—De lo único que no me arrepiento es de mis hijos que tuve contigo —murmura para si misma.Aquello no era una carta de disculpa sino su última voluntad. Parece que al final le dolió más que Laura lo engañara a que el engañara a su esposa sabrá Dios por cuánto tiempo.No eran explicaciones. Era una fría confirmación de lo que ya sabía, pero verla plasmada en papel la golpeó con más fuerza de la que esperaba.Sus ojos ardían, pero se negó a parpadear. No iba a ceder ante la fragilidad de sus sentimientos, no esta vez. El peso de las palabras escritas se clavó en su pecho como un puñal helado solo para ser impulsada a llevar a cabo su venganza. La rabia se mezcló con la tristeza en una tormenta silenciosa dentro de ella. No tanto por él sino por sus hijos. Al final él no pensó en ellos.—Las fotos que le mostré de Laura deben haberlo golpeado. ¿Tanto la amaba que al ver qué estaba con otro hombre decidió quitarse la vida? —murmura Ana.Ana cerró los ojos un instante, respiró hondo y se o
Marcos se reclina en el sofá, pasando una mano por su rostro con evidente cansancio. Sus ojos se fijaron en Ana con una mezcla de sorpresa y alivio cuando ella mencionó su viaje.—Bien, ve con cuidado y me mantienes informado—responde, cruzando los brazos—. Cuidaré a Laura, no te preocupes.Ana mantuvo su expresión serena, aunque por dentro su corazón latía con fuerza.«La cuidará».Ya sabía lo que eso significaba. Marcos no iba a dejar que Laura tuviera ese bebé o se rendiría a su encanto. Lo que Ana no sabía era que su esposo ya había tomado una decisión mucho más oscura. No tiene idea d elo dominante y obsesionado que puede ser ese lobo alfa.—Perfecto —dijo con una leve sonrisa—. Me ayudaría mucho saber que la cuidas mientras no esté. Y debes regar mis plantas.Se inclina y le da un rápido beso en la mejilla antes de girarse y dirigirse hacia la habitación de los niños. Tenía cosas más importantes que hacer antes de salir de esa casa.Marcos observa cómo Ana se aleja, pero en su m
La limosina avanza suavemente por la carretera, alejándose de la casa y de la figura rígida de Marcos en la entrada. Ana mira por la ventana mientras Gregory se acomoda a su lado, con una sonrisa tranquila en el rostro.—Bueno, niños, ahora sí podemos relajarnos. —Gregory gira la cabeza hacia ellos con una sonrisa cómplice.Los pequeños, que hasta entonces habían mantenido una actitud reservada, se lanzaron hacia él en un abrazo efusivo.—¡Gregory! —exclama Valentina, riendo.—¡No sabíamos que vendrías por nosotros! —dice Diego, abrazándolo con fuerza.Gregory soltó una carcajada y les revolvió el cabello con cariño.—Wao, ustedes pueden ser grandes actores —dice, guiñándoles un ojo.Valentina sonrie con picardía.—Nos imaginamos estar en una película de espías —dice con emoción—. Como si estuviéramos escapando de un villano.Ana y Gregory se miraron con complicidad, pero ninguno dijo nada al respecto. Tras una hora de viaje, la limosina finalmente se detuvo en la entrada de un impres
Gregory se acerca a Ana con una suavidad inusual en él.Sus manos se deslizan firmes, seguras, pero llenas de ternura, comenzaron a despojarla de su ropa lentamente, sin apuro, sin forzarla. Primero la blusa, luego el sujetador. Ana no se resiste. Su respiración es pausada, confiada. Se siente segura con él.Cuando su falda cayó al suelo, Gregory se detuvo un instante para observarla. No solo con deseo, sino con una admiración silenciosa, como si comprendiera la fragilidad que escondía detrás de su aparente fortaleza. Luego, arremanga su camisa hasta los codos y, sin más demora, la toma de la mano y la guia hasta la gran bañera.—Entra —le susurra con una sonrisa apacible.Ana obedece sin dudar. Sumerge primero los pies, sintiendo el calor reconfortante del agua. Luego se deja caer lentamente, cerrando los ojos cuando el agua cubre su cuerpo hasta el cuello. La sensación de alivio fue inmediata.Gregory se arrodilla a su lado, toma una esponja y comienza a pasarla con delicadeza por s
