Un paciente muy descarado

Ana sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras escuchaba la voz seria al otro lado de la línea.

—Voy para allá —respondió sin dudarlo.

Colgó el teléfono y salió apresurada, tomando su bolso con las llaves y su abrigo.

Llamó a Marcos de que pasara a buscar a los niños a la escuela, porque la llamaron del hospital. Su hermana se quedó en su habitación y ni cuenta se dió de lo que sucedió. Ana hizo una parada rápida en una tienda de seguridad. Su intuición le decía que debía protegerse, que debía ver la verdad con sus propios ojos. Compró un par de cámaras espías de tamaño reducido, lo suficiente para ocultarlas sin que nadie sospechara.

Al llegar al hospital, el ambiente cargado de desinfectante y desesperanza la golpeó de inmediato. Caminó por los pasillos fríos hasta llegar a la habitación de Carlos. Lo encontró en la cama de hospital, un guiñapo de lo que alguna vez fue. Su piel estaba pálida, con moretones esparcidos por su cuerpo. Tubos conectados a su nariz y brazos lo mant
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