Ana rie suavemente, el humor de Gregory la relaja.—No bromeés.— No lo hago. Así podrías pagarme más fácil lo que me debes y yo sería muy feliz —le dice, sintiéndose un poco más a gusto.—Exactamente, te debo mucho —responde ella, riendo.—Solo si prometes no dejar de escribir puedes darte por paga. Quiero que te dediques a eso y que te conviertas en la autora que mereces ser. Tu libro se ve emocionante con solo leer la sipnosis.Con un suspiro de gratitud, Ana asintió. El apoyo de Gregory significaba más de lo que podía expresar.—Te prometo que seguiré escribiendo —dice, sintiendo que una chispa de esperanza encendía su corazón—pero igual te debo mucho.—Dame un momento—le dice Gregory mientras le da la espalda.Gregory toma su celular y comienza a hacer algunas llamadas frente a ella. Mientras hablaba con sus contactos, Ana lo observa, admirando su determinación y la forma en que manejaba el mundo de los negocios. Se sentía agradecida de estar a su lado en ese momento, pero tambié
Con un movimiento suave, lo envolvió con sus labios, disfrutando de la sensación de su dureza en su boca. Gregory jadea, su respiración se volvió entrecortada mientras ella lo estimulaba con su lengua.—Ana… —gime, perdiéndose en la sensación.Ella se sintió empoderada por su reacción. Con cada movimiento, lo saboreaba con devoción, haciendo que él se estremeciera de placer. La conexión entre ellos crecía más fuerte, y Ana se sumergió en el momento, disfrutando del calor que los envolvía. Sus lobos aullaron mientras él dejaba salir sus feromonas.—Solo disfruta.Mientras ella lo complacía, su mente vagó por un instante, recordando la vida que dejaba atrás. Pero cada pensamiento se desvanecía con cada jadeo de Gregory, cada mirada de deseo que él le ofrecía. Estaba completamente atrapada en el placer.—Espera, espera un momento si sigues vas a hacer que me venga y no quiero acabar ahora. Eres increíble —dice él, con la voz cargada de deseo—. Nunca había sentido algo así.Ana sonríe con
Ana sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras escuchaba la voz seria al otro lado de la línea.—Voy para allá —respondió sin dudarlo.Colgó el teléfono y salió apresurada, tomando su bolso con las llaves y su abrigo.Llamó a Marcos de que pasara a buscar a los niños a la escuela, porque la llamaron del hospital. Su hermana se quedó en su habitación y ni cuenta se dió de lo que sucedió. Ana hizo una parada rápida en una tienda de seguridad. Su intuición le decía que debía protegerse, que debía ver la verdad con sus propios ojos. Compró un par de cámaras espías de tamaño reducido, lo suficiente para ocultarlas sin que nadie sospechara.Al llegar al hospital, el ambiente cargado de desinfectante y desesperanza la golpeó de inmediato. Caminó por los pasillos fríos hasta llegar a la habitación de Carlos. Lo encontró en la cama de hospital, un guiñapo de lo que alguna vez fue. Su piel estaba pálida, con moretones esparcidos por su cuerpo. Tubos conectados a su nariz y brazos lo mant
—De lo único que no me arrepiento es de mis hijos que tuve contigo —murmura para si misma.Aquello no era una carta de disculpa sino su última voluntad. Parece que al final le dolió más que Laura lo engañara a que el engañara a su esposa sabrá Dios por cuánto tiempo.No eran explicaciones. Era una fría confirmación de lo que ya sabía, pero verla plasmada en papel la golpeó con más fuerza de la que esperaba.Sus ojos ardían, pero se negó a parpadear. No iba a ceder ante la fragilidad de sus sentimientos, no esta vez. El peso de las palabras escritas se clavó en su pecho como un puñal helado solo para ser impulsada a llevar a cabo su venganza. La rabia se mezcló con la tristeza en una tormenta silenciosa dentro de ella. No tanto por él sino por sus hijos. Al final él no pensó en ellos.—Las fotos que le mostré de Laura deben haberlo golpeado. ¿Tanto la amaba que al ver qué estaba con otro hombre decidió quitarse la vida? —murmura Ana.Ana cerró los ojos un instante, respiró hondo y se o
