Georgina HarperDespués del sepelio de mi madre, y durante los días siguientes, recibí el apoyo de mi hermana, en medio del dolor de la pérdida, ella era mi aliciente.—¿Estás bien? —me preguntó preocupada unos días después.La miré con tristeza, por más que había tratado de estar tranquila era imposible, los recuerdos de mi infancia con mamá inundaban mi mente constantemente.—Estoy intentando mantenerme serena, buscando la manera de llevar mejor esta situación. Estuve pensando y no puedo seguir imponiendo mi presencia a tu familia política. Además, me siento avergonzada, porque en el pasado he sido la mayor crítica de ellos, de hecho estaba convencida de que uno de ellos le había causado daño a mi amiga —expresé con un tono melancólico.—Los Hall son una familia muy buena, con principios sólidos, no serían capaz de hacerle daño a nadie. Creo que lo mejor es que escuches la versión de Landon. Además, no eres ninguna carga para ellos, entienden tu situación, ahora no le hagas tanta me
Georgina HarperPasaron unos minutos de completo desconcierto mientras intentaba asimilar la posibilidad que había surgido en mi mente. El concepto de estar embarazada me dejaba en estado de shock. No podía ser cierto. Me levanté de la cama con manos temblorosas y caminé hacia el baño, buscando cualquier rastro de confirmación en el espejo. Mi reflejo parecía igual de confundido y aturdido que yo.—No puede ser —susurré para mí misma sin poder ocultar el miedo y la tristeza que eme embargaba.Era imposible, habíamos usado protección y la pastilla del día después, no podía creer que todos los mecanismos hubiesen fallado. Era demasiada mala suerte, o buena depende de la óptica en que lo pudiera ver.El concepto de maternidad nunca había sido parte de mi plan inmediato. Estaba en un momento complicado en mi vida, enfrentando la pérdida de mis padres, lidiando con la complejidad de estar sin familia, conociendo a mi hermana y ahora, una posible realidad que no había previsto, teniendo un
Tarah Kontos Habíamos dejado a Georgina descansando, pero cuando hablé con ella la última vez tuve la sensación de que nos estaba ocultando algo. Me senté con mi amiga Sarah en el jardín a conversar, pero no podía controlar mi inquietud. —¿Qué pasa? —me preguntó finalmente ella con preocupación. —Es que tengo la sensación de que tu hermana está ocultando algo —le dije. —¿Cómo qué? —me preguntó con una expresión de desconcierto en su rostro. —Se hizo la prueba de embarazo y dijo que había salido negativa, creo que mintió —respondí. —Pero ¿Por qué mentiría? ¿Sería que tenía vergüenza porque podíamos juzgarla? —inquirió. —Realmente no lo sé. Quizás sea bueno que le preguntes, apenas tengas oportunidad de hacerlo —propuse y ella, asintió. —La verdad no sé si esperar, o si voy ahora y converso con ella —pronunció dubitativa. —Bueno, esperemos un tiempo y vas y conversa. El tiempo pasó lentamente mientras esperábamos que Georgina despertara. Sarah estaba inquieta, preocupada por s
Emma Leyton.Los días iban pasando poco a poco, Maxwell me visitaba todos los días, y me traía cuantas cosas me provocaban, últimamente me provocaban las cosas más increíbles, extrañas y locas del mundo, cómo por ejemplo aguacate rociado con miel, o papas fritas bañadas con mermeladas de fresas.Me senté a comerme el quinto plato desde que había amanecido, mientras mi hermana miraba mi plato con asco.—¡Por Dios Emma! ¡¿Cómo puedes tener estómago para comerte eso tan repulsivo? Definitivamente, yo estoy embarazada y es a ti a quien te dan los antojos —pronunció Lissa, mientras yo comía con gusto, hasta que internalicé sus palabras y la miré con sorpresa.—¿Será posible? ¿Qué yo esté embarazada? —dije en voz alta—, debo salir a buscar una prueba, es urgente, aunque lo haré de manera discreta, para que nadie sepa.Dicho eso salí corriendo, subí a mi auto y conduje a la primera farmacia que tenía cerca de la casa para comprar las pruebas de embarazo.Llegué y me sentí tímida al pedirlas,