Ana y Gregory dejaron a los niños en su habitación, asegurándose de que estuvieran cómodos antes de retirarse al penthouse.La noche en el resort es tranquila, con el murmullo de las olas rompiendo suavemente contra la orilla y la brisa marina colándose por las ventanas abiertas.Apenas cruzaron la puerta de su recámara, Gregory no perdió el tiempo. Se acercó a Ana con una intensidad que la hizo contener la respiración. Su mano recorrió con suavidad su mejilla, bajando lentamente por su cuello hasta llegar a su cintura. Ana suspiró, cerrando los ojos por un instante, entregándose a la calidez de su tacto.—Ya no puedo contenerme más.—Yo menos—responde Ana.Sin más preámbulos, Gregory comenzó a despojarla de su ropa, con movimientos cuidadosos pero urgentes. Ana, siente la necesidad de corresponderle, desliza sus dedos por los botones de su camisa, desabrochándolos uno a uno hasta revelar su pecho firme y cálido. Se miraron por un momento, como si quisieran memorizar cada detalle del
Al día siguiente, Ana y Gregory observan a los niños correr emocionados por la azotea del hotel. Habían planeado un día especial para ellos: un tour en helicóptero para sobrevolar la costa y descubrirla desde las alturas.—¡Mamá, mira ese helicóptero! —exclama Valentina , señalando con entusiasmo la aeronave roja y blanca que los esperaba en la pista privada del hotel.Diego, por su parte, miraba con ojos brillantes la escena, aunque su expresión tenía un matiz más contenido. Gregory lo nota y se acerca a él con una sonrisa.—¿Listo para volar, campeón? —pregunta Gregory, dándole un suave golpe en el hombro.Diego asintió, pero su mirada se perdió por un momento en el horizonte.—Mi papá siempre quiso que hiciéramos algo así juntos —murmura, bajando la vista—. Me hubiera gustado que estuviera aquí.Gregory sintió un nudo en la garganta ante la confesión del niño. Se agachó para quedar a su altura y le puso una mano en el hombro.—Estoy seguro de que, donde sea que esté, te está mirand
Ana observa a su hermana con atención cuando terminó la cena y se quedó lavando los platos. Los niños ya se habían ido a su habitación y Marcos se había retirado a su recámara tambien.Había algo en la actitud de ella que no cuadraba, una especie de nerviosismo que trataba de disimular. Ana quería saber si en ese tiempo en que estuvo ausente, ella fue a abortar. Finalmente, cruzó los brazos y la miró fijamente.—Laura, ¿como te la has pasado? —pregunta con suavidad pero con firmeza.—¿Yo...?Laura se acomoda el cabello detrás de la oreja y sonríe, intentando aparentar naturalidad pero en ese momento le entran ganas de vomitar. Sale corriendo hacia el baño y Ana la sigue.—¿Te sientes bien?—en ese momento se dio cuenta que no había abortado.Ella se levanta del inodoro cuando termina y se lava el rostro y la boca.—Debio ser algo que comí. Si continúa iré al médico, no te preocupes.—Eso me recuerda cuando estaba embarazada de los niños siempre me pasaba lo mismo.—Tu siempre fuiste de
Ana respira hondo antes de entrar al banco.Sabe que era lo correcto, devolver al menos una parte del dinero que Gregory le había prestado cuando Carlos aún estaba vivo y el dinero de las vacaciones con sus hijos que ella nunca pagó. Sus libros están dejando muchas ganancias gracias a Gregory y ya Ana siente que es hora de ir saldando su deuda de a poco. No se sentía cómoda debiéndole tanto, aunque él jamás le había pedido que se lo reembolsara.Tras realizar el depósito de la mitad de lo que le debe, no pasaron ni cinco minutos antes de que su teléfono vibrara en su bolso.Gregory.—Hola —responde, anticipando la pregunta.—Hola preciosa ¿Por qué hiciste eso? —Su voz sonaba firme, pero no molesto.—Porque...es lo correcto—le dice nerviosa solo por escuchar su voz, pero unos nervios no de miedo, sino de deseo.Él suspira al otro lado de la línea, pero Ana no puede ver su sonrisa.—Estoy en la ciudad por negocios. Justo estaba a punto de llamarte. ¿Nos vemos?Ana duda unos segundos. Gr