Gregory JacksonmanLa sala de reuniones estaba repleta de ejecutivos serios, discutiendo cifras y estrategias de expansión. Mis ojos seguían la conversación con atención, pero una parte de mi mente siempre estaba anhelando el momento en que podría volver a casa. Era un día crucial para la empresa, estábamos en medio de negociaciones importantes con inversores clave que podrían cambiar el rumbo de nuestros proyectos futuros y hacer crecer nuestra empresa.Sin embargo, en el fondo de mi mente, algo se sentía diferente. La tensión en el ambiente parecía vibrar de manera distinta, aunque no sabía exactamente por qué.En medio de la discusión sobre los informes financieros trimestrales, mi teléfono vibró sutilmente en mi bolsillo. Ignorando la mirada de reproche de uno de los inversores, revisé el mensaje. Era de Emma, mi cuñada."Gregory, Lissa ha comenzado con unos dolores. No quiero alarmarte, pero creo que deberías venir a casa, porque vas a ser papá."Mis ojos se abrieron ligeramente
Gregory JacksonmanEstaba sentada en la cama del hospital, sosteniendo a nuestra hija en sus brazos. Su rostro radiaba una alegría indescriptible mientras contemplaba a la recién llegada con ojos llenos de amor y admiración. Era una escena conmovedora, ver a mi esposa sosteniendo a nuestra pequeña con una sonrisa llena de pura felicidad.—Gregory, mírala, es tan hermosa —dijo Lissa con voz suave y conmovida, sin apartar la mirada de nuestra hija.Me acerqué a ella, observando con asombro a nuestra bebé. Sus pequeñas manitos, se movían con delicadeza, y su mirada, aunque recién abierta al mundo, parecía llena de curiosidad y asombro. Acaricié su mejilla con ternura, sintiendo una conexión instantánea con ese ser diminuto que ya ocupaba un lugar tan grande en mi corazón, es que por ella estaba dispuesto a enfrentar al mundo si era necesario.—Es perfecta, Lissa. Es un milagro —susurré, con los ojos brillantes de emoción.Mientras disfrutábamos de ese momento de dicha, mis padres entraro
Lissa Kempless—¡Claro que sí! ¡Por supuesto que estoy de acuerdo! ¡Gracias, por esta oportunidad! —exclamé emocionada, abrazando a mi padre y a mi hermano, con lágrimas de felicidad, deslizándose por mis mejillas.La emoción llenó la habitación. Mientras todos celebraban conmigo, sabía que pertenecía a los Crane, tenía padres, hermanos, pero jamás imaginé que podía llevar el apellido de mi familia, y la idea de llevarlo me emocionaba profundamente, porque no había nada que deseara más que dejar de llevar el apellido del hombre que le hizo daño a mi madre y que me separó de ella.Nos abrazamos todos, compartiendo la alegría y la felicidad de este nuevo paso en mi vida.—Seré una Crane Rafferty —dije emocionada.Justo en ese momento vi a mi padre, quien miraba a Emerith con una expresión de anhelo y amor en su rostro. Se acercó a ella con determinación en sus ojos, su mirada llena de un anhelo sincero y un profundo amor.—Emerith, necesito hablar contigo, aquí teniendo a nuestros hijos
Emma Leyton Decidí ir tras mi madre, mientras pensaba que le diría, a pesar de su negativa de aceptar a Massimo vi una expresión en su mirada, como si le pesara decirle que no. Así que caminé hacia la habitación, como la puerta estaba entreabierta, no toqué, sino que entré de una vez. Caminé de manera silenciosa y la vi sentada con un álbum de fotos en su pierna, se trataba de nuestras fotografías familiares. Alzó la vista al escuchar mis pasos y me dio una mirada de tristeza, me senté a su lado y le di un abrazo para consolarla. —Mamá, ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan triste? ¿Por qué rechazaste al papá de Lissa? ¿Acaso no sientes nada por él? —pregunté con preocupación y tristeza en mi voz. Mi madre se quedó en silencio por un momento, con la mirada fija en la foto de papá. Suspiró profundamente antes de responder, tratando de contener el llanto. —Emma, cariño, es complicado. No quiero fallarle a tu padre. No puedo… —sus palabras se entrecortaron mientras luchaba por controlar
