Al día siguiente, Ana y Gregory observan a los niños correr emocionados por la azotea del hotel. Habían planeado un día especial para ellos: un tour en helicóptero para sobrevolar la costa y descubrirla desde las alturas.—¡Mamá, mira ese helicóptero! —exclama Valentina , señalando con entusiasmo la aeronave roja y blanca que los esperaba en la pista privada del hotel.Diego, por su parte, miraba con ojos brillantes la escena, aunque su expresión tenía un matiz más contenido. Gregory lo nota y se acerca a él con una sonrisa.—¿Listo para volar, campeón? —pregunta Gregory, dándole un suave golpe en el hombro.Diego asintió, pero su mirada se perdió por un momento en el horizonte.—Mi papá siempre quiso que hiciéramos algo así juntos —murmura, bajando la vista—. Me hubiera gustado que estuviera aquí.Gregory sintió un nudo en la garganta ante la confesión del niño. Se agachó para quedar a su altura y le puso una mano en el hombro.—Estoy seguro de que, donde sea que esté, te está mirand
Ana observa a su hermana con atención cuando terminó la cena y se quedó lavando los platos. Los niños ya se habían ido a su habitación y Marcos se había retirado a su recámara tambien.Había algo en la actitud de ella que no cuadraba, una especie de nerviosismo que trataba de disimular. Ana quería saber si en ese tiempo en que estuvo ausente, ella fue a abortar. Finalmente, cruzó los brazos y la miró fijamente.—Laura, ¿como te la has pasado? —pregunta con suavidad pero con firmeza.—¿Yo...?Laura se acomoda el cabello detrás de la oreja y sonríe, intentando aparentar naturalidad pero en ese momento le entran ganas de vomitar. Sale corriendo hacia el baño y Ana la sigue.—¿Te sientes bien?—en ese momento se dio cuenta que no había abortado.Ella se levanta del inodoro cuando termina y se lava el rostro y la boca.—Debio ser algo que comí. Si continúa iré al médico, no te preocupes.—Eso me recuerda cuando estaba embarazada de los niños siempre me pasaba lo mismo.—Tu siempre fuiste de
Ana respira hondo antes de entrar al banco.Sabe que era lo correcto, devolver al menos una parte del dinero que Gregory le había prestado cuando Carlos aún estaba vivo y el dinero de las vacaciones con sus hijos que ella nunca pagó. Sus libros están dejando muchas ganancias gracias a Gregory y ya Ana siente que es hora de ir saldando su deuda de a poco. No se sentía cómoda debiéndole tanto, aunque él jamás le había pedido que se lo reembolsara.Tras realizar el depósito de la mitad de lo que le debe, no pasaron ni cinco minutos antes de que su teléfono vibrara en su bolso.Gregory.—Hola —responde, anticipando la pregunta.—Hola preciosa ¿Por qué hiciste eso? —Su voz sonaba firme, pero no molesto.—Porque...es lo correcto—le dice nerviosa solo por escuchar su voz, pero unos nervios no de miedo, sino de deseo.Él suspira al otro lado de la línea, pero Ana no puede ver su sonrisa.—Estoy en la ciudad por negocios. Justo estaba a punto de llamarte. ¿Nos vemos?Ana duda unos segundos. Gr
Al día siguiente...Ana se mira en el espejo y sonríe con satisfacción. El cabello más corto en capas le daba un aire renovado, y el maquillaje sutil resaltaba su belleza natural. Vestía un vestido negro elegante, ceñido en la cintura, con un escote discreto pero lo suficientemente llamativo. Se veía espectacular. Se sentía espectacular.Desde que había decidido dar el primer paso para su venganza, Marcos había empezado a notarlo. Ana ya no pasaba tanto tiempo en la casa, ya no estaba disponible para atenderlo ni soportar sus desplantes. Y eso lo irritaba.En la noche, luego de un día agotador, ella se alistó con calma.Sabía que Marcos la observaba desde el umbral de la habitación, con los brazos cruzados y una expresión difícil de descifrar.—¿Y ahora? —pregunta él con tono cortante.—Tengo una cena de trabajo —responde Ana sin mirarlo, aplicando el último retoque de perfume en su cuello.—¿Cena de trabajo? ¿Desde cuándo haces eso?—Desde que otra editorial se interesó en mi libro ,
