Landon HallEl teléfono sonó varias veces antes de que Jessica finalmente me respondiera.—Hola, Jessica, ¿Cómo estás? —saludé con un deje de preocupación en mi voz.“Hola, ¿Landon? ¿Qué sucede?”, preguntó Jessica, como si hubiese notado el tono serio en mi voz.—Jessica, necesito que vengas a mi apartamento. Hay algo importante que debo contarte… es sobre Jane —dije, tratando de mantener la calma a pesar de la agitación en mi interior.Hubo un breve silencio al otro lado de la línea antes de que ella respondiera.—Está bien, dame unos minutos y estaré allí.Colgué el teléfono y me senté en el sofá, con la cabeza entre las manos. La espera se sintió eterna, mi mente divagaba entre preocupaciones sobre cómo reaccionaría Jessica al escuchar la verdad sobre su hermana, no quería herirla, tampoco verla triste, pero también sabía que ella necesitaba conocer la verdad por muy dolorosa que fuera.Media hora después, escuché el timbre en la puerta. Me levanté rápidamente y caminé a abrirla, e
Landon HallSus ojos se abrieron como platos ante mis palabras, su sorpresa evidente en cada uno de sus gestos. Por un momento, ninguno de los dos supo cómo reaccionar. El aire se volvió denso, cargado de una tensión que parecía palpable.Jessica retrocedió un paso, alejándose de mí. Su rostro reflejaba una mezcla de incredulidad y confusión. Yo mismo me sorprendí al decirlas en voz alta, y ella quizás no esperaba escuchar esas palabras provenientes de mi boca. Yo mismo me sorprendí al decirlas en voz alta, pero en ese instante, sentí la necesidad de expresar lo que había estado escondiendo durante tanto tiempo.—Lo siento, Landon. No sé qué decir... —murmuró Jessica, desviando la mirada, incapaz de enfrentar la intensidad del momento.Me mantuve en silencio, permitiéndole procesar lo que acababa de suceder. La habitación estaba llena de una tensión incómoda, como si estuviéramos en medio de un espacio frágil que podría romperse con la más mínima palabra. Ambos estábamos lidiando con
Zucker HallLa luz filtrada por las cortinas apenas iluminaba la habitación cuando me desperté, mi respiración agitada y el sudor en mi frente eran señales claras de que algo me había perturbado profundamente. El eco del sueño aún resonaba en mi mente: un niño, su risa cristalina y sus ojos brillantes que me miraban con la inocencia propia de un infante.Me senté en la cama, apoyando la cabeza entre mis manos. Los recuerdos de la noche anterior se mezclaban con la imagen del niño en mis sueños. La incertidumbre se aferraba a mí como una sombra persistente. ¿Podría ser cierto que aquel chico fuese mi hijo? Sacudí la cabeza en un intento por apartar esos pensamientos.El reflejo en el espejo me devolvió una mirada desconcertada. Me repetía a mí mismo que era imposible. Pero el miedo a lo desconocido y la sospecha no se desvanecían fácilmente.—¿Será posible que ese niño sea mío? —me pregunté en voz alta—, no, no puede ser, me niego a aceptar que sea mi hijo, porque yo hice todo para evi
Zucker HallSalí de la clínica, con la mente llena de turbulencias y el corazón lleno de confusión. La revelación de Bárbara me había zarandeado hasta lo más profundo de mí ser. ¿Sería verdad de ella que el hijo que ella esperaba fuera de Lawson? Sé que era lo que ella decía, pero esa mujer era tan miserable, que temía que pudiera inventarse cualquier cosa para salirse con la suya.Decidí que era hora de enfrentar esta situación y hablar con mi hermano. Sabía que sería un tema difícil de abordar, pero no podía seguir con el peso de esa incertidumbre. Era necesario aclarar las cosas.Con determinación, me dirigí a la casa de mi hermano, Lawson. Las calles parecían más largas de lo habitual, y el peso de la conversación que estaba por tener le oprimía el pecho con fuerza. Sin embargo, no podía dar marcha atrás.Al llegar a la mansión de la familia, me detuve frente a la imponente entrada. La mansión parecía aún más intimidante de lo habitual. Respiré profundamente antes de entrar.El ma