Emerith Rafferty Cada paso que daba para reencontrarme con Massimo me llenaba de una profunda ansiedad, no podía evitar sentir una mezcla de tensión y expectación. Y cuando lo tuve frente a frente, sentí mi corazón repiqueteando en mi pecho como un tambor, estábamos frente a frente, con miradas que reflejaban años de historias no resueltas y sentimientos encontrados. La intensidad del momento era palpable en el aire, cada palabra y gesto cargado de emociones acumuladas a lo largo del tiempo, él había sido mi gran amor de la juventud, apasionado y arrasador, pero Ian había sido ese amor maduro, consciente, tierno, protector, dos hombres a quienes había amado con mucha intensidad, aunque con diferente tipo de amor. —Emerith… —susurró Massimo, mirándome con una mezcla de deseo y respeto, a pesar del tiempo lo conocía lo suficiente para saber que estaba luchando por contener la oleada de emociones que lo invadían. Lo miré directamente a los ojos, reflejando una tristeza y una deter
Massimo Crane. Mi corazón palpitó como el implacable oleaje contra una costa rocosa cuando nuestros labios se encontraron. Tenía la sensación de haber atravesado océanos de tiempo para atracar en el puerto destinado solo para mí. El sabor de ella, la suave entrega entre aquellos tiernos trozos de carne, encendieron un fuego en mi interior que devoró toda vacilación. —Por años —respiré contra la boca de ella, con la voz baja y cargada de emoción. —Durante años he esperado este momento—, concluí. Sin esperar ni un latido más, tomé a Emerith en mis brazos, ella se sorprendió. —¿Qué estás haciendo? —interrogó ella con una mezcla de sorpresa, emoción y temor en su voz. —Tener un encuentro con la mujer que se llevó mi corazón y nunca más me lo entregó —expresé con absoluta convicción. Mientras la alzaba, para mí era como un peso pluma, subí la escalera, cada paso representaba un obstáculo menos para nuestro reencuentro. El familiar crujido de las escaleras de madera bajo mis pies p
Bárbara CraneHabíamos terminado de hacer muchas de las piezas que nos habían sido encargadas, pero Georgina se quedó dormida en uno de los sofás que teníamos en la sala de estar, y no quise molestarla, lo que ella estaba viviendo no era fácil, y sabía que le costaba dormir de esa manera.Le coloqué una manta encima y le puse la cabeza en una almohada, mientras acariciaba con suavidad su frente.—¡Eres un tonto Zucker! Perdiste a la mujer más maravillosa del mundo —suspiré con pesar—, claro, aunque de eso soy culpable, pero eres inteligente, debiste darte cuenta —expresé con pesar, sin poder superar la culpa que me acongojaba, y creo que nunca lo lograría hacer.Fui a buscar una almohada y una manta para mí, porque aunque no quería levantar a Georgina, tampoco la quería dejar sola.Yo luchaba contra la incomodidad y el dolor en mi espalda baja mientras caminaba de un lado a otro en la cocina, tratando de encontrar algo de alivio.Me levanté y tibie un poco de leche a ver si de esa man
Georgina Harper.Llegamos al hospital en medio de la agitación y el miedo. Las luces de emergencia parpadeaban, la noche se tornaba aún más inquietante. Los médicos y enfermeras nos rodearon rápidamente, llevando a Bárbara a la sala de emergencias.Mientras la ingresaban, yo me quedé en la sala de espera, sin poder contener las lágrimas que salían de mis ojos como si fueran cascadas. Tenía tanto miedo, Bárbara había sido mi soporte, como una hermana para mí. En los momentos de angustia ella había permanecido a mi lado, y ahora verla sufrir me angustiaba, había perdido mucho y no quería perderla.Cerré mis ojos mientras rogaba al cielo porque todo saliera bien. Luchaba en contra de esos malos pensamientos, porque perderla a ella sería otro fuerte golpe para mí, no lo podría soportar, nos habíamos hecho inseparables.Me senté, a esperar con ansiedad cualquier noticia. Mi rostro reflejaba una mezcla de miedo, incertidumbre y esperanza. Cada segundo se sentía como una eternidad, mientras