Gregory la lleva a un restaurante exclusivo en el centro de la ciudad. La iluminación tenue y la música suave creaban el ambiente perfecto para una conversación íntima. Ana observó la decoración con curiosidad mientras se acomodaba en su asiento. Gregory tan caballero como siempre hala la silla para que tome asiento.—Este lugar es impresionante —comenta, mirando alrededor—. ¿Vienes seguido aquí?Gregory sonríe con calma mientras dejaba la carta sobre la mesa.—Solía venir más cuando estaba pequeño, a mi madre le encantaba. Era su lugar favorito.Ana arquea una ceja, intrigada.—¿Tu madre?—Si, se llamaba Grecia.—Se... ¿llamaba?¿Por eso te pusieron Gregory?—Si. Murió de un paro respiratorio cuando cumplí mayoría de edad. Mis padres se amaban tanto y esa desgracia los tocó. Rebecca y yo éramos amigos desde niños junto a su actual esposo.—¿Puedo preguntar qué pasó entre ustedes? —Ana inclinó la cabeza con curiosidad—. Si no quieres hablar de eso, lo entenderé.—Nos acercamos, supongo
Y con eso, la música se convirtió en el único testigo de la pasión que los envolvía.El reloj marcaba las seis de la mañana, Ana suspiró y se removió entre las sábanas de seda, sintiendo el cuerpo cálido de Gregory a su lado. Él la tenía abrazada, con su mano descansando sobre su cintura, y cuando ella intentó moverse, él la sujetó con más fuerza.—No te muevas —susurra con voz ronca, todavía adormilado—. Apenas estaba empezando a soñar contigo de nuevo.Ana rió suavemente y se giró para mirarlo. Sus ojos la observaban con un brillo travieso mientras sus dedos dibujaban círculos perezosos en su piel desnuda.—No sabía que me dedicabas tus sueños —bromea ella, acariciando su rostro.—Solo los mejores —contesta Gregory antes de inclinarse para rozar sus labios con los de ella.Ana suspira contra su boca, disfrutando del beso lento y pausado que se transformó en algo más intenso, mientras ella siente su piel desnuda contra la de ella. Pero justo cuando ella pensó que él la tomaría de nue
Ana mira el rostro de su madre empalidecer mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Su padre, en cambio, se levanta con el rostro rojo de furia, caminando de un lado a otro en la sala como una fiera enjaulada.—¡Esto es inaceptable! —brama, golpeando el brazo del sofá con el puño cerrado—. Primero Carlos y ahora… ¿Marcos? ¿Ese malnacido también? ¿Y encima con tu hermana? ¿Tu propia sangre? ¿Cómo es posible que Laura haya hecho esto?Ana suspira, tratando de mantener la calma, aunque por dentro la tormenta ruge con fuerza.—No lo sé, papá. No sé que tan desalmados pueden ser, pero pienso vengarme de la mejor manera posible. Laura es mi hermana pero ella misma se lo busco. Para mí está muerta no es más mi hermana.—Ay Ana. Mi niña, cuanto has de haber sufrido tu sola. La venganza no es buena pero hay que darle un escarmiento—añade su madre.—Hablaré con ella seriamente.—Quiero desenmascararlos papá. Les cuento que tengo pruebas suficientes de que ellos estuvieron juntos mientras
Marcos no podía ignorar la espina que se había clavado en su pecho.Desde hace días, su atención se había centrado en Ana, en cada uno de sus movimientos, en cada salida y en cada regreso. Algo dentro de él le decía que algo no encajaba. No olía ningún rastro de otro Alfa en ella, pero tampoco sentía que todo estuviera bien. Con él, ella no hablaba mucho ni sonreía como antes. Aunque aparentaba estar bien no esta seguro de ello.Había revisado la cuenta bancaria de Ana, la misma que él solía controlar y en la que esperaba encontrar algún indicio de gastos sospechosos. Sin embargo, no había rastro de movimientos extraños.El poquito dinero que había seguía intacto, como si Ana no estuviera gastando nada, ni ganando nada para depositar… pero eso no tenía sentido. Sus hijos tenían juguetes nuevos, ropa de marca, e incluso ella llevaba accesorios caros. Y compraba bastante comida para la casa ¿De dónde salía todo eso?Esa mañana, Ana anunció casualmente mientras desayunaban:—Hoy tengo un
