la muerte de su padre había sido difícil, pero que Erea no diera una sola muestra de sentirlo, le había hecho cuestionarse absolutamente toda su vida.
Su única insistencia consistía en que subiera al trono de los lycans, en que se coronara como nuevo rey y que librara una nueva guerra por un control que Aidan ni quería ni necesitaba; así que las discusiones con ella estaban a la orden del día.
La única razón por la que había regresado a la casa real era porque, por menos que le gustara, el nombre de Casthiel era poderoso todavía a pesar de la muerte de su padre, y esperaba poder usarlo para influir sobre los Alfas de América.
—No, no
—¡…Vete de aquí!Brennan no sabía su aquel gruñido llegaba de parte de Aidan o de Akela, pero sintió que lo empujaban por uno de los corredores laterales hasta que tropezó en las escaleras y Brennan cayó quince escalones más abajo.—¡Vete!—¡No te voy a dejar…! —dijo el Beta haciendo ademán de subir por él pero una mirada de su Alfa lo detuvo.—A mí solo va a lastimarme, pero a ti te matará, lo sabes bien… ¡Vete, busca ayuda…!La puerta de acceso a las escaleras se abrió con un chirrido y Brennan saltó hasta el pie de las escaleras, echando a correr hacia los pisos más bajos, y Aidan solo cerró los ojos, rezando a la Diosa para que le permitiera a su Beta escapar a salvo.No supo si habían pasado horas, días o solo minutos cuando volvió
Se resistía, se resistía con tanta fuerza que le dolían partes de su cuerpo que no debían siquiera existir, pero Aidan Casthiel era muy consciente de que esa resistencia no duraría más que un día o dos. La plata hacía estragos en su sistema y no le permitía ni siquiera luchar.Vio a su madre acercarse por décima vez, sosteniendo algún tipo de brebaje que forzó por el tubo que se había encargado de meter en su garganta. Ya hasta la cabeza tenía sujeta con una correa y por fin podía comprender cómo debía haber sido para Rhiannon sentir la impotencia de verse reducida por la plata.Era insoportable, pero saber que su madre estaba recreando los rituales para volver a someter a Akela era mucho peor.La escuchó rezar con vehemencia y cerró los ojos, sintiendo el efecto de aquel brebaje en todo su cuerpo. El último lo había
Hiro gruñó sobre el hombro de Alanna y la loba se echó hacia atrás, chocando con él.—¡Oye! ¡No creo que tu mate aprecie mucho que andes invadiendo mi espacio personal así que… shu shu…! —protestó ella.—¿Cómo es que en estos siglos no has conseguido novio? —replicó Hiro y la loba le dedicó una mirada de odio—. ¡No me abras los ojos que no te voy a echar gotas! —la molestó Hiro y Alanna resopló con frustración.—Se supone que estamos en una misión importante, no era para que estuvieras bromeando tanto.—¡Ay, por la Diosa, míranos! —Hiro abrió los brazos mostrando todo el lodo con que se habían ensuciado la ropa para disimular el olor mientras se acercaban a la casa real.—¿Se quieren callar los dos? —los regañ
Apenas podía sostenerse en pie, pero parecía que después de todo las Keqzhara estaban tocadas por la Diosa, porque el golpe de adrenalina fue suficiente para de Raksha saliera de su cuerpo sin poder materializarse, pero lista para cumplir con su papel.Sin embargo pasaron los minutos y nadie veía que lograra liberar a Akela. Algo que antes le tomara solo segundos ahora era una batalla ardua entre los dos lobos.«Raksha… ¿qué pasa?», preguntó Rhiannon sintiéndose cada vez más débil por tenerla fuera de ella.«No quiere salir…», los colmillos del espíritu de su loba se debatían sobre el cuerpo de Aidan, pero de Akela solo podía escucharse un aullido desconsolado.«Lo lastimé… lo lastimé…» repetía como un disco rayado. «Ya no me va a querer… ya no me
Rhiannon terminó el informe en tiempo récord porque por suerte todo estaba bastante organizado, así que solo necesitaba conversar con Maddox sobre los materiales faltantes para la construcción de las nuevas viviendas. Estaba tan concentrada mientras recorría la bodega que no se dio cuenta de que alguien la miraba desde hacía rato, y cuando se dio la vuelta para salir se estampó de frente con un cuerpo recio y nuevamente fuerte.Aidan la atrapó antes de que se cayera de espaldas al suelo y Rhiannon cerró las manos sobre sus brazos para sostenerse, pero la pequeña explosión de calor que pareció dejarlos mudos a ambos fue suficiente para que ella se echara atrás aclarándose la garganta.—¡Aidan…! ¿Cómo te puedo ayudar? —dijo levantando las cejas y dirigiéndose hacia él con la ecuanimidad con que se hubiera dir
Theo Silvano se giró justo a tiempo para ver descender de aquel auto al último lycan que, pensaba, se atrevería a buscarlo, pero después de todo había perdido el favor del antiguo rey, y ese ya estaba muerto.—Escuché que no quisiste bajar la cabeza —dijo con sorna el lycan llegando junto a él, mientras se abotonaba el saco del elegante traje.—Escuché que tú tampoco —respondió Theo tendiéndole la mano—. Saito Nader… ¡El gran general Nader…! Confieso que no pensé verte antes de irme.—Eso es porque no irás a ningún lado —aseguró el general devolviéndole el saludo—. Digo… a menos que la próxima vez quieras enfrentarte a los colmillos de tu lobo liberado.Theo levantó la barbilla con un gesto de curiosidad mientras miraba la mano de Nader, que le indicaba haci
—¿Estás seguro?Aidan sonrió con picardía, levantando una ceja.—Cualquiera diría que no lo quieres, Gallagher. ¿Es el caso? —preguntó.—¡Oh! No me malentiendas, estoy más que feliz de aceptarlo, pero…—No estás seguro de que Rhiannon piense lo mismo —comprendió Aidan.El general Gallagher dejó escapar un suspiro.—Su orgullo ha sacrificado mucho últimamente, así que quizás no se ofenda demasiado —rio el viejo.—Bueno… si se enoja, plantéaselo de esta forma: o lo usa para ayudar a los lycans de sus manadas, o alguien más lo usará para ayudar a quienes todavía someten a sus lobos. —Aidan se echó hacia adelante en su silla—. Fuiste mi maestro de estrategia, Gallagher, y los dos sabemos que esta será u
Era hora de pelear, evidentemente, pero Aidan se había quedado paralizado. La traición de su padre le había dolido en lo más hondo, pero apenas había tenido tiempo para procesarla, porque Maddox le había enviado el resto de sus pensamientos con una fuerza tal, que parecía imposible que pudiera reaccionar.Que Maddox se hubiera atrevido a poner una sola garra sobre Rhia era insoportable; pero lo peor era saber que tenía tanto derecho como él, o, mejor dicho, tantas oportunidades… No, no, eso tampoco era correcto, porque Maddox no había cometido la cantidad de equivocaciones que había cometido él.—Tú eres la otra pareja destinada de Rhia… —murmuró.—Y tú eres bonito, pero a mí los tríos no me gustan —se rio Maddox tomando una posición ofensiva.Lo vio darle vueltas a la Keqzhara en