Marcos se reclina en el sofá, pasando una mano por su rostro con evidente cansancio. Sus ojos se fijaron en Ana con una mezcla de sorpresa y alivio cuando ella mencionó su viaje.—Bien, ve con cuidado y me mantienes informado—responde, cruzando los brazos—. Cuidaré a Laura, no te preocupes.Ana mantuvo su expresión serena, aunque por dentro su corazón latía con fuerza.«La cuidará».Ya sabía lo que eso significaba. Marcos no iba a dejar que Laura tuviera ese bebé o se rendiría a su encanto. Lo que Ana no sabía era que su esposo ya había tomado una decisión mucho más oscura. No tiene idea d elo dominante y obsesionado que puede ser ese lobo alfa.—Perfecto —dijo con una leve sonrisa—. Me ayudaría mucho saber que la cuidas mientras no esté. Y debes regar mis plantas.Se inclina y le da un rápido beso en la mejilla antes de girarse y dirigirse hacia la habitación de los niños. Tenía cosas más importantes que hacer antes de salir de esa casa.Marcos observa cómo Ana se aleja, pero en su m
La limosina avanza suavemente por la carretera, alejándose de la casa y de la figura rígida de Marcos en la entrada. Ana mira por la ventana mientras Gregory se acomoda a su lado, con una sonrisa tranquila en el rostro.—Bueno, niños, ahora sí podemos relajarnos. —Gregory gira la cabeza hacia ellos con una sonrisa cómplice.Los pequeños, que hasta entonces habían mantenido una actitud reservada, se lanzaron hacia él en un abrazo efusivo.—¡Gregory! —exclama Valentina, riendo.—¡No sabíamos que vendrías por nosotros! —dice Diego, abrazándolo con fuerza.Gregory soltó una carcajada y les revolvió el cabello con cariño.—Wao, ustedes pueden ser grandes actores —dice, guiñándoles un ojo.Valentina sonrie con picardía.—Nos imaginamos estar en una película de espías —dice con emoción—. Como si estuviéramos escapando de un villano.Ana y Gregory se miraron con complicidad, pero ninguno dijo nada al respecto. Tras una hora de viaje, la limosina finalmente se detuvo en la entrada de un impres
Gregory se acerca a Ana con una suavidad inusual en él.Sus manos se deslizan firmes, seguras, pero llenas de ternura, comenzaron a despojarla de su ropa lentamente, sin apuro, sin forzarla. Primero la blusa, luego el sujetador. Ana no se resiste. Su respiración es pausada, confiada. Se siente segura con él.Cuando su falda cayó al suelo, Gregory se detuvo un instante para observarla. No solo con deseo, sino con una admiración silenciosa, como si comprendiera la fragilidad que escondía detrás de su aparente fortaleza. Luego, arremanga su camisa hasta los codos y, sin más demora, la toma de la mano y la guia hasta la gran bañera.—Entra —le susurra con una sonrisa apacible.Ana obedece sin dudar. Sumerge primero los pies, sintiendo el calor reconfortante del agua. Luego se deja caer lentamente, cerrando los ojos cuando el agua cubre su cuerpo hasta el cuello. La sensación de alivio fue inmediata.Gregory se arrodilla a su lado, toma una esponja y comienza a pasarla con delicadeza por s
Ana y Gregory dejaron a los niños en su habitación, asegurándose de que estuvieran cómodos antes de retirarse al penthouse.La noche en el resort es tranquila, con el murmullo de las olas rompiendo suavemente contra la orilla y la brisa marina colándose por las ventanas abiertas.Apenas cruzaron la puerta de su recámara, Gregory no perdió el tiempo. Se acercó a Ana con una intensidad que la hizo contener la respiración. Su mano recorrió con suavidad su mejilla, bajando lentamente por su cuello hasta llegar a su cintura. Ana suspiró, cerrando los ojos por un instante, entregándose a la calidez de su tacto.—Ya no puedo contenerme más.—Yo menos—responde Ana.Sin más preámbulos, Gregory comenzó a despojarla de su ropa, con movimientos cuidadosos pero urgentes. Ana, siente la necesidad de corresponderle, desliza sus dedos por los botones de su camisa, desabrochándolos uno a uno hasta revelar su pecho firme y cálido. Se miraron por un momento, como si quisieran memorizar cada detalle del