Gregory suspira y saca un pequeño frasco de su bolsillo.—Inclina la cabeza —le indica suavemente.Ana obedece sin preguntar. Sintió el rocío frío del spray disipando sus feromonas. Gregory le acarició la mejilla con ternura.—No quiero que Marcos sospeche más de lo que ya lo hace —explica—. No sabemos hasta dónde puede llegar si se siente acorralado. No quiero ponerte en peligro.Ana asintió, sintiendo la presión en su pecho volverse insoportable. Sus ojos brillaban con una mezcla de rabia y determinación. Quería besarlo, lo deseaba. Pero está vez debe contenerse.—Lo sé… pero no puedo seguir con esto mucho tiempo más. Vivir en esa casa es sofocante, Gregory. No es solo la traición de Marcos y Laura, es el hecho de que me lo hicieron sin ningún remordimiento, creyendo que yo no tenía otra opción más que quedarme ahí, soportando su hipocresía.Gregory frunció el ceño con preocupación.—¿Entonces qué esperas? Dime que te irás con los niños, dime que saldrás de ahí. No tienes que hacerl
Ana había pasado las últimas semanas preparando meticulosamente su plan.Lo primero que hizo fue buscar un abogado, un contacto que Gregory le había recomendado. Con su ayuda, reunió todas las pruebas de la infidelidad de Marcos y presentó la demanda de divorcio. El juez aprobó la separación de inmediato, solo faltaba la firma de Marcos. Pero Ana decidió esperar, guardando los documentos para el momento perfecto.Laura estaba recostada en su cama, hojeando una revista de moda sin mucho interés, cuando escuchó unos suaves golpes en la puerta. Levantó la vista y vio a Ana asomarse con una sonrisa enigmática.—¿Puedo pasar? —pregunta Ana con dulzura.Laura suspira y cierra la revista.—Adelante.Ana entró sosteniendo una elegante caja envuelta con un lazo dorado. Se sentó al borde de la cama y se la tendió a Laura.—Quería darte esto. Un regalo.Laura arquea una ceja y toma la caja con curiosidad.—¿Un regalo? ¿Por qué?—Porque quiero que pasemos una noche de hermanas. Queria disculparme
El restaurante, que antes había sido escenario de muchas risas y música suave, ahora parecía completamente callado, lleno de tension.La atmósfera estaba cargada de una mezcla de valor y furia, mientras Ana y Gregory observaban a Laura, que aún se mantenía al margen de la situación.—Eres un descarado, Marcos. ¿Estás diciendo que te acostaste con mi hermana y encima la embarazas y ahora lo niegas? No conoces la vergüenza—le escupe Ana esas palabras.Gregory toma su mano y siente su nerviosismo a través de su mano sudorosa.Los ojos de Marcos, estaban llenos de desesperación y rabia.—No puedes hacerme esto, mi amor. Vamos a casa y aclaremos todo. Haré lo que me pidas. Te voy a escuchar. Le diré a Laura que se vaya de la casa. Pero no me abandones.—Tu y yo no tenemos nada más que hablar, solo firma el divorcio.—No...no me pidas eso. Estás confundida. Este alfa, hijo de përrä te ha llenado la cabeza de pura basura. Soy tu esposo, debes escucharme sólo a mi. Estuve contigo en tu peor m
—No entiendo… ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste hacerme esto, Ana?—le dice en un susurro derrotado.—Lo que no entiendes, Marcos, es que ya no tengo que explicarte nada. Todo lo que necesitabas saber, ya lo sabes. Y lo que sientas ahora, no es más que el eco de tus propias decisiones. No es mi problema. Yo... me cansé. Me cansé de ser la tonta que te soportaba. Me cansé de esperar algo que nunca llegó. Y no seré la esposa ciega que deja pasar un engaño— le dice ella, mirandolo, con indiferencia y desprecio.Marcos, con la mirada perdida, no sabía si gritar, golpear algo, o simplemente desvanecerse. Pero, en lo más profundo de su ser, entendió que había llegado al final de su propio camino.—Y a ti Laura... No te perdonaré por todo esto. No solo por lo que me hiciste, sino por lo que implica. De ahora en adelante estás muerta para mí.—No pienso pedirte perdón, Ana. En el corazón no se manda. Yo no lo hice por venganza, lo hice por mí. Quizá algún día lo entenderás.Gregory sintió una ganas