Lawson HallLas siguientes horas las sentí con la pesadez del plomo. Permanecí en el jardín, luchando con la avalancha de emociones y pensamientos que invadían mi mente. La negación y la incredulidad se mezclaban con la ira hacia la situación que Zucker me había presentado. No podía aceptar la idea de que Bárbara, la novia de mi hermano, pudiera ser la portadora de mi hijo. Era una noción absurda e inaceptable para mí.Sin embargo, entre las sombras de la negación, un atisbo de duda se abría paso en mi mente. ¿Y si había algo de verdad en las palabras de Zucker? Me pregunté, a pesar de que me aferraba con todas mis fuerzas a la creencia de que eso era imposible, la semilla de la duda germinaba en mi interior, torturándome con preguntas sin respuesta.Cerré los ojos y empecé a recordar cuando pudo haber sido eso y enseguida los recuerdos llenaron mi mente como un caudal de agua arrastrado por el fuerte viento.Recordé ese día que todos se habían ido de viaje a Los Ángeles y yo me habí
Zucker HallEl día avanzaba, y me quedé encerrado en mi habitación, sumido en un mar de pensamientos turbulentos. La situación con Bárbara y la negativa de mi hermano Lawson me dejaban por completo aturdido. ¿Cómo podría enfrentar esta situación ahora? La verdad seguía esquiva, y mi hermano parecía estar lejos de aceptarla, además, no sabía cómo decirle a mi familia que el hijo que pensé era mío no lo era, sino de mi hermano gemelo.El sonido de la puerta de mi habitación interrumpió sus reflexiones. Di la voz de pase y enseguida entró Landon, quien entró con una expresión de preocupación en su rostro.—Zucker, ¿Qué está pasando? Hace rato vi salir a Lawson furioso, parecía hablar consigo mismo y tirar maldiciones a todos a diestra y siniestra, pensé que tú sabías algo por qué cuando él estaba en el jardín te vi saliendo a conversar con él ¿Puedes explicarme qué está sucediendo?Yo me levanté de la cama y miré a mi hermano, tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicar la
Georgina HarperUn par de semanas despuésYo estaba sentada sobre el papel arrugado de la mesa de exploración, con las manos cuidadosamente cruzadas sobre mi regazo, mientras me hacían un eco intravaginal. El olor estéril de la clínica parecía subrayar la gravedad del momento. Los ojos de la Dra. Mendoza se encontraron con los míos por encima del borde de sus gafas, mientras sostenía un portapapeles cerca del pecho.—Enhorabuena, Georgina —dijo la Dra. Mendoza con una sonrisa profesional—Vas a tener gemelos.Un remolino de emociones se agitó en mi estómago: parecía increíble lo que estaba viviendo, sentía miedo mezclado con una alegría inexplicable. Sentí que el corazón me latía con fuerza en el pecho, pero mis labios se curvaron en una sonrisa encantada.—¿Gemelos? —repetí, mi voz era un cóctel de inquietud y excitación —¡Es... es maravilloso!La Dra. Mendoza asintió con la cabeza, garabateando algo en el gráfico. —Ahora es importante tener más cuidado. El doble de alegría signific
Georgina Harper Las horas pasaron en un torbellino de emociones, con pruebas, consultas médicas y palabras de consuelo. A pesar del dolor abrumador, me aferré a la esperanza de que mi hijo sobreviviente llegaría al mundo sano y salvo. En la quietud de la noche en la habitación del hospital, con la mirada fija en la imagen de ultrasonido que ahora guardaba con una mezcla de amor y tristeza, me prometí a mí misma ser fuerte por mi bebé. Aunque la pérdida era dolorosa, debía enfocarme en el milagro de la vida que aún estaba por llegar. Pasaron las horas en la habitación del hospital, con el eco de las palabras del médico resonando en mi mente. Mis manos acariciaban con delicadeza mi vientre, un gesto instintivo de protección hacia el hijo que todavía estaba conmigo. El dolor ardiente de la pérdida se entrelazaba con la gratitud por la vida que aún crecía dentro de mí. Mientras la tarde daba paso a la noche, las luces tenues de la habitación del hospital se tornaban tranquilizadoras