Emma Leyton. Al escuchar su pregunta, mi corazón latió con fuerza. Quedé sin palabras, sorprendida por la proposición inesperada. Sus ojos brillaban con determinación y amor, esperando mi respuesta. Maxwell se levantó lentamente, mirándome con una expresión de sincera expectativa. En ese momento, mi mente se llenó de pensamientos, emociones y preguntas. ¿Estaba preparada para este paso tan grande? ¿Sería capaz de ser una buena esposa y madre? ¿Realmente quería compartir el resto de mi vida con él? Él esperaba pacientemente, con los ojos fijos en los míos. Las lágrimas seguían surcando mis mejillas mientras me esforzaba por articular una respuesta. Por otra parte, me pregunté si su propuesta se debía a qué estaba embarazada ¿De no haberlo estado me lo habría propuesto? Mi mente era un tumulto de pensamientos confusos. —Maxwell, yo... —balbuceé, mi voz temblorosa por la emoción y la sorpresa. Los recuerdos de todo lo que habíamos pasado juntos las últimas semanas, la manera en que
Emma Leyton.Lo miré con incredulidad. Sus palabras me golpearon con fuerza, haciendo eco en mi mente. ¿Estaba tomando decisiones apresuradas, basadas solo en las apariencias? Mi corazón latía con violencia, mi mente estaba nublada por la ira y el dolor, pero algo en su expresión me hizo detenerme por un momento.—No sé de qué estás hablando, Maxwell. ¿Qué tiene que ver tu padre con esto? —pregunté con voz entrecortada, intentando comprender la conexión entre sus palabras y la situación actual.Maxwell respiró profundamente antes de hablar, su mirada fija en la mía, mostrando una mezcla de determinación y angustia.—Estás ofuscada y no puedes ver la relación. Mi padre cometió errores que destrozaron a tu madre y los separaron, porque no quiso averiguar ante lo que pasaba, y lo mismo estás haciendo tú, Emma. Te ruego que me escuches y me des la oportunidad de explicarte lo que realmente sucedió —explicó, con un tono apasionado y vulnerable. Mis emociones estaban revueltas. Quería cree
Emma Leyton. Llevé mi mano al bolsillo del albornoz, buscando mi teléfono móvil, pero no estaba ahí. Miré a Donato, confundida, mientras mi mente trataba de entender lo que estaba pasando. —Emma, ¿Estás segura? Recibí una llamada desde tu número, decías que necesitabas verme de manera urgente. ¿Estás bien? —preguntó Donato, su voz mostraba preocupación genuina. La confusión se apoderó de mí. Mi mente corría intentando descifrar cómo alguien podría haber usado mi teléfono para llamar a Donato sin mi consentimiento y sobre todo quién pudo haber sido si yo había estado sola. —No, no he llamado. Aunque no sé dónde está mi teléfono —expliqué, sintiéndome incómoda por la situación. La preocupación se intensificó en el rostro de Donato. Él conocía mi situación, sabía de mi desconfianza hacia mi tía y mi prima, y ellas eran las únicas que últimamente habían estado rondando mi casa, desde la muerte de mi padre se metían a hurtadillas. —Emma, algo no está bien. No deberías estar sola. ¿Pue
Maxwell Crane En un primer instante, un torrente de emociones embargó mi ser. La visión de Emma en la cama con Donato disparó mi mente hacia la desconfianza y la ira. Un ardor intenso comenzó a brotar en mi interior, acompañado por la sensación de haber sido traicionado. ¿Cómo podía ser que ella, la mujer por la que había cambiado mi vida, se encontrara en esa situación? El sentimiento de haber sido engañado me invadió, nublando momentáneamente mi juicio. —¡Maldit4 seas Emma! —grité, con la voz cargada de furia y decepción, mientras comenzaba a darme la vuelta para irme, no podía entender cómo pudo haber sido capaz de hacerme eso. Mi mente se retorcía del dolor, sentía como si el mundo se estuviera desmoronando a mí alrededor, las imágenes que veía en la habitación activaban mis propias inseguridades, reavivando heridas que creía haber superado. Pero, en medio de la rabia que me consumía, una voz interior se alzó, recordándome que las apariencias a menudo engañan. Deseché por un