Ana entra a la casa con tranquilidad, como si no sintiera la mirada de Marcos clavada en ella desde el sofá.—Hasta que por fin llegas.Él estaba despierto, con los codos apoyados en las rodillas, observándola con una intensidad sospechosa.—Oh...te hacía dormido.Él se acerca con paso lento, como si quisiera detectar algo en ella. Ana, por supuesto, ya estaba preparada. Antes de bajar del auto, se había echado sorbete de menta en la boca y su aroma seguía siendo el mismo con el que salió: jabón de baño y su loción habitual. No había ni un rastro de Gregory en su piel, ni de otro alfa.Marcos frunce el ceño.—¿Qué tal la cena?—la besa en los labios.Ana sonríe con autosuficiencia y deja su bolso sobre la mesa.—Fue grandiosa. Conocí a varios inversionistas y la editorial parece realmente interesada.—Mmm. —Marcos hizo un sonido indiferente.—¿Y los niños?—Duermen.—¿Y mi hermanita?—Debe estar jugando en su computadora...está probando un nuevo modulador de juegoAna sonríe, toma un v
Gregory la lleva a un restaurante exclusivo en el centro de la ciudad. La iluminación tenue y la música suave creaban el ambiente perfecto para una conversación íntima. Ana observó la decoración con curiosidad mientras se acomodaba en su asiento. Gregory tan caballero como siempre hala la silla para que tome asiento.—Este lugar es impresionante —comenta, mirando alrededor—. ¿Vienes seguido aquí?Gregory sonríe con calma mientras dejaba la carta sobre la mesa.—Solía venir más cuando estaba pequeño, a mi madre le encantaba. Era su lugar favorito.Ana arquea una ceja, intrigada.—¿Tu madre?—Si, se llamaba Grecia.—Se... ¿llamaba?¿Por eso te pusieron Gregory?—Si. Murió de un paro respiratorio cuando cumplí mayoría de edad. Mis padres se amaban tanto y esa desgracia los tocó. Rebecca y yo éramos amigos desde niños junto a su actual esposo.—¿Puedo preguntar qué pasó entre ustedes? —Ana inclinó la cabeza con curiosidad—. Si no quieres hablar de eso, lo entenderé.—Nos acercamos, supongo
Y con eso, la música se convirtió en el único testigo de la pasión que los envolvía.El reloj marcaba las seis de la mañana, Ana suspiró y se removió entre las sábanas de seda, sintiendo el cuerpo cálido de Gregory a su lado. Él la tenía abrazada, con su mano descansando sobre su cintura, y cuando ella intentó moverse, él la sujetó con más fuerza.—No te muevas —susurra con voz ronca, todavía adormilado—. Apenas estaba empezando a soñar contigo de nuevo.Ana rió suavemente y se giró para mirarlo. Sus ojos la observaban con un brillo travieso mientras sus dedos dibujaban círculos perezosos en su piel desnuda.—No sabía que me dedicabas tus sueños —bromea ella, acariciando su rostro.—Solo los mejores —contesta Gregory antes de inclinarse para rozar sus labios con los de ella.Ana suspira contra su boca, disfrutando del beso lento y pausado que se transformó en algo más intenso, mientras ella siente su piel desnuda contra la de ella. Pero justo cuando ella pensó que él la tomaría de nue
Ana mira el rostro de su madre empalidecer mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Su padre, en cambio, se levanta con el rostro rojo de furia, caminando de un lado a otro en la sala como una fiera enjaulada.—¡Esto es inaceptable! —brama, golpeando el brazo del sofá con el puño cerrado—. Primero Carlos y ahora… ¿Marcos? ¿Ese malnacido también? ¿Y encima con tu hermana? ¿Tu propia sangre? ¿Cómo es posible que Laura haya hecho esto?Ana suspira, tratando de mantener la calma, aunque por dentro la tormenta ruge con fuerza.—No lo sé, papá. No sé que tan desalmados pueden ser, pero pienso vengarme de la mejor manera posible. Laura es mi hermana pero ella misma se lo busco. Para mí está muerta no es más mi hermana.—Ay Ana. Mi niña, cuanto has de haber sufrido tu sola. La venganza no es buena pero hay que darle un escarmiento—añade su madre.—Hablaré con ella seriamente.—Quiero desenmascararlos papá. Les cuento que tengo pruebas suficientes de que ellos estuvieron juntos mientras